El proceso de integración entre los cuatro países del Mercosur ha dejado de lado por el momento a los sistemas universitarios, que investigadores consideran clave para pensar estratégicamente al bloque.
Si bien en las estructuras del Mercosur (Mercado Común del Sur) se ha previsto la adopción de mecanismos que faciliten en el futuro la circulación de profesionales de la educación superior entre las cuatro naciones (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), nada ha sido hasta ahora implementado.
"Ni siquiera hay equivalencias de títulos, una medida simple que fomentaría en gran medida el indispensable intercambio regional. Ni qué hablar de programas para áreas específicas tal como se llevan a cabo en la Unión Europea", dijo a IPS una fuente de la Asociación de Docentes de la Universidad estatal de Uruguay.
La acción integradora se verifica esencialmente a nivel de las propias universidades, en el marco del Grupo Montevideo, que reúne a los principales establecimientos terciarios del área.
Ese nivel de integración, de contacto directo y autónomo entre los actores, es fundamental pero insuficiente porque los procesos regionales requieren también de espacios para que esos actores tengan peso a nivel macro, en las orientaciones que rigen al bloque, sostiene el Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD).
Esta organización no gubernamental, que opera en Montevideo con el objeto de "producir conocimientos y generar acciones que contribuyan a una mayor participación ciudadana en los procesos de integración regional", ve que en este plano se verifica una de las características dominantes del proceso del Mercosur.
Según el ICD, en el bloque sureño los gobiernos han pensado la integración sobre todo a nivel económico, pero le han asignado escasa importancia a sus aspectos sociales.
"La visión que se transmite desde los Estados e instituciones oficiales es exclusivamente de corte economicista, con muy pocos esbozos de índole jurídica o administrativa y ninguno de carácter social", en especial en el terreno de la educación, dice el ICD.
Investigadores de países del área afirman que ni siquiera existe interés manifiesto de parte del poder político por lograr cierta armonización de los sistemas universitarios, por ejemplo en el plano científico-tecnológico, uno de los de mayor peso específico a la hora de dar fuerza a la integración regional.
Un estudio del antropólogo social Hugo Lovisolo, de la Universidad de Rio de Janeiro, destaca las maneras en que se han ido construyendo los sistemas universitarios en los dos mayores países del Mercosur, Argentina y Brasil, y cómo el tratamiento de esas diferencias puede ser clave para el futuro del bloque.
Argentina, dice Lovisolo, puso históricamente el acento en la democratización de la enseñanza, mientras Brasil apuntó a una educación terciaria más elitista, mediante el desarrollo de un sistema de posgrado y la constitución de una densa comunidad científica y técnica.
En Argentina, al igual que en Uruguay, "la Universidad llegó a ser pensada como un territorio libre, casi como un Estado dentro del Estado", al servicio de la "reforma social, presidida por valores como emancipación, autonomía, igualdad y justicia social".
En los dos países del Río de la Plata, la universidad tiene una larga tradición de enfrentamiento con el poder político y, a su vez, está profundamente politizada, siendo vista como un refugio de los sectores "progresistas" o de izquierda.
La generalización relativa del acceso a la universidad, demanda creciente de la sociedad en países marcados por una fuerte clase media, llevó a la "democratización del conocimiento", pero tal vez no fue útil para la formación de una comunidad científica de peso, considera Lovisolo.
Diferente es el caso de Brasil, donde sólo a partir de 1968 comienzan a multiplicarse los centros universitarios, con un número relativamente pequeño de alumnos. La Universidad de Sao Paulo, la mayor del país, tiene el mismo número de estudiantes (50.000) que la facultad de Economía de Buenos Aires.
El desarrollo de la enseñanza terciaria en Brasil fue presidido por una estrategia academicista: se priorizó la formación académica de elite, con el impulso de los diversos posgrados, en detrimento de la democratización del acceso a la educación.
La enorme mayoría de los estudiantes de educación superior de Argentina y Uruguay cursan en las universidades públicas, mientras 70 por ciento de los brasileños lo hacen en las privadas.
En Brasil, los militares que gobernaron el país de 1964 a 1989 impulsaron un proyecto desarrollista y nacionalista que requería de la capacitación de técnicos de alto nivel, pero temían que el acceso amplio de las clases medias a la universidad politizara el sistema e hiciera del sector un área de contestación.
Paralelamente, "muchos intelectuales y científicos" estimaban que la democratización del acceso a la educación terciaria acarrearía desorganización y limitaría la formación y la investigación.
Lovisolo concluye de su comparación entre ambos sistemas universitarios, uno "democratista" y otro "academicista", uno "integrador" y otro "fragmentario", que "los dos tienen cosas para rescatar y para desechar" si se piensa en fortalecerlos mutuamente en beneficio de la integración regional.
En Brasil, afirma, las universidades públicas deben superar en cierta manera su fragmentación, aumentar su oferta de grado y evaluar esa formación con la misma exigencia con que califican los estudios de posgrado.
En los países rioplatenses, en cambio, la formación de una comunidad científica dependerá en gran parte de la creación de centros de posgrado, al tiempo que deberá aumentar la capacidad de generar acuerdos entre Estado y universidad. (FIN/IPS/dg/ag/ed- dv/98