La masacre cometida por un grupo rebelde de Uganda en un centro de estudios deja en evidencia que las milicias pretenden continuar reclutando jóvenes mediante el secuestro.
Cada vez se registran en Uganda más asesinatos, secuestros y reclutamientos forzados de niños y niñas a manos de las tres principales milicias rebeldes. Ochenta personas murieron y 60 desaparecieron, al parecer secuestradas, en el último episodio, esta semana.
El periódico estatal The New Vision informó el martes pasado que la matanza, perpetrada por la rebelde Alianza de Fuerzas Democráticas (ADF), ocurrió en el Colegio Técnico de Kichwamba, 316 kilómetros al oeste de Kampala, la capital.
La ADF, que lucha por derrocar al gobierno que encabeza un antiguo rebelde, Yoweri Museveni, opera en el oeste de Uganda, en la frontera con la República Democrática del Congo.
Museveni dijo el martes que en filas de la ADF revistan agentes de seguridad del régimen del dictador Idi Amín, responsables de la matanza de medio millón de ugandeses entre 1971 y 1979.
El portavoz del ejército ugandés Shaban Bantariza dijo a los periodistas esta semana que en la masacre en Kichwamba más de 100 milicianos arrasaron con 40 soldados apostados fuera del colegio.
Los 420 estudiantes pretendieron permanecer en el centro de estudios y se refugiaron en sus dormitorios. Los rebeldes, que querían reclutar a los jóvenes, prendieron fuego al colegio con petróleo.
The New Vision informó que los cuerpos de las víctimas se convirtieron en cenizas. El hedor de la carne quemada y el grueso humo del edificio dominaban el ambiente el lunes pasado, cuando los familiares de los estudiantes acudieron al lugar.
La cuadrilla de rescate logró rescatar apenas la cabeza parcialmente quemada de un estudiante. El único dormitorio de niñas quedó intacto porque los rebeldes se quedaron sin petróleo, según el periódico.
Más de 10.000 niños, en su mayoría escolares, fueron secuestrados por rebeldes en Uganda en los últimos tres años, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
La principal responsabilidad recae sobre el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), grupo de inspiración cristiana liderado por el herborista Joseph Kony que procura derrocar a Museveni.
La mayoría de los integrantes de este grupo insurgente, en armas desde 1987, pertenece a la etnia acholi, el grueso de cuyos integrantes reside en la frontera entre Uganda y Sudán. La meta del LRA es gobernar Uganda en base a los 10 mandamientos bíblicos.
Más de 300.000 ugandeses, en su mayoría no combatientes, perdieron sus hogares y fueron desplazados a causa del conflicto entre el LRA y tropas del gobierno en los distritos de Gulu y Kitgum, en la frontera con Sudán.
Kampala acusa a Jartum de acoger en territorio sudanés los campamentos del LRA, la ADF y el Frente de la Ribera Occidental del Nilo (WNBJ), desde los cuales parten las incursiones sobre territorio ugandés. Jartum replica que Uganda brinda apoyo al rebelde Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA).
En el WNBF son mayoría las etnias del Nilo occidental, como los madis, los lubgaras, los aringas y los nubios, cuyos integrantes eran mayoría en el ejército del derrocado dictador Idi Amín. El líder del grupo, coronel Juma Oris, fue un alto funcionario del régimen de Amín.
Después del derrocamiento de Amín en 1979, muchos de sus hombres huyeron a países vecinos, en especial a Sudán y el antiguo Zaire, desde donde se infiltraban luego a Uganda. (FIN/IPS/tra- en/mn/pm/mj/hd ip/98