YUGOSLAVIA: La corrupción no tiene límites

El presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, actuó con naturalidad cuando tomó el teléfono para pedirle a un par si podía ayudar a un amigo suyo en problemas con la justicia. Después de todo, en este país esos favores se hacen casi todo el tiempo.

El detalle es que el amigo era el banquero Milija Zecevic, que está sometido a juicio por fraude en Francia, y el par el presidente francés Jacques Chirac, quien según la prensa de Belgrado se excusó de intervenir pues, en un estado donde impera la ley, "el mandatario no influye en el poder judicial".

La actitud de Milosevic fue comprensible, dijeron analistas locales, puesto que en este país (integrado por Serbia y Montenegro) el presidente tiene suficiente poder como para presionar a los tribunales, y es normal que el gobierno intervenga en algunos procesos.

"Actos que normalmente serían considerados como crímenes fueron sobreseídos en nombre de los 'altos intereses' del Estado. Algunos estuvimos de acuerdo con esa actitud, otros no, pero ahora todos sufrimos las consecuencias", dijo el ex juez y abogado Milan Markovic.

Un estudio de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado advirtió que "la corrupción y el uso de influencias políticas sobre diversos sectores del país se han transformado en un estilo de vida, una profesión o un negocio exitoso".

"La sociedad se ajustó con una facilidad asombrosa a esta irregularidad", agregó.

En algunos departamentos universitarios, es normal la compra de buenas calificaciones a cambio de unos cuantos marcos alemanes. En los hospitales, los primeros puestos en las filas se compran en divisas y quienes no tienen dinero ni contactos pueden morir en la sala de espera.

La gente ya no pregunta más. ¿Cómo fue que la hija de Milosevic, una periodista poco conocida de una revista pequeña, logró tomar el control de una estación nacional de radio y televisión?

¿Cómo fue que el hijo de Milosevic, de 23 años, se convirtió en un magnate propietario del mayor club nocturno de los Balcanes, con el monopolio en la importación de chocolate, whisky y cigarrillos?

"La gente se acostumbra", dijo el analista social Dejan Dkordjevic. "Como en el caso de Zeljko Raznjatovic, un conocido delincuente apodado 'Arkan', quien durante años ha sido presentado como patriota y empresario, algo que influye en la opinión pública sobre su persona".

Raznjatovic cometió delitos en Suecia, Alemania, Holanda y Suiza, y protagonizó una espectacular fuga desde una cárcel belga, antes de asumir a comienzos de los 90 el liderazgo de un grupo paramilitar investigado por la Corte Internacional de Justicia por presuntos crímenes de guerra.

"Arkan" fue miembro del parlamento y actualmente es líder del Partido de la Unidad Serbia. Su encumbramiento fue típico del período entre 1992 y 1995, cuando el país sufrió las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas por el conflicto en Bosnia.

Personas como Raznjatovic se encargaban de mantener el abastecimiento de combustibles y municiones, con el respaldo del Partido Socialista de Milosevic y de una red de bancos y empresas encabezados por personajes cercanos a esa fuerza política. Y como parte de ese proceso, se hicieron millonarios.

"Era imposible que el sistema judicial permaneciera aislado en una sociedad donde todo estaba cambiando", comentó el presidente de la Asociación de Jueces de Serbia, Boza Prelevic.

Esta organización fue fundada para defender el buen nombre del sistema legal de este país. Desde 1993, unos 700 jueces renunciaron a sus puestos porque, según Prelevic, "ya no podían soportar las presiones de personas que estaban en el poder".

Los jueces activos no hacen comentarios sobre la situación, pero los abogados serbios critican en forma constante un sistema con un grado de corrupción tan avanzado que existen tarifas para conseguir ciertos favores.

Por unos 5.600 dólares se puede comprar la libertad bajo fianza de un condenado a un período de tres a 15 años de prisión. Un informe favorable del médico forense o del inspector de accidentes cuesta 1.200 dólares.

El prestigioso abogado Jovan Burotovic comentó que este tipo de corrupción es muy difícil de probar.

Pero la falta de evidencias no basta para tapar la visibilidad de los nexos entre empresas, políticos, delincuentes de renombre y jueces.

En 1993, un empresario italiano llamado Giovanni Di Stefano apareció en Belgrado y en poco tiempo ya tenía la nacionalidad yugoslava. Se involucró en una amplia gama de negocios. En 1994 fue detenido por una irregularidad, pero salió muy pronto de la cárcel tras la intervención de la oficina del presidente.

Su liberación no detuvo la investigación y comenzaron a conocerse sorprendentes detalles. Por ejemplo, que su pasaporte yugoslavo tenía como dirección la del presidente Milosevic. Al poco tiempo, el empresario italiano se transformó en portavoz internacional del partido de Raznjatovic.

El juez que lo condenó renunció cuando sus investigaciones fueron saboteadas, y ahora trabaja como abogado en Belgrado.

Y el funcionario que ordenó liberar a Di Stefano, el juez municipal Dragan Jankovic, fue invitado a la boda del empresario un año más tarde.

Jankovic es ahora el ministro de Justicia de este país. (FIN/IPS/tra-en/vpj/rj/lc-ml/ip/98

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