TURKMENISTAN: Ruta para el gas desafía a Estados Unidos

Turkmenistán tiene una de las reservas de gas natural más grandes del mundo, pero para exportar ese producto debe pasar por Irán, lo cual implica un desafío al boicot dispuesto por Estados Unidos.

El gobierno de Washington prevé sanciones para evitar que grandes empresas hagan negocios con Teherán, y hasta ahora ha logrado evitar que petroleras y multinacionales construyan tuberías a través de Irán.

Pero es poco probable que el boicot detenga a Turkmenistán, una ex república soviética rodeada por el mar Caspio, Afganistán e Irán, que parece constituir la única ruta viable para exportar su gas natural.

Una conferencia realizada en Ashqabat a mediados de este mes concluyó que ni siquiera la nación más poderosa del mundo puede desafiar a la geografía.

Las exportaciones de Turkmenistán deben salir vía Irán-Turquía hacia el Mediterráneo, vía Irán hacia el Golfo Pérsico, o vía Afganistán y Pakistán.

El viceministro de energía de Turkmenistán, Kushgeldi Babayev, barajó la idea de construir un gasoducto de 1.400 kilómetros a través de Afganistán, pero la compañía Centgas, controlada por la estadounidense Unocal, asegura que no se consigue financiamiento.

Ninguna de las instituciones multilaterales de crédito está interesada en el proyecto, sostuvo el presidente de Centgas, Marty Miller.

Es poco probable que se pueda construir este gasoducto hacia Pakistán e India, donde hay una amplia demanda de energía, mientras Afganistán continúe dividido en dos territorios con gobiernos que combaten entre sí.

"La situación de Afganistán no ha cambiado desde que presentamos el proyecto, la guerra civil continúa", admitió Miller.

La ruta europea también presenta algunos problemas. Hace un mes el presidente de Turkmenistán, Saparmurad Miyazov, firmó un acuerdo con la corporación anglo-holandesa Royal Dutch Shell para construir una tubería de 1.500 kilómetros a través de Irán y Turquía.

El proyecto implica una inversión de 4.000 millones de dólares, pero los bancos occidentales no están convencidos de su viabilidad, en parte porque Europa se encuentra abastecida de gas natural proveniente de Rusia, Noruega, Argelia y Gran Bretaña.

Entonces queda la tercera opción, la de utilizar la ruta más corta y atravesar Irán para llegar hasta el Golfo Pérsico, y eso implica lidiar con el Acta de Sanciones contra Irán y Libia (ILSA), aprobada por Estados Unidos en 1996.

El Acta, patrocinada por el senador republicano Alfonse D'Amato, prevé sanciones para empresas extranjeras, subsidiarias y ciudadanos que inviertan más de 40 millones de dólares anuales en la industria de petróleo o gas de Irán y Libia.

Sin embargo, el gobierno del presidente Bill Clinton puede decidir si aplica o no esa acta.

Si la aplica, puede disponer sanciones como la prohibición de importaciones a Estados Unidos, la prohibición de adquisiciones de alta tecnología, el cierre de fuentes de financiamiento de ese país, la imposibilidad de realizar contratos con el gobierno o de invertir en sus bonos.

En julio de 1997, cuando se habló de un gasoducto hacia Turquía, no hubo objeciones a pesar de que debía atravesar Irán, un hecho que estimuló a Shell a tratar de concretar ese negocio.

"No es un gesto diplomático hacia Irán, sino una manera de ayudar a Turquía y a Turkmenistán", aclaró la secretaria de Estado Madeleine Albright en ese entonces.

Pero la actitud fue diferente dos meses después, cuando un consorcio de empresas de Francia, Malasia y Rusia firmaron un contrato de 2.000 millones de dólares para desarrollar una explotación de gas costa afuera de Irán.

D'Amato le pidió a Clinton actuar contra la francesa Total, la rusa Gazprom y la malasia Petronas. "Si no los sancionamos por violar el acta, las inversiones comenzarán a fluir hacia Irán", advirtió el parlamentario.

"Las leyes de Estados Unidos se aplican sólo en ese país y no en Francia", respondió el primer ministro francés Lionel Jospin.

La Unión Europea advirtió que si Clinton insistía en aplicar las leyes de Estados Unidos para asuntos fuera de su territorio, presentaría una protesta ante la Organización Mundial del Comercio.

En cierta forma, la reacción contra el Acta surtió efecto, pues el gobierno de Estados Unidos envió delegados a París, Moscú y Kuala Lumpur para que prepararan un informe sobre el proyecto, antes de aplicar las disposiciones del Acta.

Algunas corporaciones no estadounidenses lo interpretaron como una señal de que la barrera contra las inversiones en Irán y Libia no era tan rígida como se pensaba.

En todo caso, el presidente de Turkmenistán no le ha prestado demasiada atención a la advertencia de mantenerse alejados de Irán.

Niyazov hizo que el ferrocarril de Asia Central empalmara con las ferrovías de Irán, con el fin de ligar las ciudades de Tejan, en Turkmenistán, y la de Sarkhas, en Irán. Y en diciembre de 1997 inauguró un gasoducto de 200 kilómetros hacia el norte de ese país.

Uno de los proyectos entre los dos países es la entrega de 280 mil barriles de petróleo a una refinería de Irán en el mar Caspio, a cambio de lo cual ese país abastecerá de una cantidad similar a los clientes internacionales de Turkmenistán.

Turkmenistán se encuentra necesitado de fuentes de ingreso de divisas, después de que el año pasado se viera forzado a reducir a la mitad su producción de gas tras paralizar exportaciones a Rusia y Ucrania por falta de pago.

Mientras tanto, el gas y el petróleo pueden ser exportados con mucha mayor facilidad desde otras repúblicas de Asia central, como Azerbaiján y Kazajistán, que no tienen problemas para sacar sus productos.

Lo cual refuerza aún más el hecho geográfico: Turkmenistán debe pasar por Irán, si no quiere ser dejada atrás. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lc-ml/if-ip/98

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