La columna latinoamericana de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil partió esta semana de la ciudad brasileña de Sao Paulo, para unirse em junio a manifestantes de todos los continentes que exigirán en Ginebra soluciones para 250 millones de niños que trabajan en el mundo.
El grupo brasileño, compuesto de sindicalistas, miembros de organizaciones no gubernamentales y algunos niños trabajadores, recibió el martes del cardenal Paulo Evaristo Arns una bendición especial que la Iglesia Católica sólo concede a "misiones muy importantes", y el miércoles se puso en marcha.
La caravana pasará por las tres capitales provinciales del sur de Brasil antes de arribar a Buenos Aires el 13 de este mes. También visitará Santiago de Chile, Lima y Quito, y en México celebrará el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, y recibirá a la delegación estadounidense.
El grupo de las Américas partirá de Washington el 21 de mayo para Londres, desde donde marchará hacia Ginebra, sede de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con arribo previsto el 1 de junio.
La primera caravana salió de Filipinas el 17 de enero y cumple una ruta por varios países asiáticos. En Africa, la partida será el 21 de este mes en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Unas 300 personas, un tercio de las cuales son trabajadores infantiles, marcharán de Ciudad del Cabo hacia Ginebra.
El objetivo, además de sensibilizar la opinión pública, es exigir una "convención internacional más rigurosa, intransigente", para combatir la explotación del trabajo infantil, explicó Lelio Bentes, el brasileño que coordina la marcha en Sudamérica.
Además, se busca que todos los países cumplan las convenciones internacionales referentes a la cuestión y a los derechos de los niños.
La fecha para la concentración final en Ginebra fue elegida para coincidir con la reunión tripartita de OIT, entre gobiernos, representantes empresariales y trabajadores.
Para la manifestación se movilizaron unas 7.000 organizaciones no gubernamentales (ONG) y sindicatos y sus centrales de 99 países, desde los ricos, como Estados Unidos y Alemania, a los más pobres de Africa y Asia.
Bentes dijo que la preocupación principal, por lo menos en Brasil, consiste en eliminar "las formas más perjudiciales del trabajo infantil", como la cosecha de sisal (una fibra vegetal, de hojas cortantes que suelen cegar o provocar amputaciones de miembros de los trabajadores).
Dos niños de la caravana brasileña, los hermanos Velucia y Velucio de Oliveira Leo, de 13 y 12 años respectivamente, trabajaron en el sisal, en el nororiental estado de Bahía.
El corte de la caña de azúcar, la cosecha de naranjas y la producción de carbón vegetal son otras actividades que emplean gran cantidad de niños y niñas, que no pueden entonces asistir a la escuela.
Para las áreas críticas en que se concentran esas actividades, el gobierno brasileño puso en marcha un programa de subsidio mínimo de 45 dólares para familias extremadamente pobres, con la condición de que mantengan a sus hijos en la escuela.
La Confederación Nacional de Trabajadores de la Agricultura calcula que aún trabajan en Brasil 4,5 millones de niños y niñas entre cinco y 14 años. En América Latina, el total alcanza a 17 millones, según la OIT.
Las estadísticas oficiales, sin embargo, señalan para Brasil un total de 2,9 millones de niños y niñas en la actividad laboral, con una reducción de 900.000 en los últimos tres años. La disminución se habría poducido principalmente en la agricultura, sujeta a un intenso proceso de mecanización, que eliminó mano de obra.
Sesenta por ciento del trabajo infantil se concentra en la economía rural, observó Nair Goulart, que participa en la marcha como secretaria para la Mujer, Ninos y Adolescentes de Fuerza Sindical, una importante central de trabajadores. (FIN/IPS/mo/ff/hd lb/98