El gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso perdió un articulador clave, el diputado Luís Eduardo Magalhaes, dos días después de la muerte de otro aliado fundamental, el ministro de Comunicaciones Sergio Motta.
Con Magalhaes, muerto de un ataque cardíaco la noche del martes a los 43 años de edad, desapareció un garante de la aprobación de leyes capitales para las reformas que promueve el gobierno, y también un fuerte candidato a la sucesión de Cardoso en el 2002.
Joven de brillante carrera, lideraba el bloque del cogobernante Partido del Frente Liberal (PFL) en la Cámara de Diputados, la que presidió entre 1995 y comienzos de 1997. En esos dos cargos ejerció un papel fundamental para la aprobación de medidas polémicas propuestas por el poder ejecutivo.
Cardoso interrumpió la visita oficial a España, donde se encontraba desde el martes, y regresó a Brasil para participar en los homenajes fúnebres al aliado político y "amigo" sepultado en Salvador, capital del estado de Bahia, la tarde de este miércoles.
Fueron "dos pérdidas irreparables, para el presidente y para Brasil" en apenas tres días, lamentó Cardoso en una nota enviada desde Madrid, donde postergó para mayo los compromisos que lo mantendrían tres días más en España.
En Brasilia, políticos y analistas prevén como consecuencia de las dos muertes un atraso en las reformas pendientes de aprobación parlamentaria, como la del sistema de seguridad social.
Cardoso declaró en Madrid que "no hay motivo para postergar" esos debates y que las reformas deben ser votadas con urgencia, "incluso en homenaje a los dos (muertos) que tanto lucharon por ellas".
La muerte de Motta y Magalhaes golpean el corazón del oficialismo. Uno era el alma del gobierno, y el otro, el alma de la Cámara de Diputados, la más numerosa (513 miembros) y decisiva.
El golpe fue emocional, además de político. Motta era "más que un amigo, un hermano", dijo Cardoso, que no contuvo las lágrimas en el velatorio.
El presidente también desarrolló una relación de amistad con Magalhaes, a pesar de que pertenecían a partidos distintos que disputan la hegemonía dentro del oficialismo.
La muerte del diputado destruyó emocionalmente a otro hombre fuerte del poder, el presidente del Senado, Antonio Carlos Magalhaes, su padre, cuyo llanto fue incontrolable desde que se le informó del hecho en Brasilia.
Luís Eduardo era su hijo y su heredero político, a quien habia transferido el sueño de llegar a la presidencia del país, posiblemente en el 2002.
El proyecto familiar preveía su elección como gobernador de Bahia, estado del nordeste brasileño que el senador tiene bajo su dominio político hace dos décadas, y ayudar a la reelección del presidente Cardoso en los comicios del 4 de octubre.
"Perdí mi vida", manifestó el senador en las pocas palabras que logró decir en su dolor, blasfemando contra la justicia divina por no llevarlo en lugar de su hijo.
El liderazgo de Luís Eduardo Magalhaes era respetado incluso por los opositores de izquierda, que en general consideraban a su padre el enemigo a abatir, el mayor símbolo de la perversidad política.
Era de una lealdad muy poco común en la política brasileña. "Su palabra era garantía de cumplimiento de los acuerdos", dijeron influyentes diputados del opositor Partido de los Trabajadores (PT), como Marta Suplicy y José Genoino.
El gobernador del Distrito Federal, Cristovam Buarque, también del PT, llamó a la oposición a no aprovechar de forma indebida la actual fragilidad del oficialismo. Las dos muertes representaron "pérdidas para el país, no solo para el gobierno", declaró.
Además del gobierno, quedan privados de líderes clave los principales partidos que comparten el poder en Brasil, el PFL y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña que integraban Cardoso y Motta.
Eso puede influir en elecciones de octubre, en las que el presidente se postula la reelección y se renovará el Congreso Nacional y las gobernaciones estaduales. (FIN/IPS/mo/mj/ip/98
