Con escenarios naturales de tarjeta postal, Saint Ann, en el norte de Jamaica, es conocido como el distrito de los jardines, el paraíso de los turistas y la capital de la marihuana en la isla.
Pero la región se convierte en un fantasma de lo que fue, debido a la ofensiva del gobierno contra el lucrativo negocio de las drogas.
El distrito de St.Ann, próspero en el pasado, con una pujante industria de la construcción, languidece ahora en la pobreza. Más de 85 por ciento de la economía de la marihuana fue eliminada y los agricultores dicen que los dejaron sin alternativas.
La policía incautó en junio 150.000 kilogramos de marihuana prensada y destruyó dos hectáreas de plantaciones. Esas operaciones de represión son cada vez más frecuentes en St. Ann, donde la mayor parte de la marihuana cultivada y procesada se destina a Estados Unidos.
"Algo debe hacerse para superar la actual incertidumbre económica en la región, especialmente entre aquellos agricultores que en el pasado producían 'ganja" (marihuana), señaló Donavon Smikle, un oficial de policía asignado a St. Ann.
"Los dejan sin nada, y lo único que (los campesinos) pueden hacer es volver a sembrar marihuana. No tienen otra alernativa. Deben mantener a sus familias, y la desesperación los llevará a cultivarla otra vez", advirtió el policía.
Smikle es de los que creen que el gobierno tendría que haber puesto en práctica programas para ayudar a los agricultores, que durante años no conocieron otra forma de vida que la marihuana.
Algunos agricultores de St. Ann empezaron a sembrar marihuana a fines de los años 60 como cultivo secundario, con la intención de sustituir con esa mata, si tenían éxito, los cultivos tradicionales de batata dulce, papas, banano, café, caña de azúcar y naranjas.
Muy pronto comprobaron que la marihuana era la alternativa más lucrativo y a principios de los años 70, ese cultivo se convirtió en el principal rubro económico del distrito.
Tres de cada cuatro agricultores estaban vinculados directamente a su producción, y cinco de cada 10 se relacionaban indirectamente con ese cultivo, que aportaba 65 por ciento de los ingresos de St. Ann.
La demanda de marihuana creció en los años 70, tanto en Jamaica como internacionalmente y ese hecho aumentó la cantidad de campesinos dedicados a su producción.
Unos 40 agricultores cultivaban marihuana en St. Ann en la década de los 60, la mayoría miembros del grupo rastafari, que la usa en ritos religiosos.
Pero a comienzos de los 70, ya eran más de 100 los campesinos que que tomaban parte en el cultivo y la distribución de marihuana, y el total llegó a 500 pocos años después.
La mayoría de esos hombres y mujeres habían practicado durante mucho tiempo una agricultura de subsistencia. Al crecer la economía de la marihuana, muchos de ellos lograron no sólo mantener a su familia sino también invertir en bienes raíces.
En 1980 se calculaba que 13.000 agricultores participaban de esa actividad ilegal.
Pero la cantidad disminuyó rápidamente en los últimos años, como efecto de la agresiva campaña de las autoridades contra el cultivo y tráfico de marihuana. También cayó el nivel de vida de gran parte de los 200.000 habitantes de St. Ann.
Robert Folkes, un trabajador social que vive en St. Ann desde hace 25 años, señaló que la reducción de los ingresos de la marihuana ha causado una significativa recesión en la industria de la construcción del distrito.
Ezekia Thomas, un agricultor de 55 años que comenzó a plantar marihuana en los años 70, dice que todo lo que posee lo compró gracias a ese negocio.
"Cuando me metí en el negocio lo hice por una razón: para producir un cultivo de fácil venta y que rindiera suficiente dinero para mantener a mi familia", explicó Thomas.
"El cultivo de marihuana cambió mi vida. Pude construir dos casas y comprar ganado y unas cuantas hectáreas de tierra. He hecho mucho dinero con mi negocio", agregó.
Thomas cree que el gobierno debería haber creado alguna alternativa para los agricultores antes de emprender la destrucción de la marihuana en St. Ann.
Thomas, como muchos otros jamaiquinos que no consideran la marihuana una droga dañina, no entiende por qué las autoridades gastan tantos recursos en la destrucción de los cultivos.
"Hay muchos agricultores, familias y empresas, afectados directa o indirectamente por la erradicación de la marihuana. La delincuencia, la violencia y la pobreza van en aumento y harán más difícil la vida en el distrito", advirtió.
Lynsford Cunningham, un agricultor de 28 años de Clarksonville, St. Ann, ha sembrado marihuana en los últimos 10 años. Sus padres se dedicaban a otros cultivos, para criar a ocho hijos.
A los 15 años, Cunningham abandonó los estudios, porque sus padres no podían comprarle ropas ni libros, y comenzó a trabajar en una plantación de marihuana. Tres años más tarde inició su propio cultivo.
Desde entonces, Cunningham ha ganado 220.000 dólares y comprado una casa de siete dormitorios para sus padres y hermanos.
"Si no fuera por el negocio de la ganja, mi familia y yo no habríamos sobrevivido", declaró.
"Casi todos los automóviles, viviendas y empresas en esta área fueron comprados con dinero de la marihuana, y me duele ver que el gobierno destruye el negocio sin proponer alternativas", agregó.
Cunningham cree que el robo y otras formas de delincuencia serán pronto un estilo de vida en St. Ann, si las autoridades no ofrecen una alternativa rápida.
"La erradicación de la economía de la ganja tiene un severo impacto negativo en la vida de todo lo que tiene vida", advirtió Norva Rodney, pastor de la Iglesia Bautista de St. Dacres, en St. Ann.
"Se tendrían que haber implementado algunas medidas alternativas para asistir a aquellos agricultores cuyos cultivos fueron destruidos. Si no se hace algo, la vida será difícil para muchos", afirmó Rodney.
Mientras continúa la guerra contra las drogas ilícitas enviadas a Estados Unidos y a otros países, gana adeptos en Jamaica la propuesta de la legalización de la marihuana. (FIN/IPS/tra-en/nj/cb/di-ff/ip dv/98