El acuerdo firmado en Estados Unidos por el líder palestino Yasser Arafat y el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, es lo mínimo necesario para evitar el colapso de las negociaciones de paz en Medio Oriente.
Observadores en Washington advirtieron que falta mucho para la paz, y algunos señalaron que el acuerdo del viernes podría derivar en el tipo de recriminaciones mutuas que obstruyeron los esfuerzos en los últimos 19 meses.
"A la luz de la experiencia, debemos ser extremadamente cautelosos respecto de los obstáculos que aún falta superar", dijo Mark Rosenblum, director del grupo Estadounidenses por la Paz Ya, que apoya el diálogo palestino-israelí comenzado en 1993.
"No se puede confiar en que será un proceso rápido y fácil", coincidió Robert Satloff, director del Instituto para el Cercano Oriente, una organización de Washington considerada simpatizante de Israel.
Incluso los presentes en la ceremonia del viernes en la Casa Blanca expresaron cautela, mientras aplaudían el acuerdo alcanzado en la hacienda Wye, estado de Maryland, tras nueve días de negociaciones que incluyeron casi 100 horas de participación directa del presidente estadounidense Bill Clinton.
"Creo que estamos avanzando", dijo sin mucha convicción el rey Hussein de Jordania, testigo del acuerdo firmado por Arafat y Netanyahu.
Hussein, que recibe tratamiento contra el cáncer en Estados Unidos, viajó a Washington para ayudar en las negociaciones realizadas a la vista de la bahía de Chesapeake, a una hora de la capital.
El pacto de Wye compromete a las dos partes a dar una serie de pasos que tendrían que haberse completado hace más de un año, según el cronograma original.
Estos incluían un segundo retiro de soldados israelíes de 13 por ciento de Cisjordania en un período de 12 semanas y que Israel permitiera el control compartido en otro 14 por ciento de ese territorio.
A cambio, Arafat se comprometió a detener a palestinos identificados por Netanyahu como responsables de actos terroristas, y a tomar medidas enérgicas contra militantes islámicos asociados con la organización radical Hamas.
Las partes convinieron además abirir un aeropuerto y un parque industrial palestino en Gaza, estableciendo dos corredores para el traslado sin impedimentos de palestinos entre Gaza y Cisjordania.
Israel también deberá poner en libertad a 3.000 palestinos que Arafat considera prisioneros políticos.
Aún quedan pendientes temas más delicados, como la categoría de estado de Palestina y sus fronteras definitivas, el estatuto de Jersualén, y el derecho a regresar del exilio de los palestinos que huyeron cuando Israel ocupó su tierra 50 años atrás.
La negociación sobre estos aspectos debió haber comenzado a fines de 1995, según los acuerdos iniciales, denominados "de Oslo", por la ciudad en que palestinos e israelíes desarrollaron negociaciones en secreto.
Hay otros dos asuntos potencialmente explosivos que deben ser abordados en las conversaciones sobre el estatuto final de Palestina, a ralizarse inmediatamente después de la ratificación del Acuerdo de Wye.
Se trata de los asentamientos judíos en Cisjordania, cuyo cese exige la Autoridad Nacional Palestina (ANP), y la amenaza de Arafat de declarar unilateralmente un estado palestino el 4 de mayo de 1999, fecha en que expiran los acuerdos de Oslo si no se extiende su cronograma.
"Hay una larga lista de actos unilaterales y provocativos que pueden arruinar todo el proceso", observó Rosenblum, para quien lo acordado en Wye es lo mínimo necesario para evitar el hundimiento del proceso de paz.
La principal preocupación de Rosenblum y otros analistas son las decisiones de Netanyahu, quien encabeza una coalición de gobierno que incluye a colonos y a otros grupos opuestos al retiro de Israel de Cisjordania.
En tal sentido, citó la decisión unilateral del Netanyahu de iniciar la limpieza de terrenos con vistas a futuras construcciones en un suburbio de Jerusalén, tomada poco después de la firma en enero de 1997 de un convenio con Arafat para el retiro de las tropas de Israel de 80 por ciento de Hebrón.
Arafat reaccionó entonces congelando las conversaciones de paz.
"¿Se verá forzado Netanyahu a hacer más concesiones a la derecha mesiánica (israelí)? ¿Llamará a licitación para la construcción de un asentamiento en Har Homar (un suburbio de Jerusalén)? ¿Ampliará los límites del Gran Jersualén? ¿Cómo actuará cuando comience el repliegue militar?", reflexionó Rosenblum.
La actitud que asuma al respecto el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Ariel Sharon -un general retirado de línea dura- es crucial, creen observadores.
"Si Sharon respalda este acuerdo, Netanyahu ya no sentirá que necesita consentir a la derecha", indicó un funcionario del gobierno estadounidense.
El papel de Estados Unidos será clave en la implementación de lo acordado en Wye, y en futuras negociaciones. Ante la falta de confianza entre israelíes y palestinos, creció la importancia de Washington en el proceso.
Eso es evidente por la extraordinaria gestión de Clinton para asegurar que se lograran los acuerdos y por el papel adjudicado en Wye a la CIA (Agencia Central de Inteligencia), que supervisará activamente la implementación de lo pactado.
La CIA se encargará de determinar si la ANP cumple sus compromisos en materia de seguridad: desde encarcelar a los sospechosos de terrorismo hasta controlar a fuerzas como Hamas, acusados de incitar a la violencia contra Israel.
"El acuerdo con la CIA puede llevar a un conflicto fraticida entre los palestinos", advirtió Clovis Maksoud, ex embajador de la Liga Arabe ante la Organización de las Naciones Unidas.
El acuerdo de Wye "es una serie de remiendos que no tienen el cemento suficiente para mantenerse unidos", sostuvo Maksoud.
"Le pido al presidente Clinton que continúe con nosotros", dijo Arafat en la Casa Blanca, destacando la importancia de la actuación de Estados Unidos en las negociaciones. También señaló la contribución del vicepresidente Al Gore al acuerdo logrado.
Para Rosenblum, la participación de Estados Unidos en el proceso de Oslo es inevitable, dada la desconfianza entre Arafat y Netanyahu, que no se disipó ni aún después de los nueve días que los dos líderes pasaron juntos en la bahía de Chesapeake. (FIN/IPS/tra-en/jl/di-ff/ip/98