LIBANO: Fuerzas de paz de Fiji marcan presencia en zona ocupada

Los soldados de las islas Fiji que integran la Fuerza Interina de la ONU (Unifil) en el sur de Líbano utilizan la oración y la kava, una bebida tradicional, como medios para soportar los 12 meses de servicio en esta zona ocupada por Israel.

El batallón, conocido en la jerga de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) como "Fijibat", está integrado por 596 hombres.

Los efectivos cristianos se reúnen todas las tardes a las 6:30 para rezar, y aquellos que se encuentran en puestos de observación o en tareas de patrullaje se detienen unos momentos para meditar mientras miran al sur por encima de las colinas donde alguna vez caminó Jesús.

Hoy, sobre esas colinas, destellan las bombas y los proyectiles de artillería de fabricación estadounidense disparados por fuerzas israelíes que luchan por mantener el control de esta disputada franja del Líbano.

Por su parte, fuerzas de la resistencia libanesa responden con misiles Katyusha rescatados del ejército sirio.

La franja fue ocupada en 1978, el mismo año que la resolución 425 de la ONU instó a los israelíes a retirarse de la zona y dispuso una fuerza pacificadora en el territorio. Veinte años después, los cascos azules, la resistencia y los israelíes siguen en el lugar.

La llamada Unifil "interina" vio reducido su número de 7.000 hombres, en 1978, a los 4.700 efectivos actuales.

Algunos nativos de Fiji llevan cumplidos hasta 12 turnos de servicio en Líbano, con lo que este país se convirtió en un segundo hogar para muchos de ellos.

"Me gusta estar aquí, y hasta 1987 a menudo pedía que me enviaran", relata el sargento Kelepi Naisaki, quien comenzó su duodécimo turno de servicio en junio pasado. "Luego me casé, y ahora, aunque me sigue gustando venir, espero a que mis superiores me lo ordenen", agregó.

Naisaki, al igual que varios de sus compatriotas, vio como crecían los niños libaneses, formaban sus familias y abrían negocios, y fue testigo de gente que se vio forzada a abandonar sus hogares para luego retornar y, a veces, rebelarse contra los ocupantes.

No es raro que los soldados de Fiji conozcan personalmente a los guerrilleros que marchan al combate.

"A veces ese conocimiento nos permite pedirles que operen desde otro lado, lejos de la población civil", afirmó el teniente coronel Philipo Tarakinikini, comandante de Fijibat.

Tarakinikini comprende los motivos de la resistencia, pero no puede cerrar los ojos frente a las consecuencias, ya que Israel responde con ataques masivos.

El 22 de diciembre, uno de los ataques israelíes mató a una mujer y sus seis hijos. El incidente constituyó la mayor matanza de civiles en una sola ofensiva durante los combates de este año.

Israel declaró que se trató de un error, pero la resistencia libanesa respondió con una andanada de misiles sobre la frontera que provocó 16 heridos. Ahora, el gobierno israelí replicó que "debe" tomar represalias por ese ataque.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, instó a "las partes involucradas a poner fin a la violencia, y en particular a respetar a los civiles que no están en combate".

Tarakinikini comparte su preocupación por las víctimas inocentes. "Los guerrilleros eligen luchar y quizás morir", afirma.

"Pero hasta que los líderes de la resistencia me vengan con un referéndum en el que 95 por ciento de los habitantes hayan acordado morir junto a ellos, no voy a poner las vidas de los civiles en peligro", observó el militar.

Al igual que varios estados que se independizaron recientemente y que envían contingentes a las fuerzas de paz de la ONU, el objetivo de Fiji era que el país fuera reconocido como un estado democrático que desempeña un papel moderno en las relaciones internacionales.

Veinte años más tarde, con la fuerza "interina" aún en funciones, el desgaste se hace sentir. Mantener el contingente representa una pesada carga logística para Fiji que cuenta con un ejército de 4.000 hombres.

A nivel personal el sacrificio también es alto. Los soldados tienen derecho a una licencia de 30 días durante sus períodos de servicio anual en los territorios ocupados, pero los vuelos a la lejana Fiji son difíciles de conseguir.

Los 11 dólares diarios que reciben de la ONU, aparte de sus salarios regulares, sirven para mitigar en algo ese sacrificio mientras los más devotos encuentran alivio en las visitas que realizan a los lugares santos de Israel y Palestina.

Sesenta por ciento del Fijibat está integrado por voluntarios que antes cumplen un año de servicio militar con el único objetivo de unirse a Unifil.

Pero las largas separaciones son cada vez más difíciles debido a los cambios sociales en Fiji, una nación caracterizada por la crisis económica, la agitación producida por conflictos étnicos, una creciente tasa de divorcios y fragmentación familiar.

"En 1978, los vínculos familiares eran todavía muy fuertes", explica Tarakinikini.

"Las esposas e hijos recibían gran apoyo. Pese a que todavía somos una sociedad muy orientada a la familia, cada vez menos parientes ayudan a nuestras esposas y nuestros hijos crecen prácticamente sin la figura paterna", afirma el militar.

Pero nadie habla de abandonar la misión entre los soldados de Fiji, a diferencia de la de Noruega, que puso fin a su cooperación con Unifil en noviembre, luego de 20 años de prestar servicios.

Los soldados de Fiji aportaron su propio estilo a la tarea de la ONU.

Un corresponsal de IPS recuerda cómo durante un control resistido por los libaneses, de menor talla frente a los altos y fornidos nativos de la isla, estos asieron a quienes se les oponían, los suspendieron en vilo y los sacudieron suavemente hasta que productos contrabandeados cayeron de sus bolsillos.

Hoy los puestos de control de los nativos de Fiji son muy populares. Lo primero que se ve es la gran sonrisa del soldado que invariablemente saluda con un cálido "¿Qué tal, amigo?".

En la extraña atmósfera del sur ocupado, con sus oscuras noches y silenciosas colinas que ocasionalmente hacen eco a los aviones de guerra israelíes y a los bombardeos distantes, la sonrisa de uno de estos soldados puede ofrecer un respiro.

Pero el 18 de abril de 1996, incluso los amigables soldados de Fiji perdieron la sonrisa.

Ese mes Israel lanzó la Operación Viñas de Ira, una serie de ataques destinados a sembrar el pánico entre la población para ahuyentarla de la zona fronteriza y, así, aislar y aplastar a las fuerzas de la resistencia.

Más de 800 civiles aterrorizados buscaron refugio dentro de los cuarteles generales de Fijibat, en Qana, antes de que los israelíes los atacaran con artillería pesada. Al menos 107 refugiados, incluso mujeres y niños, fueron muertos mientras los heridos graves se contaron por decenas.

El oficial Tomasi Waqabaci estaba allí. Dos años más tarde, en su quinto período de servicio en Líbano, todavía no puede hablar de lo ocurrido.

Waqabaci observa unos papeles que tiene entre sus manos. "Les dimos refugio", dice y calla. "No tenían adónde ir", agrega. "Y luego simplemente pasó", afirma sin encontrar las palabras que le permitan describir la matanza desencadenada.

En medio del desorden de los oficiales puede verse una mesa preparada con un gran recipiente lleno de kava. Hecha a base de raíces maceradas de una suerte de pimienta, mezclada con agua, se sirve en cáscaras de coco.

El efecto combinado de la bebida, las tranquilas conversaciones y el rezo de los reclutas, actúan como un sedante. La ira y la impotencia que sintieron en abril de 1996 no se retirará pronto. Tampoco se retirarán los soldados de Fiji destacados en Líbano.(FIN/IPS/tra-en/kgs/rj/mv/aq/ip/99

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