El Banco Asiático de Desarrollo (ADB), con sede en Manila, que el año pasado aprobó 9.100 millones de dólares en préstamos a países de la región, lanzó este mes una campaña contra la corrupción.
Uno de los países que caerá bajo el escrutinio del ADB es Indonesia, de los países más corruptos del mundo, que ha sido llamado "cleptocracia", un sistema político en que los gobernantes se enriquecieron robando al pueblo.
Un préstamo pendiente de 1.500 millones de dólares quedará ligado a "los más estrictos requisitos de auditoría y otras medidas para mejorar la transparencia". El ADB dio a Indonesia plazo hasta agosto para aprobar legislación contra la corrupción que prohíba el lavado de dinero.
"Hablamos en serio, y lo que está en juego son los negocios. Queremos relacionar el progreso de la anticorrupción a los niveles generales de préstamo a un país, y dentro del país, a un proyecto específico", dijo Linda Tsao Yang, directora ejecutiva del ADB en Estados Unidos.
Destacando que no todos los países de Asia son corruptos, el ADB elogió a Singapur y Hong Kong por su agresiva lucha contra la corrupción durante años.
Pero la historia es diferente en Indonesia. Después de una visita a Yakarta, un periodista del New York Times escribió sobre la forma en que los turistas pueden tener una idea de la corrupción en el momento en que abandonan el aeropuerto de esa capital.
"El taxi al que subes es de un hijo del (ex presidente Alí) Suharto, el peaje de carretera pertence a la hija, y el hotel en el que te registras es invariablemente propiedad de otro hijo", relató.
Bajo el gobierno del derrocado presidente Suharto, el país era propiedad de su familia extensa, que lo administraba como a una floreciente empresa reminiscente de la mafia italiana.
La revista Forbes coloca a Suharto como la sexta persona más rica del mundo, con una fortuna familiar estimada en más de 30.000 millones de dólares, equivalente al producto interno bruto (PIB) anual promedio de Bangladesh, y más de dos veces el de Sri Lanka.
Bajo presión de la comunidad internacional, el nuevo presidente de Indonesia, B.J. Habibie, intenta mejorar la situación. Pero los escépticos se preguntan hasta dónde irá para eliminar la corrupción enraizada en cada capa de la sociedad.
En sus listas anuales, la organización con sede en Berlín Transparencia Internacional (TI), mantuvo durante varios años al menos a tres países entre los diez más corruptos, Indonesia, Pakistán y Nigeria.
Cuando Pakistán pasó del primer lugar al segundo en la clasificación anual, los pakistaníes se regocijaron. La broma que circuló fue que Islamabad había logrado el segundo puesto mediante un soborno, para evitar la dudosa distinción de encabezar la lista.
El fallecido Mobutu Sese Seko, del ex Zaire (ahora República Democrática de Congo), era considerado uno de los líderes más corruptos del mundo.
En una conferencia de prensa, se le preguntó si era verdad que fuera el segundo líder político más rico del mundo. Aparentemente indignado, Mobuto alzó la voz al decir: "Es mentira. Es mentira", para luego añadir muy serio: "Sólo soy el cuarto más rico".
Frank Vogl, vicepresidente de Transparencia Internacional, sostuvo que muchos sobornos pagados en el curso del comercio internacional se originan en firmas basadas en los mismos países industrializados cuyos gobiernos buscan, ahora más que nunca, campañas contra la corrupción en los países en desarrollo.
El argumento de que la corrupción es más penetrante en países en desarrollo fue refutado durante un Congreso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Crimen, celebrado el año pasado en El Cairo.
El magistrado italiano Antonio di Pietro sostuvo que la corrupción "no se limita a países del Sur en desarrollo, dado que tiene sus raíces en las prácticas empresariales en las democracias liberales".
La corrupción "es como una moneda", dijo. "Tiene dos caras, una es el corruptor, la otra el corrompido".
El soborno de un funcionario de un país en Africa por parte de un empresario en un país industrial avanzado es la responsabilidad moral y ética de las democracias liberales, agregó Di Pietro.
Un documento para la discusión del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) identifió a varios países industriales que admiten el soborno al entregar grandes contratos en sus propios territorios.
En Alemania, por ejemplo, se entregaron sobornos para ganar contratos multimillonarios para construir una nueva terminal en el aeropuerto de Frankfurt.
En Francia, 14 personas fueron acusadas de corrupción en relación a contratos por computadoras. En Bélgica, altas figuras del Partido Socialista habrían aceptado 1,9 millones de dólares en sobornos en relación a un contrato de defensa.
Conscientes del hecho de que el precio de la corrupción es pagado por los bolsillos de los consumidores, la ONU, el Banco Mundial y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) intensificaron sus esfuerzos por erradicarla en el mundo.
El Banco Mundial afirma que la corrupción en general está ligada a actividades del Estado, en particular, sus monopolios y poder sin controles, que crean un terreno fértil para las prácticas ilegales.
La ONU aprobó una declaración urgiendo a sus 185 países miembros a que penalicen todos los actos de soborno en las transacciones internacionales y nieguen la deductibilidad impositiva de las comisiones ilegales, una práctica frecuente en algunas naciones occidentales.
Bajo intensas presiones de Estados Unidos, la OCDE, descrita como un club de naciones industrializadas, comprometió a sus miembros a reescribir la reglas impositivas que durante largo tiempo estimularon el soborno de funcionarios extranjeros.
Las nuevas reglas, al entrar en vigor, harían que los sobornos no fueran elegibles para deducciones impositivas.
"Este es un paso muy importante para romper la cadena internacional de la corrupción. Saca a los gobiernos del negocio de subsidiar la corrupción exeptuando de impuestos a los sobornos", dijo David Aaron, representante de Estados Unidos ante la OCDE. (FIN/IPS/tra-en/td/mk/lp/ip dv/98