En menos de dos décadas, el modelo de promoción de exportaciones ha cambiado la estructura productiva de Costa Rica, en la cual hoy sobresalen dos categorías de productores: los ganadores y los perdedores.
La marcada diferencia se da sobre todo en el sector agropecuario, pero en el industrial los mismos empresarios señalan también dos clases: los que van en jet y los que aún siguen viajando en un vehículo de los años 60.
El presidente de la Cámara de Industrias, Marco Vinicio Ruiz, considera que en ese sector la estratificación ha sido ocasionada por el establecimiento de empresas extranjeras en zonas francas, donde gozan de grandes beneficios.
Según datos de la Cámara de Industrias, sólo seis por ciento de la industria total está destinada a la exportación y contrata el 34 por ciento de la mano de obra ocupada del sector. El otro 94 por ciento está orientada al mercado local.
Sin embargo, sólo la industria destinada a la exportación recibe incentivos fiscales y exoneraciones de impuestos, aseguran los industriales.
"Esto no permite a la industria local crecer, porque debe competir en condiciones muy diferentes a las que recibe ese pequeño y privilegiado grupo de empresas que se ubican en las zonas francas", afirmó Ruiz.
La industria local tiene otro problema: no ha podido convertirse en proveedora de las empresas de zonas francas. La idea de estas islas es que a su alrededor se formen anillos de empresas locales que le den servicio a las extranjeras y se genere así mayor empleo y desarrollo.
Pero eso no ha ocurrido en Costa Rica y la Cámara de Industrias tiene un programa para lograrlo.
En el campo agropecuario es donde se identifica a empresarios ganadores y perdedores. La clasificación la hizo el proyecto "Estado de la Nación", que auspicia anualmente el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y que constituye una radiografía actualizada del país.
Según el informe, el nuevo modelo exportador propició un mayor desarrollo de sectores productivos, en especial de productos no tradicionales, considerados los ganadores y, por otra parte, "una penalización indirecta a quienes dependen de la producción tradicional, en especial a los de granos básicos", indica.
Esta situación ha provocado un cambio en la estructura social agraria, en la que surgen nuevas relaciones entre los actores productivos y se crean o profundizan distancias entre ellos.
El estudio cita como ejemplo los esfuerzos de productores nacionales, campesinos y empresarios por establecer vínculos con los complejos agroindustriales dedicados a actividades de exportación dinámicas, como el del banano y otras frutas tropicales, con el fin de convertirse en sus proveedores.
Al igual que en el sector industrial, en el agroexportador la brecha social y económica se ensancha por el diferente tratamiento que reciben unos y otros.
"Algunos complejos agroindustriales ubicados en nuevas actividades de exportación se caractizan por altas concentraciones en materia de incentivos, capital, tierra, tecnología e ingresos", dice el estudio.
Esto se debe "al control que tienen sobre las fases más rentables del proceso productivo, en especial la comercialización externa", añade.
La reconversión productiva es una de las recetas que se señalan para cerrar la brecha, pero pese a que se viene hablando de ella desde hace muchos años, aún no se aplica. (FIN/IPS/mso/ag/if/98