(Arte y Cultura) RUSIA: Libros y medios de comunicación en tiempos de crisis

En Rusia hay colas para casi cualquier cosa en estos tiempos de crisis en que la población acapara productos para enfrentar la escasez del invierno, pero sin duda la más sorprendente de todas fue la que se formó a las puertas de la 11 Feria Internacional del Libro, en esta capital.

La Feria se realizó en el pico de la crisis política y financiera de septiembre, y fue definida como «una fiesta en medio de la peste». En el centro de exhibiciones se congregaron 1.500 editores, mayoristas y libreros, visitados por decenas de miles de rusos.

«Es sorprendente que aún haya tanto interés por los libros, incluso los publicados en francés», comentó a IPS el representante de France Editions, Stéphane Bardinet.

El público incluyó a numerosos buscadores de ofertas, pero también había mucho interés por nuevas publicaciones.

El director de educación de la Asociación de Librerías de Estados Unidos, William Dickerson, expresó sorpresa por el hecho de que «tantos moscovitas prefieran comprar libros en vez de acaparar provisiones».

Una gran cantidad de libros eran importados, y las propias editoriales rusas dependen de materiales importados, que se encarecieron tras la devaluación del rublo.

«La publicación de libros en Rusia y otras actividades del rubro, como la importación, fueron muy afectadas por la crisis, y es muy poco probable que haya nuevas iniciativas si no retorna la calma», comentó el director de la editorial Mezhdunarodnaya Khiga, Yuri Kurenkov.

Después de 1991, en este país se abrieron centenares de empresas dedicadas a la edición de libros o de publicaciones en general, lo cual desató una competencia feroz, y a veces también violenta.

Los dos principales ejecutivos de la editorial Drofa, que edita 80 por ciento de los textos escolares, fueron asesinados por matones a sueldo de mafiosos que, según versiones, aspiraban a controlar parte de ese negocio.

En el caso de los medios de comunicación, la escena también es compleja. En Rusia hay 2.000 revistas, y cada semana el Comité de Prensa registra 20 nuevas revistas y periódicos.

Pero pese a que el Kremlin manifiesta su satisfacción por la libertad de prensa en la Rusia democrática, muchos parlamentarios, incluso el presidenciable Alexander Lebed, han criticado el hecho que los medios de comunicación masivos están bajo el control de un pequeño grupo de financistas.

Empresas pertenecientes al multimillonario Boris Berezovsky controlan acciones en la televisora ORT y el diario Nezavisimaya Gazeta. El grupo Most Media, de Vladimir Gusinsky, es propietario de la estación NTV, de la radio Ekho Moskvy, del diario liberal Segodnya y de la revista Itogi.

Hay otros barones en este negocio, un grupo de millonarios conocidos como «oligarcas».

«En estos días la libertad de prensa es uno de los bienes que aún le quedan a la democracia rusa», proclama el respetado Vitaly Tretyakov, editor de la Nezavimaya Gazeta. Sólo que su propio periódico es propiedad de un imperio económico, el de Berezovsky.

La influencia de los oligarcas es visible. Tres grandes bancos, el Uneximbank de Vladimir Potanin, el Most-Bank de Gusinsky y el Menatep Bank tenían cada uno su periódico y se atacaban entre ellos.

Debido a la crisis, se unieron en el megabanco Rosbank, y la antipatía entre sus medios de comunicación cesó de inmediato.

«La televisión rusa y otros medios deberán aprender a sobrevivir en la crisis», advirtió la ex directora general de ORT televisión, Ksenia Ponomaroya.

Ella misma renunció tras lo que denominó como «conflicto gerencial» con Berezovsky, quien pasó sobre la directora al instalar a un nuevo encargado del programa periodístico Vremya, Sergei Dorenko.

Dorenko parece apoyar a Lebed, que ahora aparece reiteradamente en la pantalla.

Los empresarios también tienen otros mecanismos para ejercer influencia. El Uneximbank, que tiene acciones en el Russky Telegraf, le exigió a su director Leonid Zotlin que recortara los gastos. «Vamos a hacerlo de la mejor manera posible», dijo el editor a IPS.

«Los viejos magnates pueden usar los medios de comunicación que les quedan para ganar influencia, pero ahora hay fuerzas más poderosas que la televisión. Los medios eran efectivos en un país más estable», comentó Leonid Bershidsky, analista de The Moscow Times.

«En este momento, los medios son casi lo único que le queda a los oligarcas. Ellos tratarán de mantenerlos a flote aún si tienen pérdidas, incluso sacrificarán sus yates y casas en el extranjero», dijo.

Hasta hace poco, 95 por ciento de los ingresos procedían de la publicidad, pero los anunciantes han visto declinar su poder de compra. Y son escasos los diarios que subieron los precios ante la aparición de la crisis, lo cual les permitió mantener los lectores, aunque afecta su viabilidad económica.

Antes de la crisis, los medios se habían concentrado en la clase media, la única que tenía dinero sobrante para gastar, pero la recesión está generando despidos masivos de trabajadores, lo cual terminará por afectar el número de lectores.

«Nuestro equipo prefiere dejar de cobrar su sueldo antes que paralizar la publicación», dijo el director del diario Izvestia, Vasily Zaharko, que en la era soviética era el segundo más grande del país. Y ahora, es posible que deban cumplir esa promesa.

Entre tanto, los medios también son blanco de políticos que quedan descontentos con sus revelaciones. El semanario político Novaya Gazeta tiene una larga lista de enemigos, gracias a sus denuncias sobre corrupción entre las altas esferas.

El reportero Alexander Minkin fue demandado por calumnias por el ex viceprimer ministro Anatoly Chubais, tras la publicación de un informe según el cual él había recibido sobornos de un banco. La corte desestimó la denuncia.

Pero los ataques contra el semanario continuaron. Las autoridades le ordenaron pagar más de 100.000 dólares por presuntas inrregularidades en el pago de impuestos, lo que forzó su cierre.

Con el respaldo de otros medios y de dirigentes políticos liberales, la publicación logró revertir esa medida en la Corte de Arbitrajes de Moscú. Sin embargo, su lucha por sobrevivir en medio de la crisis aún no ha terminado. (FIN/IPS/tra-en/sb/rj/lc-ml/cr/98

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