/BOLETIN-DD HH/ NICARAGUA: Niños de la guerra relatan sus experiencias

Se llama Fermín y su historia sintetiza el drama de cientos de niños y adolescentes de Nicaragua que se incorporaron por su voluntad u obligados a los grupos armados irregulares en los años 80 y 90.

Hoy tiene 18 años y vive en Ubú, una comunidad del norte del país, y cuando se incorporó a la "recontra", guerrilla opositora al entonces gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), tenía apenas 14 años.

"Yo estuve en la guerra porque no quería a los sandinistas. Metieron preso a mi papá porque mató a un hombre", relató Fermín, uno de 130 adolescentes y jóvenes de la posguerra entrevistados para una investigación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Instituto de Historia de Nicaragua.

"Estuve en combate. Daba miedo. Vi matar a varias personas. Los agarramos porque eran ladrones. El comandante los mandó fusilar, ésa era la ley. Yo sólo estaba viendo. A uno lo pusieron boca arriba y le dieron con un tiro en la cabeza" con un fusil AK- 47, dijo Fermín.

La investigación, realizada en marzo y divulgada la última semana, contiene la historia de adolescentes como Fermín que, a pesar de su corta edad, vivieron terribles experiencias personales como combatientes de la guerrilla antisandinista.

"A otros les enterraron cuchillos en el pecho y en el pescuezo", agregó el joven, que tiene ahora 18 años y que también participó en combates.

"Varias veces vi compañeros heridos y muertos. Durante un operativo contra tropas del ejército y la policía nos hicieron bajas, cinco muertos. Los sacamos y los enterramos en el monte", recordó.

Los adolescentes y jóvenes entrevistados por la OEA y el IHN estuvieron vinculados directa o indirectamente con los grupos armados, tanto en los años 80 como a comienzos de los 90.

La mayoría de ellos se desmovilizaron a mediados de 1997, año en que entregaron sus armas el Frente Norte 3-80 y el Frente Unido Andrés Castro, los dos grupos irregulares más numerosos que aún permanecían en armas en esa fecha.

De los 130, 111 son varones y 19 son mujeres. Cien de ellos tenían en el momento de la entrevista entre 15 y 18 años, por lo que combatieron cuando apenas eran niños.

Cuarenta y seis dijeron ser analfabetos y 26 haber cursado hasta segundo grado de primaria. Apenas ocho concluyeron la primaria, y sólo uno terminó el ciclo secundario. Setenta y siete dijeron que no saben multiplicar y 80 que no saben dividir.

Fermín es uno de los que abandonó la escuela. "Miré (consideré) bonito andar por ahí, con un arma… Yo creía que era tuani (bonito), yo me fui escondido de mis abuelos… Cuando uno es chavalo (niño), es bruto", relató.

Jorly, una niña de 15 años, también abandonó la escuela y se incorporó a un grupo armado. "Aprendí a leer, estudié hasta tercero" de primaria, dijo.

"Pensaba este año entrar a clase, pero ¿cómo? Aquí no puedo porque no puedo viajar a la escuela, siento muy largo (el viaje). Y como uso prótesis…. Creo que voy a ir a estudiar donde mis abuelitos, en Jinotega", dijo la joven, que perdió una pierna por la guerra y vive en Ayapal, al norte del país.

"Ahora lo que pienso es cómo trabajar para mantenerme hasta que me muera. A mí me gustaría ser maestra o aprobar mi primaria", confesó.

A pesar de las dificultades, 116 de los entrevistados afirmaron que si tuvieran la oportunidad de estudiar, así lo harían. Sólo 11 aseguraron que no tienen interés en proseguir sus estudios.

Entre los que están dispuestos a continuar estudiando, la gran mayoría aspira a cursar carreras como técnico agrícola y veterinario, maestros y mecánicos. Ciento quince de los encuestados nunca recibió capacitación profesional.

La OEA propone, a raíz de la investigación, la creación de institutos tecnológicos, bajo el régimen de internado, dirigido a estos jóvenes de la posguerra, dijo a IPS Sergio Caramagna, representante de la organización interamericana en Nicaragua.

"La idea es capacitarlos en materia de producción agrícola, pero también incluir valores humanistas y de derechos humanos", explicó el funcionario internacional.

"Nuestra propuesta es generar esas instituciones educativas con la ayuda del gobierno y de los donantes. Para ello existe cierta infraestructura y lo que se necesita es voluntad", agregó.

Más de 2.000 combatientes de grupos rearmados vinculados a las desaparecidas "contra" y "recontra" (oposición armada al otrora gobernante FSLN) y a las fuerzas armadas sandinistas entregaron sus armas el año pasado, según versiones oficiales.

La OEA estima que alrededor de 30 por ciento de los desmovilizados eran niños y adolescentes.

José Adán Guerra, viceministro de Defensa, aseguró a IPS que la primera fase de reinserción costó más de cuatro millones de dólares, de los cuales el gobierno aportó más de tres millones.

Además de suministrarles alimentos, medicinas, e instrumentos de trabajo, los ex combatientes fueron ubicados en 131 fincas que pertenecían al Estado. Pero el acceso a la tierra para cultivos de autoconsumo es una de las principales demandas de los niños y adolescentes que tomaron las armas.

Mientras 63 dijeron tener parcelas propias, 67 aseguraron no poseer tierra para sembrar. Por otra parte, 84 dijeron que trabajan como peones, sembrando para personas ajenas a sus familias.

Solo 36 dijeron trabajar con sus padres o con la persona que los crió, y, entre estos jóvenes, apenas seis reciben algún tipo de paga por su labor. Entre 124 y 126 confirmaron que tampoco poseen ganado, ni cerdos ni gallinas. Por tanto, resulta imposible cambiar su dieta y la de sus familias.

Pero, a pesar de las dificultades y los obstáculos en su reinserción social, la mayoría de los ex combatientes no desea retomar las armas.

"Ya no me volvería a ir porque es triste andar ahí. Anduve como cinco años, en la tropa de Walter, y ahí caminábamos como 30 chavalos, pero ya no me vuelvo", señaló Fermín.

"Mejor la vida civil porque es tuani (bonita), andar en guerra no es bueno", concluyó. (FIN/IPS/rf/mj/ip hd/98

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