Consumidores, científicos y ecologistas de Gran Bretaña presionan al gobierno para que tome distancias con las compañías trasnacionales que experimentan con alimentos y granos genéticamente modificados.
Una encuesta mostró que el 59 por ciento de los británicos están preocupados por los daños a la salud que pueden provocar los alimentos genéticamente modificados (GM), llamados popularmente "la comida de Frankenstein".
Militantes del gobernante Partido Laborista afirmaron que ministros del gobierno de Tony Blair están demasiado cercanos a las industrias agroalimentarias.
Legisladores del opositor Partido Conservador exigieron a su vez la renuncia del ministro de Ciencias, el multimillonario Lord Sainsbury, descendiente de la homónima dinastia propietaria de los mayores supermercados del país.
Sainsbury fue nombrado ministro cuando el Partiodo Laborista, del que es uno de los más poderosos y entusiastas respaldos, asumió el gobierno, en mayo de 1997.
"Todo el mundo sabe que él (Sainsbury) es un gran accionista de una cadena de supermercados y nosotros también sabemos que fue un gran inversor en dos compañías que van a lanzar alimentos GM", dijo el parlamentario conservador John Redwood.
Sainsbury creó igualmente la Fundacion Batsby, que invirtió 18 millones de libras esterlinas (46,8 millones de dólares) en el estudio de organismos genéticamente modificados.
También existen controversias sobre la composición de una comisión gubernamental que asesora a ministros sobre los alimentos GM tras denuncias conocidas la semana pasada de que muchos de sus miembros tienen contactos con compañías biotécnicas.
apodados a menudo "la comida de Frankenstein" por sus críticos, Las sospechas de los activistas verdes se acrecentaron tras la revelación que una iniciativa para designar a Julie Sheperd, miembro de la Asociación de Consumidores, como integrante de la comisión, fue rechazada.
La titular de la comisión, Janet Bainbridge, desafió recientemente al científico en alimentación Arpad Pusztai, que dio a conocer resultados confidenciales de un experimento con alimentos GM.
Pusztai, investigador del paraestatal Instituto Rowett en Aberdeen, Escocia, fue obligado a retirarse luego que reveló resultados de tests según los cuales ratas alimentadas con patatas GM sufrieron lesiones en su sistema inmunológico.
Desde entonces, Pusztai recibio el apoyo de 20 grupos científicos.
"Es deplorable que esos resultados hayan sido puestos a disposicion de la prensa, cuando el decano de la Facultad de Medicina de Aberdeen prohibió que se informara a la comisión", comentó Bainbridge.
El diario The Independent, que ha liderado una cobertura de prensa de alto perfil sobre el tema de los alimentos GM, informó el año pasado que el presidente estadounidense Bill Clinton telefoneó a Blair para decirle que "Gran Bretaña debería aceptar los alimentos genéticamente modificados".
Blair rechazó el miércoles último una demanda de la oposición conservadora para que decrete una moratoria de tres años sobre los GM, y afirmó que "no hay alimentos GM que puedan ser vendidos en este país sin que hayan pasado por un proceso regulador muy largo".
Haciéndose eco de las palabras de Blair, el ministro a cargo de la coordinación de temas en el gabinete, Jack Cunningham, declaró que "se están realizando algunas pruebas en reducida escala y cuidadosamente controladas" (de granos GM).
"Creo que la demanda para que esto cese por razones ambientales es irresponsable. ¿Cómo podemos juzgar el impacto que podría tener en nuestros campos y en la fauna un grano modificado si no podemos hacer pruebas específicas"?, agregó Cunningham, que fuera ministro de Agricultura.
Los ambientalistas afirman que los cereales GM son nocivos para las plantas silvestres y la diversidad biológica. Temen, por ejemplo, que algunos granos GM resistentes a herbicidas puedan desplazar a especies silvestres afines y poner en peligro la biodiversidad.
El año pasado, un tribunal británico rechazó la demanda de un granjero para que cesaran los experimentos con granos GM en un campo contiguo a su propiedad.
Los vínculos entre compañías involucradas con cereales GM y el gobierno británico cobraron mayor estado público con nuevas revelaciones de que el Ejecutivo había destinado 15 millones de libras esterlinas (39 millones de dólares) para fomentar las actividades de esas industrias en el país.
El ministro de Ambiente, Michael Meacher, urgió al gobierno a crear una comisión ética independiente para evaluar los alimentos GM.
Sin embargo, el Ejecutivo insiste en que los alimentos GM no son nocivos para la salud y que sólo se dispone de tres tipos de ellos en el país (soja, puré de tomate y ciertos granos), una afirmación fuertemente desmentida por organizaciones no gubernamentales.
Cunningham declaró la semana pasada que "no existen dudas sobre la seguridad de los productos GM que están en venta para el consumo humano".
Las protestas del ministro remomoraron los días en que el ministro de Agricultura del anterior gobierno conservador John Gummer trató de calmar un creciente malestar sobre la calidad de la carne británica. Para probar lo buena que era, dio un trozo de carne a su pequeña hija ante las cámaras de televisión. (FIN/IPS/dds/ak/ego-dg/99)