Los niños "huelepega" de Venezuela protagonizan sin saberlo una polémica sobre la conveniencia de incluir un aditivo en los pegamentos para evitar su creciente uso como droga inhalante.
"Bah, yo la consigo igual y si no me busco otra cosa", dijo sin inmutarse Frank R., de 12 años, acostado en un solar vecino a la Plaza Venezuela de Caracas, donde duerme y apacigua su desesperanza con la inhalación de pegamento, comprado a uno de los minoristas que lo envasa para adictos infantiles.
Fernando Pereira, director de la organización no gubernamental por la infancia Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap) se alegró que el problema adquiera el protagonismo que merece, pero llamó a promover soluciones integrales, para evitar desviar a los niños hacia drogas "más duras" como el "crack".
La existencia de niños, niñas y adolescentes que inhalan los llamados pegamentos de contacto en todo el mundo ha adquirido proporciones dramáticas en los últimos años, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Más de 70 por ciento de los niños que sobreviven en la calle en todo el mundo inhalan esos pegamentos según Unicef. Su informe sobre el estado mundial de la infancia de 1994 sitúa en más de 60 millones los menores en situación de riesgo en las calles.
En Venezuela, el fenómeno de los niños y niñas en situación de riesgo o abandono es tan creciente como reciente y se multiplicó geométricamente los últimos seis años, al agravarse la caída del ingreso real de las familias y su consecuente desintegración.
Cecodap y otras organizaciones privadas indican que no existen cifras confiables sobre los niños de la calle -los que perdieron todo vínculo familiar y están en total abandono-, pero señalan que tan sólo en el entorno del Bulevar de Sabana Grande de Caracas pulula y sobrevive más de medio millar.
Huelepega es el título de una pegadiza canción en su honor, hecha por el duo dominicano Sandy y Papo, que extiende su tecnosalsa con pinceladas de rap por las costas del Caribe, y en que se insta a la gente de Venezuela a tenderles la mano.
El Rotary Club y otros entidades asistencialistas iniciaron una campaña destinada a que los pegamentos y otros productos químicos que contengan tolueno y ciclohexano -elementos que provocan la adicción- pasen a ser drogas restringidas.
Nicolás Briceño, coordinador del Proyecto Niños Huelepega de los rotarios, explicó que ante el drama de menores abandonados a su suerte que caen en la dependencia de los inhalantes, resulta incomprensible que los productos con las dos sustancias adictivas sean de venta libre a cualquier público y en cualquier negocio.
Un estudio del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas evaluó que los pegamentos inhalados dañan la memoria, el sistema nervioso central, la médula y los huesos, las capacidades cognocitiva, óptica y auditiva, y crean insuficiencia respiratoria.
Lo que levantó la polémica fue la demanda de que el gobierno obligue a los fabricantes de pegamentos a añadir al producto el aceite de semilla de mostaza, que crea unos síntomas que repelen su uso como inhalante e impide la adicción.
La asociación de industriales químicos replicó que el problema psicosocial de los miles de niños huelepega que deambulan por las calles de Venezuela debe ser atendido de forma integral, yendo a sus causas y no con un dudoso paliativo que afectaría a los que trabajan en forma legítima con los pegamentos.
"Las raíces del problema son profundas y estructurales y tienen que ver con la falta de oportunidades, la violencia, el abandono del hogar y la carencia de recursos", dijo el dirigente del gremio químico Hernán Morales.
Los industriales precisaron que no se oponen a incluir cualquier sustancia que haga repelente la pega para los niños, pero rechazan la mostaza, porque ella dañaría a los 100.000 trabajadores del calzado y los de otros sectores.
El ingrediente activo del aceite de semilla de mostaza o compuesto químico allylosothicynate es altamente tóxico, según los industriales, y añadieron que por su penetrante e irritante olor se rechazó su uso en países que comenzaron a aplicarlo, como Brasil, o pensaban hacerlo, como Honduras.
La Organización Panamericana de la Salud también habría desestimado su uso por los efectos nocivos para las personas expuestas, y para los fabricantes los "traficantes de la pega" eludirían la medida con la importación del producto sin mostaza.
Morales y Briceño coincidieron en que se debe prohibir la venta de pegamento a menores de 18 años, restringir los lugares donde se expende al granel y al detalle, y penalizar a quienes "reenvasan" el producto y lo revenden a los adictos infantiles.
Hellen Ruiz, coordinadora del área de tratamiento del estatal Instituto Nacional del Menor, que atiende en albergues especiales a unos 200 niños adictos a la pega y drogas ilegales, consideró ideal que existiera un aditivo neutro para los que operan el producto y repelente para los que lo inhalan.
Pero alertó que, sin ser experta, el mayor poblema es el consumo por los niños de "crack" y otras sustancias contenidas en la ley de estupefacientes, que causan efectos irreversibles.
El director de Cecodap remarcó que hay que tener en cuenta que se trata de niños y niñas física y psicólogicamente destruidos y adictos, con síndrome de abstinencia, a los que no se puede tratar con esquemas reduccionistas.
Detrás de un niño enfermo, hay una familia enferma y una sociedad enferma, dijo Pereira, y lo peor que pudiera pasar es que "se cayera en privatizar el problema".
Frank R. contó con desgana y pocos detalles a IPS una historia que corrobora lo subrayado por Pereira. Habló de su madre: "muy buena, eh, me quiere cantidad (mucho), pero pasabamos mucha hambre todos, yo y cuatro hermanos y eso que yo ayudaba".
Pero cuando ella llevó un hombre al rancho (tugurio) en que vivían de una empinada ladera del oeste de Caracas, comenzaron las golpizas del intruso "por cualquier cosa, sobre todo cuando se emborrachaba", hasta que no volvió más.
Desde hace un año Frank R. rueda por las calles y sobrevive con limosnas -porque "oye, yo no robo, soy sano (decente"- y se aferra a una lata de refresco con pegamento dentro, porque es la mejor evasión que conoce.
No sabía que había una canción de un grupo famoso para niños y niñas como él, y se despereza al escucharla con el grupo de cuatro "colegas"(amigos) que lo acompañan, más interesados por la música que por la letra, que les incita "arriba huelepega" y les cuenta: "a ti te he dedicado esta canción".
"Caminas por las calles del mundo/ como si fueras un vagabundo/ corriendo a mil por segundo", dice el estribillo de la canción de Sandy y Papo, que repiten muchas radios locales.
"La vida, el mundo, la ciudad, el barrio/ la gente que allí vive y lo que pasa adentro/ muerte, atracos sin ningún detalle/ las fuerzas del mal dominando la calle", dice otro pasaje del tecnomerengue dominicano, antes de pedir "a la gente de Venezuela que les tienda la mano, les de mucho amor y alegria".
"Niños que no saben lo que es la comida/ que se pasan el día buscando la pega/ que no tienen trabajo y no van a la escuela/", cantan Sandy y Papo, e insisten en que hay "niños huelepega en callejones sin salida/ buscando en la calle la manera de vivir/ y huelen pega para sobrevivir/ en su mundo/ mundo de fantasía". (FIN/IPS/eg/ag/ip/98