Expertos en política exterior urgieron al gobierno de Estados Unidos a adoptar una actitud más activa contra los radicales del movimiento islámico Talibán, que controla más de 90 por ciento del territorio de Afganistán.
Por lo menos, Washington debería tratar de fortalecer a los elementos moderados de Talibán y presionar a Pakistán y Arabia Saudita para que hagan lo mismo, sugirieron analistas menos de dos meses después de los ataques con misiles de Estados Unidos contra supuestas instalaciones terroristas en el país asiático.
«Los hechos en Afganistán amenazan la estabilidad en el Golfo, Asia Central y el subcontinente indo-paquistaní», advirtió el jueves Zalmay Jalilzad, asesor de seguridad nacional durante la presidencia de George Bush, en una audiencia del Senado.
Las tensiones crecientes entre Irán y Afganistán, que según Teherán se manifestaron el jueves en un choque armado en la frontera, pueden afectar a toda la región, previno Geoffrey Kemp, del Centro Nixon para la Paz y la Libertad.
«Estados Unidos tiene mucho en juego en esta situación», y la guerra entre los dos países debilitaría las fuerzas moderadas del presidente Mohammed Jatami en Teherán, observó.
Algunos expertos incluso reclaman que Washington brinde apoyo encubierto a fuerzas antitalibanes, posiblemente en coordinación con Irán, si el movimiento sunita fundamentalista rechaza las demandas estadounidenses.
Estas incluyen la expulsión de supuestos terroristas extranjeros, el respeto a los derechos de las mujeres y las minorías étnicas, y la represión de los traficantes de drogas.
Los analistas también están preocupados por la influencia que pueda tener Talibán sobre Pakistán, que cuenta con armas nucleares y cuyo servicio de inteligencia fue el principal auspiciante del movimiento desde sus inicios.
«Pakistán está cerca del colapso financiero y político, en momentos en que miles de talibanes paquistaníes pueden ser enviados de regreso a su país», advirtió Barnett Rubin, del Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York.
«Pakistán es una nueva potencia nuclear que se enfrenta a una posible desintegración institucional y un violento conflicto civil», indicó Rubin.
Prueba de ello, dijo, es el aumento de la violencia entre militantes chiítas y sunitas y la creciente tensión entre el ejército y el gobierno del primer ministro Nawaz Sharif.
Así mismo, Talibán podría reavivar el islamismo radical en los nuevos países de Asia Central, cuya estabilidad está ya amenazada por el ingreso de refugiados y el aumento del tráfico de drogas, explicó Martha Brill Olcott, del Instituto para la Paz.
El conflicto en Afganistán priva a esas naciones de una ruta para llevar su petróleo y gas al mercado, y aumenta su dependencia de Rusia, agregó.
Washington invirtió cientos de millones de dólares en ayuda a las fuerzas mujaidines en los 80, y luego se distanció del país cuando éstas controlaron la capital, Kabul, en 1992.
Cuando Talibán se impuso en Afganistán en septiembre de 1995, Estados Unidos esperaba que llevara la paz al país, tras 17 años de guerra civil, pero luego comenzó a criticarlo.
Inicialmente cuestionó su tratamiento a las mujeres, y después acusó al movimiento de estar vinculado a los atentados con bombas contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, el 7 de agosto último.
Según Washington, los atentados fueron perpetrados por una red terrorista dirigida por Osama bin Laden, un millonario saudita que vive en Afganistán como huésped del régimen Talibán desde hace dos años.
El ataque con misiles sobre Afganistán tuvo como blanco principal a Bin Laden y su infraestructura. Estados Unidos reclamó luego a Talibán que entregara al industrial a la justicia y que el país dejara de ser «una base terrorista».
Washington informó que aumentó su apoyo a los esfuerzos de las Naciones Unidas para negociar el cese del fuego y llegar a un acuerdo político que ponga fin a la guerra civil e instaure un gobierno democrático.
También condenó la captura y muerte de diplomáticos iraníes el mes pasado y la presunta matanza de chiítas por parte de Talibán, además de apoyar la investigación internacional de estos incidentes, que precipitaron la actual confrontación en la frontera irano-afgana.
Pero los especialistas creen que el gobierno estadounidense debe hacer mucho más.
Jalilzad dijo a los senadores que Washington debe ofrecer a los talibanes un acuerdo por el que ellos cumplirían con la expulsión de Bin Laden, el cese al fuego y negociaciones para un gobierno representativo a cambio del reconocimiento y la ayuda de Estados Unidos.
Si tal oferta es rechazada, el país norteamericano debe intentar dividir a Talibán, fortalecer sus fracciones más moderadas y presionar a Pakistán y Arabia Saudita para que cesen su apoyo, propuso Jalilzad.
Opinó que también se debe considerar cooperar con Irán en la guerra contra Afganistán y brindar ayuda a los grupos antitalibanes.
Rubin coincidió con la idea de dividir el movimiento, pero se opuso a la de prestar ayuda a otras fuerzas, pues «la sociedad afgana no podría resistir el impacto de más guerra y violencia».
Para ganar el apoyo de Pakistán, opinó Rubin, Washington debe ayudarle financieramente con la condición de que deje de apoyar a Talibán.
Así mismo, sugirió que se entable un diálogo con Teherán, pues el acercamiento con Irán «ejercería una fuerte presión sobre Pakistán». (FIN/IPS/tra-en/jl/di-ml/ip/98