VENEZUELA: La inflación mensual más baja desde el golpe de 1992

Venezuela logró en junio una inflación de 1,3 por ciento, la más baja desde el intento de golpe de Estado de febrero de 1992, que sumergió al país en una crisis institucional que también alteró la economía y su conducción.

Venezuela se transformó con el avanzar de esta década en la nación latinoamericana con mayor inflación, despues de tener tradicionalmente uno de los índices de precios con menor movimiento en la región.

La tasa de junio supuso una neta desaceleración respecto del mes anterior, cuando los precios subieron 3,2 por ciento, pero los analistas lo consideran un oasis antes de un segundo semestre en que diferentes problemas presionarán contra la meta de contener la inflación este año en 28 por ciento.

La inflación acumulada del año se situó en 15,8 por ciento y en términos interanuales en 39 por ciento, en un frenazo inflacionario que el Banco Central adjudicó a la adopción de medidas monetarias y fiscales para controlar el gasto.

También la entrada en una nueva etapa recesiva influyó en la abrupta caída de inflación, según los analistas que sitúan la baja del consumo de junio en al menos 10 por ciento, mientras la Cámara de Comercio la eleva a 24 por ciento.

Venezuela ha sido vapuleada en el último año del gobierno del democristiano independiente Rafael Caldera por la mayor depresión de los precios del petróleo en 12 años, que supondría una merma de ingresos de entre 5.000 y 7.0000 millones de dólares en 1998.

El gobierno dijo esta semana que después de proyectar este año un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de seis por ciento, tras el incremento de 5,1 por ciento de 1997, ahora se conformaría con uno por ciento.

Durante el primer trimestre la economía todavía creció a un ritmo de seis por ciento, por el arrastre de 1997, comentó Freddy Rojas, antes de cesar el miércoles como ministro de Hacienda.

Pero el freno se comenzó a sentir desde abril y se profundizó en junio, cuando se agudizó el hundimiento de precios del petróleo y se hizo evidente que el producto del que depende la economía venezolana se mantendrá en valores bajos todo el año.

La previsión de un repunte inflacionario se sustenta en la insurgencia de varios factores que van a neutralizar los beneficios para los precios de una caída de la demanda.

El primero es la devaluación del bolívar, en un país cuyo aparato productivo depende en 70 por ciento de forma directa o indirecta de las importaciones, encarecidas por un deslizamiento de la moneda nacional de nueve por ciento respecto del dólar.

Solamente en junio el bolívar se depreció 3,5 por ciento respecto del dólar para situarse en 553,5 unidades por cada divisa, en una caída que se acentuó esta semana por los cambios en el gabinete económico y el anuncio del Banco Central de que serán modificadas las bandas de flotación cambiaria.

Durante esta semana el Banco Central debió vender en el mercado 600 millones de dólares para impedir que la caída del bolívar fuera más abrupta, ante un desbordamiento de la demanda de divisas por la incertidumbre financiera y monetaria.

Otro elemento es el de las tasas de interés. Las activas se movieron este jueves entre 60 y 70 por ciento, lo que ayuda al ahorro interno y a contener la presión sobre el bolívar, sobrevaluado en torno a 30 por ciento, según los expertos.

Pero, en contraposición, encarece los productos finales porque los agentes económicos trasladan el alto peso financiero a los precios.

Además, el gobierno batalla con el Congreso por lograr la urgente aprobación de una reforma tributaria para incrementar los ingresos y proyecta medidas de control de la evasión, que se traducirían en incremento de los precios.

A estos elementos que firmas consultoras y analistas financieros coinciden que neutralizarán las medidas del gobierno para contener la inflación se suma el impacto de la incertidumbre de un año electoral, que tradicionalmente impulsa en Venezuela los precios.

Ese elemento se agudiza en niveles sin precedentes en este año por el hecho de que el favorito para reemplazar a Caldera desde febrero próximo es el ex comandante golpista Hugo Chávez, con una propuesta de retorno a controles, revisión del pago de la deuda y de la privatización de algunas empresas.

Desde Nueva York llueven informes de las bancas de inversión y firmas de cálculo de riesgo con recomendaciones de congelar proyectos en el país y retirar capitales, ante la perspectiva de un triunfo de Chávez en diciembre.

Chávez protagonizó el primero de los dos cruentos intentos de golpe de Estado de 1992, que abrió una crisis institucional que revirtió o enlenteció las medidas que integraban un plan de reformas políticas y económicas impulsadas por Carlos Andrés Pérez (1989-1993).

El impopular paquete de medidas de apertura y desregulación había logrado entonces éxitos macroeconómicos, con un crecimiento del PIB de 9,1 por ciento en 1991 y a un retroceso de la inflación, que en enero de 1992 fue de 1,3 por ciento y se queria contener en 20 por ciento anual.

Tras la rebelión de Chávez, que fue liberado por Caldera al llegar al poder en febrero de 1994, la inflación trepó en febrero a 2,8 por ciento, en el inicio de un periodo de zigzagueos entre el retorno al populismo y vuelta al neoliberalismo que aún no ha culminado.

Caldera aplicó durante su primer bienio un plan de control financiero y cambiario, que fracasó en contener los precios y erosionó el ya pauperizado ingreso de los venezolanos, cuyo valor real ha caído 40 por ciento en los últimos cinco años, según indicadores independientes.

El gobierno retornó en abril de 1996 a la senda neoliberal con un programa de ajustes que quintuplicó los precios de la gasolina y provocó una devaluación lineal de 120 por ciento, pero devolvió a los inversores al país y quebró en 1997 un trienio recesivo.

Durante el gobierno de Caldera, la inflación anual ha sido de 70,8 (1994), 56,6 por ciento (1995), 103,2 por ciento (1996) y 37,6 por ciento (1997). Los analistas pronostican para 1998 una tasa de entre 35 y 40 por ciento. (FIN/IPS/eg/mj/if/98

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