El gobierno de Estados Unidos considera que el poder militar y formas relacionadas de coerción serán más efectivos que la diplomacia a comienzos del siglo XXI, y muestra de ello es el gasto aprobado para el rubro defensa.
El presupuesto general aprobado por el Congreso la semana pasada incluyó significativos aumentos de fondos para el Pentágono (Departamento de Defensa), los servicios de inteligencia y la guerra contra las drogas.
En cambio, el gasto en ayuda al exterior y en el Departamento de Estado, que está muy por debajo del nivel registrado durante la guerra fría, permanecerá más o menos incambiado el próximo año.
Aunque el presidente Bill Clinton logró los 18.000 millones de dólares que pedía para el Fondo Monetario Internacional (FMI), no obtuvo los casi 1.000 millones de dólares para pagar los aportes atrasados a las Naciones Unidas, en una señal más de que Washington aún no detuvo su tendencia aislacionista iniciada al finalizar la guerra fría.
Otra señal es la falta de acción del Congreso este año sobre varios temas internacionales apremiantes. Por ejemplo, el Senado – dominado por los republicanos- se negó a ratificar el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares.
Tampoco ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, pese a un esfuerzo de último momento de la administración Clinton basado en las concesiones que obtuvo en 1994 sobre el gobierno y la administración del régimen de minería submarina creado por el tratado.
La negativa del Senado significa que Washington perderá los asientos que tenía garantizados en la autoridad sobre minería.
"Estos dos tratados se transformaron en víctimas de la desconfianza visceral de la derecha republicana hacia cualquier cosa multilateral", declaró un secretario del Congreso cuyo jefe impulsó la ratificación de ambos acuerdos.
"Esto demuestra que el ala aislacionista del partido está viva y coleando, aunque Clinton haya obtenido los fondos para el FMI", agregó.
No fue sólo el Congreso el que dio la impresión de un progresivo aislacionismo este año. Al negarse a firmar el tratado de prohibición de minas de tierra y rechazar la creación de un Tribunal Penal Internacional independiente, el propio Clinton contribuyó a esa impresión.
En ambos casos el presidente, quien siempre prefirió evitar enfrentamientos sobre política exterior con la derecha, aparentemente cedió a las presiones de los altos militares del Pentágono, por lejos la más poderosa de todas las burocracias de seguridad nacional de Washington.
En contraste con los presupuestos de ayuda exterior y del Departamento de Estado para 1999, el del Pentágono aumentará a 279.000 millones de dólares.
Se trata del primer incremento real en el gasto de defensa desde 1985, justo antes de que empezaran a aliviarse las tensiones de la guerra fría con el ascenso de Mijail Gorbachov a la presidencia de la Unión Soviética.
El aumento, que incluye fondos extra para que Washington desarrolle un polémico sistema de misiles antibalísticos, elevará el gasto militar de Estados Unidos a más de un tercio del gasto militar mundial.
En los últimos años, el presupuesto nacional de defensa ya excedía el de todos sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Rusia combinados.
De manera similar, la financiación de las agencias de inteligencia se elevará a 29.000 millones de dólares en 1999, en el mayor incremento anual en 15 años (más de siete por ciento).
La mayor parte del dinero adicional se utilizará para nuevos satélites espías, aunque otra parte se destinará al reclutamiento de nuevos espías humanos, según informes.
Las cifras exactas del presupuesto de inteligencia, que se divide entre seis agencias militares y civiles, permanecen clasificadas.
Así mismo, Clinton apenas pudo contener los esfuerzos republicanos por recortar los presupuestos de ayuda al exterior y del Departamento de Estado, que están cerca de su nivel más bajo desde el comienzo de la guerra fría, hace más de 50 años.
Washington sólo gastará 13.500 millones de dólares en ayuda al exterior el año próximo, aproximadamente la mitad de lo que invirtió en términos reales en 1985.
De todos los países industrializados del mundo, Estados Unidos invierte en ayuda al exterior la menor proporción de su producto interno bruto, y esta tradición continuará el año próximo.
Sin contar la asignación para el FMI, el gasto total en diplomacia descenderá por debajo de 19.000 millones de dólares, cifra que representa apenas poco más de uno por ciento del presupuesto federal y sólo 10 por ciento del gasto del Pentágono.
"Somos la única superpotencia militar y económica del mundo", destacó John Rielly, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de Chicago, hablando a una comisión de alto nivel sobre el futuro de la diplomacia nacional.
"Sin embargo, nuestra influencia en el mundo está disminuida porque no tenemos una potencia comparable en el ámbito diplomático", lamentó. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/ip-if/98