INDONESIA: Poder para unos pocos, deuda para las masas

Indonesia está quebrada mientras sus ciudades, su sistema político y su economía son sacudidas por la peor ola de violencia desde que el presidente Alí Suharto tomó el poder en 1965, pero eso no es suficiente para conmover al Fondo Monetario Internacional (FMI).

El FMI tiene el control del paquete internacional de ayuda financiera por 43.000 millones de dólares acordado en noviembre para respaldar a Indonesia, después que la rupia se devaluó 70 por ciento frente al dólar en apenas poco más de cuatro meses.

El Fondo alcanzó a entregar 3.000 millones destinados a pagos de la deuda y reforzamiento de las reservas internacionales antes que el acuerdo con el gobierno de Jakarta quedara en suspenso por las desavenencias sobre las medidas de ajuste económico que debía adoptar el país.

A comienzos de mayo se liberaron otros 1.000 millones de dólares, después que las partes firmaron su tercer convenio en seis semanas. Indonesia aceptó eliminar los subsidios a los combustibles, reformar el sector financiero y eliminar los monopolios de familias amigas de Suharto, a cambio de la ayuda financiera.

Pero Suharto había adelantado al FMI que esperaría "el momento apropiado" para eliminar los subsidios. Ese momento se produjo después que el parlamento lo confirmara para otro período de cinco años, en marzo.

En abril se negoció el nuevo convenio con el Fondo, el 4 de mayo llegó el dinero y luego se cortaron los subsidios a los combustibles. Entonces se desató el caos.

Los saqueos que han estremecido a todo el país tuvieron su jornada más violenta el viernes pasado, cuando entre 200 y 400 personas murieron en Jakarta. Ese mismo día el gobierno anunció disminuciones de ocho a 20 por ciento en los precios de combustibles, que previamente habían subido entre 25 y 71 por ciento.

El convenio financiero se volvió a romper. El FMI abandonó Indonesia el viernes, tras la evacuación del personal de embajadas y empresas extranjeras, mientras el organismo anunciaba la suspensión de una misión especial prevista para este fin de semana.

Entretanto Estados Unidos, que es el principal accionista del FMI, junto con algunas naciones de Europa, decidieron retener un aporte de 1.400 millones de dólares que debía ser canalizado hacia Indonesia a través del Banco Asiático de Desarrollo.

Pese a todo, se considera que el programa financiero "sigue siendo el adecuado para la situación económica de Indonesia, para restaurar la confianza y recuperar la tendencia de crecimiento económico", dijo a IPS una portavoz del FMI en Washington.

"Estamos observando los acontecimientos de Indonesia y esperamos que las partes demuestren moderación. Sin embargo, no consideramos apropiado inmiscuirnos en asuntos internos", agregó la portavoz del Fondo.

El FMI tuvo influencia sobre estos acontecimientos al imponer sus reformas económicas. Funcionarios del organismo consultados en esta capital reconocieron que algunas medidas podían encontrar resistencia popular, pero dijeron que el gobierno debía encargarse de lidiar con esta situación.

"Es paradójico que el FMI esté tan interesado en imponer sus términos a Suharto cuando se trata de gestión económica y no demuestre el mismo interés por impulsar derechos económicos fundamentales", dijo una activista de derechos humanos de Indonesia ante un comité del Congreso de Estados Unidos, identificada con el seudónimo de Aryati.

"Al FMI no le interesa si el poder económico es monopolizado, pero insiste en que la deuda sea distribuida en forma democrática", añadió.

Aryati dijo a los parlamentarios que el desarrollo económico es la nueva religión del gobierno de Indonesia. "¿Y qué hemos logrado después de 30 años de desarrollo? Hay 200 familias con gruesas cuentas bancarias en Suiza, mientras millones de personas han sufrido la expropiación de sus tierras".

"Sólo que no hemos escuchado sus lamentos porque no hay libertad para criticar lo que el Estado denomina como estrategia de desarrollo", lamentó Aryati.

La directora ejecutiva del Foro Indonesio para el Ambiente, Emmy Hafild, afirmó que el FMI es cómplice de las acciones para silenciar las disidencias, pues impone exigencias de estabilidad política, pero no de reforma del sistema.

Hafild comentó que autoridades occidentales y asiáticas interesadas en impulsar el programa financiero se reunieron con el gobierno de Suharto pero se negaron a hacerlo con opositores o independientes, con lo cual reforzaron la noción de que sólo el presidente y su aparato represivo pueden garantizar la estabilidad.

Hace una semana, el gobierno de Estados Unidos insinuó que Suharto estaría muy débil como para aplicar el programa del FMI, pero reiteraron su confianza en esta estrategia.

"Indonesia necesita un programa de reforma económica muy fuerte, como el propuesto por el FMI, y una reforma política nacida del diálogo entre el gobierno y los ciudadanos", sugirió el portavoz del Departamento de Estado, James Rubin.

Pero el programa del FMI también tiene críticos.

El economista jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, ha dicho repetidamente que la estrategia del Fondo es equivocada pues apunta hacia la política fiscal y monetaria del gobierno en países donde hay elevadas tasas de ahorro y políticas fiscales conservadoras.

Stiglitz recordó hace poco que "cualquier economista estadounidense rechazaría el principio de un presupuesto balanceado en caso de recesión, entonces ¿por qué recomendarle ese camino a otros países en problemas?".

Sin embargo, el funcionario del Banco Mundial aclaró que sus dudas sólo tenían como propósito iniciar un debate académico.

El problema de la deuda de Indonesia es mayormente de los privados, que acumulan obligaciones externas por unos 70.000 millones de dólares.

El gobierno de Suharto utilizó oscuras tácticas contables para canalizar dinero desde las reservas con la finalidad de apuntalar esas obligaciones, y ése fue uno de los factores que causaron la crisis actual.

Mientras tanto, en el país aumenta el problema del desempleo. Se estima que ocho millones de indonesios están sin trabajo y que otros 12 millones perderán su empleo como consecuencia del programa de reestructuración impulsado por el FMI.

Cada trabajador tiene cinco personas que dependen de su ingreso, en un momento en que los precios registran un aumento de 25 por ciento.

Según el Banco Mundial, el número de indonesios que viven en la pobreza crítica con ingresos de hasta un dólar diario cayó de 60 a 11 por ciento de la población durante los últimos 30 años.

Pero la mayoría de los habitantes de este país que lograron escapar de la extrema pobreza ahora ganan dos dólares al día, y aún menos si se considera la devaluación de la rupia. (FIN/IPS/tra- en/aa/lc-ml/if-dv/98

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