La creciente demanda de la industria del papel lleva a grandes empresas trasnacionales a estimular la forestación masiva en América Latina para satisfacer sus necesidades de materia prima, lo cual genera graves daños al ambiente.
El monocultivo de árboles, en especial el eucalipto, variedad preferida en todo el mundo por su capacidad de adaptación y velocidad de desarrollo, implica contaminación, erosión y compactación de los suelos entre otros daños ambientales, aseguran diversos especialistas.
"Se contamina porque, por ejemplo, se deben matar las hormigas dentro y en el entorno de la plantación, hasta cien metros a la redonda", dijo el uruguayo Ricardo Carrere, coordinador internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM, por sus siglas en inglés).
Ello requiere la utilización de insecticidas fosforados extremadamente venenosos, que eliminan los insectos, los pájaros y contaminan el suelo y el agua.
Los países industrializados propician la forestación en el sur para satisfacer las necesidads de la industria papelera, pero también con el fin de constituir una suerte de "barrera verde".
"Las naciones ricas, que son las principales emisores de carbono a la atmósfera, pretenden forestar 130 millones de hectáreas en el sur para que los árboles retengan" ese elemento, explicó Carrere, para quien esa iniciativa es "portadora de enormes costos ambientales".
Holanda ya está instrumentando la forestación de 75.000 hectáreas de eucaliptos en Ecuador, al tiempo que otras naciones europeas promueven proyectos similares en los países del Mercado Común del Sur (Mercosur).
Estas plantaciones, en caso de que se lleven a cabo, determinarán que millones de hectáreas sean ocupadas con un monocultivo improductivo, "pues los árboles no serán cortados sino que estarán ahí para absorber el carbono que los países ricos liberan en la atmósfera", comentó Carrere.
Organizaciones ambientalistas de diversos países latinoamericanos reunidas en Uruguay también denunciaron las consecuencias de la "forestación indiscriminada" sobre el ambiente y sobre grupos humanos desplazados de sus hábitat, por ejemplo en Brasil.
En un estudio difundido este año, la Comisión Económica para América Latina afirmó que el modelo forestador de Chile, puesto como ejemplo internacional de eficiencia fue la actividad agrícola que más expulsó campesinos del medio rural.
A su vez, en un encuentro realizado en Montevideo en junio, el WRM manifestó su preocupación por "la reciente y acelerada invasión de millones de hectáreas de tierras y bosques por medio de plantaciones de madera para pulpa, palma africana, caucho y otros cultivos forestales industriales".
Grupos miembros del WRM en 14 países detectaron "reducción de la fertilidad y aumento de la erosión y compactación del suelo, pérdida de biodiversidad, disminución de agua subterránea y superficial y aumento de riesgos de incendio" como los impactos ambientales más frecuentes del monocultivo de árboles.
"En áreas agrícolas, las plantaciones han minado la seguridad alimentaria al usurpar espacios a los cultivos y las pasturas, promoviendo de este modo la pobreza a nivel local", alertó el texto conocido como "Declaración de Montevideo"..
El WRM estimó que la gran escala de las plantaciones está determinada por la enorme demanda de pulpa de madera.
"Una fábrica de celulosa que cuesta 1.000 millones de dólares puede producir entre medio millón y un millón de toneladas de celulosa al año, y hacer pasar por sus máquinas el caudal de agua equivalente a un río entero", indicó.
Esta industria "recibe masivos subsidios directos e indirectos, incluyendo exenciones impositivas, subsidios monetarios, obras de infraestructura y supresión de la organización sindical, gracias al ejercicio del poder político", agregó.
Carrere observó que estas grandes empresas empiezan a poner sus ojos en América Latina no solo como productora de madera sino también de celulosa.
"El proceso que transforma la madera en celulosa es altamente contaminante, y el que convierte la celulosa en papel lo es muchísimo menos", agregó el técnico uruguayo. Ese segundo proceso, explicó, se desarrolla, por lo general, en los países industrializados.
La tendencia es a que los procesos muy contaminantes sean efectuados donde se produce la madera. La celulosa es luego exportada hacia el norte, pronta para procesar.
En el libro "El papel del sur", del cual es coautor, Carrere afirma que Estados Unidos y Japón representan casi la mitad del consumo mundial de papel. Treinta por ciento de la producción mundial es usada en publicaciones de prensa, y 40 por ciento en embalajes.
"Tenemos un mensaje difícil de difundir, porque hay que decirle a la gente que plantar árboles puede ser dañino. Una plantación no es un bosque, es una fábrica con raíces", destacó el coordinador del WRM.
En América Latina, el Mercosur es una de las áreas donde más creció en los últimos años la industria forestal.
En 1997, los países que integran el bloque (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y Chile, que está asociado a él, exportaron un millón de toneladas de madera rolliza, en especial hacia España y Portugal, y, en menor medida, a Finlandia, Noruega y Marruecos.
Sesenta por ciento de ese volumen procedió de Uruguay, la nación del área en que más creció esta industria desde 1995 y una de las que mayores posibilidades tiene de continuar expandiéndola.
Estadísticas de dependencias estatales de Uruguay y Argentina establecen que Brasil presenta una superficie de cinco millones de hectáreas plantadas de bosques, a un ritmo anual de plantación de 200.000 hectáreas. (FIN/IPS/dg/mj/en/98