El presidente de Liberia, Charles Taylor, reconoció haber faltado en el primer año de mandato a su promesa electoral de reconstrucción del país tras la guerra civil y solicitó a la población una nueva oportunidad.
"No pude hacer lo que debía durante mi primer año en la presidencia. Gran parte de las expectativas no han sido cumplidas. Nuestra agricultura está devastada, nuestra infraestructura arruinada y nuestro pueblo decepcionado", admitió Taylor en el primer aniversario de su gobierno.
Taylor comenzó su mandato de seis años el 2 de agosto de 1997, tras haber conquistado 75 por ciento de los votos. Las elecciones, organizadas por la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (ECOWAS), pusieron fin a más de siete años de guerra civil.
La mayoría de los liberianos votaron por Taylor, un ex jefe militar, como forma de detener el conflicto interno.
"El que la estropea debe arreglarla", cantaban los votantes durante la campaña electoral del año pasado, en referencia a Taylor. "Mató a mi mamá, mató a mi papá, ahora votaré por él".
Taylor había prometido restaurar todo lo que los liberianos perdieron durante la guerra tan pronto como lo eligieran presidente.
Sólo unos pocos dudaron de sus promesas de dar a cada niño una computadora, restaurar el agua corriente y la energía eléctrica, introducir el dólar estadounidense como moneda nacional y reconciliar a las partes en pugna en pocas semanas.
El mandatario atribuyó su fracaso a "demoras inexplicables y promesas vacías" de la comunidad internacional, que se comprometió a ayudar a Liberia en sus esfuerzos de reconstrucción posguerra.
Una conferencia de donantes realizada el pasado abril en París prometió 220 millones de dólares para el programa de reconstrucción de Liberia, pero desde entonces sólo unos pocos países realizaron algunas entregas de dinero.
Estados Unidos entregó hasta ahora 55 millones de dólares, aunque, para disgusto de Monrovia, los paquetes se canalizan a través de organizaciones no gubernamentales.
Los votantes de Taylor creían que su elección como presidente pondría fin a años de matanzas, hambruna, enfermedades y desplazamiento de casi un millón de liberianos, y significaría además el comienzo de una nueva vida para ellos y su país.
Desde entonces, sin embargo, los liberianos siguen sin agua corriente limpia, seguridad adecuada, alimentación regular ni vivienda decorosa.
"La euforia electoral dio lugar a tiempos más duros, y ahora casi todos, si no todos los liberianos, andan con rostros ceñudos y melancólicos", comentó el periódico independiente Heritage.
Los artículos básicos alcanzaron precios desmesurados en un país donde los salarios oscilan entre dos y 21 dólares estadounidenses. El litro de gasolina se vende a 0,36 dólares, mientras un saco de 45 kilos de arroz, la comida básica nacional, cuesta 35 dólares.
La situación se complica porque la agricultura, de la que depende 75 por ciento de la población, está en ruinas, al igual que el sector de la minería, en especial la explotación del mineral de hierro.
La seguridad también es un tema de preocupación. "Los agentes de seguridad nos acosan día y noche", se quejó el jefe tribal Elijah Nagbe en una reciente conferencia en la vecina Costa de Marfil.
"Liberia debe poner la casa en orden. El gobierno debe controlar a sus fuerzas de seguridad y prestar atención a los derechos humanos", exhortó.
Sólo cinco meses después de la asunción de Taylor, uno de sus rivales, Samuel Dokie, junto con su esposa, hermana, primo y conductor fueron detenidos por agentes de seguridad y posteriormente hallados quemados en su automóvil.
Los sospechosos del crimen fueron liberados por la justicia por falta de pruebas, y los verdaderos asesinos permanecen a sus anchas.
Más de 250.000 personas murieron durante la guerra civil (1989- 1997), que destruyó la infraestructura y la economía nacional y costó a ECOWAS más de 12.000 millones de dólares, destinados a restaurar la paz. (FIN/IPS/tra-en/jc/mn/ml/ip/98