Cinco años deambuló Milena Tucuara por grandes ciudades de Colombia en busca de alternativas a su trabajo de empleada doméstica, hasta que escuchó el llamado de sus ancestros y regresó al Cabildo Indígena de Guaipá, en el central departamento de Tolima, del que ahora es gobernadora.
Con una mirada entre pícara e ingenua y la sonrisa amplia, Tucuara habla de su más reciente logro, el premio "La Mujer Nutre al Mundo", de la Fundación Cumbre de Mujeres Suizas, que la escogió a ella y a otras 32 líderes campesinas del mundo, por sus proyectos en favor del hombre y la naturaleza.
Fue postulada por el Proyecto de desarrollo de la participación comunitaria en el sector forestal (Pacofore), que se aplica en los departamentos de Tolima, Caldas, Risaralda y Quindio, en la cordillera andina.
Pacofore cuenta con el auspicio del Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y los gobiernos de Colombia y Holanda.
Una primera fase exitosa (1993-97) garantizó su prórroga hasta el año 2000, con una cobertura de 34 municipios, que incluyen tres cabildos indígenas, uno de los cuales es el de Guaipá que gobierna Tucara, quien el viernes 23 recibió el premio en la alcaldía de Manizales, capital de Caldas.
"Este premio me lo merezco porque Dios vio las cosas que he hecho por la gente, por los niños, por las mujeres indígenas y por la comunidad. El mundo es de todos y todos debemos capacitarnos para lograr una mejor calidad de vida", dice.
"Nuestra propia forma de ver el mundo es a partir de lo que tenemos: la naturaleza, la tierra, el sol, que son la fuente de vida de todos los seres del mundo", agrega.
Tucuara, quien bordea los 30 años, es la segunda de 11 hermanos y en su historia personal registra un matrinomio breve, dos uniones libres que le dieron dos hijos, John Edison Castillo de 14 años y Víctor Julio Cadena de seis.
Los 12 meses que duró su primer matrimonio le dejaron desazón: su esposo le impedía estudiar, por lo que sólo alcanzó el quinto grado de bachillerato. Por eso también se terminó la relación.
Su más reciente compañero, Julio Cadena, dirigente de la comunidad indígena como ella, murió en un hecho de la violencia cotidiana en Colombia en agosto de 1995, cuando lo mataron de un tiro en la cabeza mientras regaba un cultivo de limoneros. Su cadáver apareció flotando en el río Saldaña.
Tucuara no es la primera mujer que llega a la más alta posición de mando en su cabildo. En 1987, en tiempos de persecución de los terratenientes a los aborígenes, Rosa Vaquiró fue elegida gobernadora de Guaipá "porque era muy indígena y además era mujer y a ella no la iban a matar".
La elección de Tucuara el año pasado se sustentó en el trabajo comunitario que impulsó con la siembra de plátano e iguá, un árbol maderable de la flora nativa cuya copa en forma de paraguas ofrece una sombra muy necesaria en los climas cálidos.
La Constitución de 1991 reconoció la pluralidad y multiculturalidad de la nación. El cabildo es definido como una entidad pública especial y sus autoridades elegidas según su organización tradicional, reconocidas plenamente.
El Cabildo de Guaipá, en el municipio de Ortega, habitado por un centenar de miembrios de la etnia coyaima natagaima, también conocida como pijao, se localiza sobre la margen izquierda del río Magdalena, principal vía fluvial del país, cuyas riberas han sido severamente afectadas por la tala.
A esta región pertenece Tucuara, cuya elección también se relaciona con los problemas que atravesaba su comunidad a causa del fenómeno de El Niño y de la sequía, que exigían personas con pericia en el trabajo de la tierra para lo cual ella contaba con la experiencia acumulada desde que renunció a vivir en la ciudad.
"Yo fui allá, al cabildo, y vi cómo han logrado recomponer los bosques de iguá", dijo a IPS el ingeniero forestal Jorge Forero, del Departamento Nacional de Planeación, entidad que coordina el Pacofore, quien destaca el componente de género del proyecto, enfocado a la capacitación de líderes rurales.
En el balance de la primera etapa quedó claro que la participación de mujeres resultó decisiva en la extensión y buena acogida del programa, afirma Forero, para quien esto es particularmente notable en el caso de las comunidades indígenas.
El experto dice que llegar a las comunidades aborígenes "es difícil porque tienen costumbres muy arraigadas y a veces son reticentes a la influencia del exterior".
"Sin embargo, cuando se convencen de un proyecto resultan los mejores multiplicadores, porque ellos tienen claridad sobre la importancia de conservar la naturaleza", agrega.
Tucuara confirma esta apreciación. "La tierra es lo más sagrado que tenemos y es lo único que podemos dejarles a nuestros hijos y a las generaciones futuras", señala.
En comparación con otras comunidades rurales, los indígenas "no son muy dados la productividad sino que fundamentan su trabajo en la subsistencia", indica Forero.
La gobernadora de Guaipá avala esta afirmación. "Para nosotros, nuestra madre es la tierra y la tierra no se cambia por plata, es de nosotros porque nadie vende a la mamá", afirma.
Forero cree que uno de los problemas que subyace en el proceso de deforestación en Colombia es que "no se valora el recurso natural".
"No se informa que de la madera se pueden obtener hasta 16 productos de los que se logran del petróleo, por ejemplo, y cuando se les dice a los campesinos y colonos pobres que hay que conservar por conservar, la gente no entiende", dice.
"Hay que fomentar una cultura del árbol. Explicar que los bosques no son un obstáculo para el desarrollo y el progreso", afirma el ingeniero forestal, quien asegura que el país está urgido de políticas que fomenten la silvicultura y reviertan la tala indiscriminada.
El avance del programa se explica también porque cuando comenzó la cooperación internacional ya había camino recorrido, primero con el Plan de Acción Forestal para los Trópicos, impulsado por FAO, y luego con el Programa de Participación Comunitaria de los Andes, en Colombia, Bolivia, Ecuador y Perú.
Con ese antecedente surgió el Pacofore, que en la etapa actual cuenta con unos 50 expertos en asistencia técnica y un presupuesto de cinco millones de dólares, de los cuales el gobierno de Holanda aporta tres millones y el de Colombia los otros dos millones. (FIN/IPS/mig/ag/dv/98