Las consecuencias del ataque de Estados Unidos contra Iraq y de la batalla en el Congreso por el juicio político al presidente Bill Clinton anuncian un 1999 tumultuoso para este país y su política exterior.
Además del problema de Iraq y la inquietud por el estado de salud del sistema financiero mundial, Clinton enfrenta cargos en el Congreso, dominado por el opositor Partido Republicano, por "altos crímenes y delitos", derivados de su relación con la ex becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky.
El ataque a Iraq y las acusaciones de numerosos republicanos de que tuvo motivos políticos revelaron que Clinton no podrá contar con el respaldo que necesita de los dos principales partidos de este país para llevar a cabo su política exterior en 1999, según la opinión de analistas.
"De alguna manera, parece que se violaron las reglas que existieron durante muchos años sobre (no) criticar al presidente cuando está en el exterior", comentó la secretaria de Estado (canciller) Madeleine Albright.
Albright pronunció sus palabras poco después de que Trent Lott, el líder de la mayoría del Senado y quizá la persona más influyente en un posible juicio político contra Clinton, anunció que no podía apoyar en este momento la acción presidencial contra Iraq.
"Si esta polarización persiste, las iniciativas políticas que requieren el respaldo bipartidario serán mucho más difíciles" de conseguir, opinó el experto de política exterior I.M.Destler, de la Universidad de Maryland.
No se suponía que iba a ser así. Tras las elecciones parciales de noviembre, numerosos observadores pronosticaron que en 1999 retornaría la cooperación bipartidista en asuntos como la reforma de la seguridad social y el pago de los más de 1.000 millones de dólares adeudados a la ONU.
Entonces, los comicios resultaron en el inesperado respaldo a los candidatos del gobernante Partido Demócrata y en la renuncia del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Newt Gingrich,
"Ahora Clinton se lamentará de la ida de Gingrich. Por lo menos era un férreo internacionalista mucho más a tono con las opiniones de política exterior del presidente que muchos de esos que ahora pretenden el liderazgo republicano", señaló un veterano colaborador del Congreso.
La variedad y dificultad de los asuntos externos que le esperan al gobierno en 1999 son considerables, y algunos son de tal gravedad que podrían provocar grandes crisis internacionales, si se salen de control.
Además de Iraq, tema por el que seguramente el gobierno será presionado aun más por los republicanos para que intente derrocar de una vez por todas al presidente iraquí Saddam Hussein, también persiste el potencialmente explosivo proceso de paz entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
También está el enfrentamiento que amenaza desatarse por los programas nuclear y misilístico de Corea del Norte, la crisis por la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Kosovo y Bosnia, y las gestiones de Washington para desactivar la tensión nuclear entre India y Pakistán.
A los funcionarios de Washington les preocupa especialmente la posibilidad de que se derrumben o paralicen los acuerdos del Río Wye, negociados en octubre por Clinton, el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu y el presidente de la ANP, Yasser Arafat.
El tiempo para la aplicación de los acuerdos de paz de Oslo expira a principios de mayo. Arafat sugirió en reiteradas ocasiones que en ese mes podría declarar en forma unilateral un estado palestino independiente, algo que Netanyahu rechaza.
Debido al estado de salud del rey Hussein de Jordania, viejo aliado de Washington que padece de cáncer , "estaríamos encaminados hacia una gran crisis" en Medio Oriente, advirtió un funcionario este mes.
Al gobierno también le preocupa la situación de Rusia, aparte de su deteriorada relación con Moscú, que por primera vez desde la disolución de la Unión Soviética retiró su embajador ante Washington en protesta por los ataques contra Iraq.
La presión que Washington ejerce sobre compañías de energía y ex estados soviéticos de Asia central para que accedan a construir oleoductos y gasoductos que no pasen por Rusia también amenaza las relaciones con Moscú.
Rusia, a pesar de su derrumbe económico y debilidad militar, mantiene la capacidad de crear problemas en la región.
A Washington también le preocupa la creciente tensión con China por su renaciente comercio y por la situación de los derechos humanos en ese país.
Aun los lazos con aliados tradicionales en Europa, como Francia y el nuevo gobierno de Alemania, podrían resentirse a medida que la Unión Europea, fortificada por la unión monetaria, consolida su independencia política.
Bonn sugirió que no estaría dispuesta a compartir las acciones de Washington del modo servil que lo hizo el ex canciller (jefe de gobierno) Helmut Kohl.
Todo esto se suma a la inquietud por el estado de salud de la economía mundial y el impacto de la crisis financiera asiática en el propio Estados Unidos.
Mientras Clinton, con la ayuda de Gingrich, consiguió que el Congreso otorgara 18.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional para contener el contagio, los analistas no creen que el peligro se haya superado.
Muchos temen el posible colapso económico de Brasil y de otros países de América Latina, lo que tendría graves consecuencias para la economía de Estados Unidos, aún robusta.
Así mismo, el creciente déficit comercial de Washington, que se encamina a alcanzar la marca de 300.000 millones de dólares en 1999, genera presiones proteccionistas en sectores políticamente poderosos, como el acero y los microprocesadores.
Las tensiones comerciales con casi todos los socios comerciales de Estados Unidos, incluso la Unión Europea y Japón, también van en aumento.
Como resultado, la cruzada de Clinton para conseguir del Congreso la autoridad de "vía rápida", sobre todo con los países de América Latina, parece condenada antes de que comience el año.
Normas comerciales relativamente poco problemáticas, como las nuevas preferencias comerciales para las importaciones de América Central, el Caribe y los países africanos subsaharianos, también encontrarán obstáculos en el Congreso, sobre todo debido al actual ambiente partidario.
Lo mismo pasa con el tema de la deuda con la ONU, que Clinton intenta resolver desde hace tres años. Si el gobierno y los republicanos no se ponen de acuerdo sobre el pago antes de fin de 1999, Washington perderá el derecho al voto en la Asamblea General.
Con este panorama, Clinton tendrá dificultades para atender nuevas iniciativas en materia de política exterior, o incluso continuar otras que había aplazado por cuestiones urgentes, como el Medio Oriente y la batalla por el juicio político.
Menos de nueve meses después de su gira sin precedentes por Africa subsahariana, Washington no logró imponerse en los conflictos en curso en República Democrática de Congo, Angola e incluso entre los ex aliados Etiopía y Eritrea.
Asimismo, se paralizó la posibilidad de que se mejoren las relaciones con Irán, que hace un año era viable y que traería grandes ventajas estratégicas para la posición estadounidense en el Golfo, Asia central y Medio Oriente.
Dada la actual desconfianza partidaria, Clinton podría tener dificultades para actuar ante una iniciativa tomada por una decena de senadores republicanos, y dos ex secretarios de Estado, para crear una comisión que revise la política hacia Cuba. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/aq/ip/98