La aplicación de la ley de blasfemia de Pakistán provocó disturbios tras la inmolación del obispo John Joseph, en protesta por la condena a muerte de un joven católico por supuestas muestras de simpatía al escritor Salman Rushdie.
Joseph, de 62 años, se disparó un tiro en la cabeza el día 6 en la sala de la corte del poblado de Sahiwal, en la provincia de Punjab, en protesta contra la sentencia a muerte por blasfemia de Ayub Massih, de 25 años.
Massih, quien permanece en la cárcel de Sahiwal y apeló la condena, fue acusado el 27 de abril de respaldar en público a Rushdie, escritor británico de origen paquistaní sentenciado a muerte por líderes religiosos de Irán que consideraron blasfema su novela "Los versos satánicos".
La ley de blasfemia de Pakistán prevé la muerte para cualquiera que deshonre al profeta Mahoma. Activistas de derechos humanos afirman que esa norma, por su vaguedad, es utilizada por extremistas islámicos para castigar a rivales religiosos y minorías.
El obispo Joseph había atribuido la acusación contra Massih a la intención de obligar a 15 familias cristianas a abandonar tierras en disputa, y acusó al juez de dar el doble de peso a las palabras del acusador porque era musulmán.
Jóvenes cristianos enfurecidos por la muerte del religioso dañaron un cartel utilizado por la comunidad musulmana en Faisalabac, cuyos dirigentes convocaron el lunes a una huelga que fue acatada por la mayoría de los comercios de Punjab.
Además, grupos de personas atacaron comercios y viviendas de la minoritaria comunidad católica en Punjab, la rica provincia natal del primer ministro Nawaz Sharif, al parecer en venganza.
En una carta remitida a los obispos de Pakistán y a los diarios un día antes de morir, Joseph exhortó a rechazar la ley de blasfemia, la cual, dijo, es "la mayor traba en las buenas y armoniosas relaciones entre musulmanes y las minorías".
"Empujemos con fuerza esta roca antes de que caiga sobre nosotros. Actuemos con fuerza y en unidad, cristianos y musulmanes, para suspender esta sentencia de muerte, para rechazar estas normas sin importar el sacrificio", agregaba.
El obispo había amenazado con protestar contra la sentencia de muerte de Massih en un "modo asombroso", y cumplió. Pero nada indicaba antes que lo haría a costa de su propia vida.
"Joseph vino a discutir este caso con nosotros tres días antes de morir, y no teníamos idea de que estaría planeando algo como esto", dijo Asma Jahangir, presidenta de la independiente Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HRCP).
Su muerte no será en vano si supone, como Jahangir supone, "un fuerte impulso al movimiento contra estas leyes inhumanas".
La HRCP reiteró en su informe anual de 1997 que "la aplicación práctica de la ley de blasfemias debe ser reexaminada con honestidad", porque se han cometido "abusos" en su nombre.
La ley "proveyó una herramienta a los sentimientos fanáticos y sirvió como instrumento para la malicia", agregó la organización.
Hace tres años, en otro caso muy difundido, un cristiano de 14 años, Salamat Massih, fue sentenciado a muerte por deshonrar el Corán, pero sus abogados lograron demostrar ante una corte de alzada que el niño no podía ser acusado de escribir blasfemias sobre el libro sagrado porque era analfabeto.
Desde la introducción de la norma en 1985 por el entonces dictador, general Zia-ul-Haq, los jueces han descartado la mayoría de los casos por motivación maliciosa de los demandantes.
La anterior primera ministra, Benazir Bhutto, procuró atemperar la norma, pero debió dar marcha atrás cuando la opositora Liga Musulmana (PML), hoy en el poder, rechazó el intento junto con la línea dura religiosa.
El ministro de Información, Mushahid Hussain, dijo la semana pasada en Londres a una televisora de la BBC que la ley no apuntaba contra las minorías sino que "da protección a todos".
El gobierno paquistaní también desacreditó las acusaciones de "intolerancia religiosa" que planteó el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos en relación con la ley de blasfemia.
Decenas de miles de personas asistieron al funeral del obispo en Faisalabad el domingo. Allí, los líderes católicos se comprometieron a continuar con su lucha no violenta. "Detestamos el sectarismo y queremos vivir en paz", dijo el sacerdote Pervez Emmanuel. (FIN/IPS/tra-en/bs/an/mj/hd cr/98