Setenta por ciento de las víctimas de la violencia en América Latina son niños, niñas o adolescentes, y en su mayoría de sexo femenino, dijjo en Venezuela la chilena Marta Maurás, directora regional de la Unicef.
Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) ubica la violencia familiar constatada en el saldo rojo de esta década para la región, aunque por otra parte han mejorado varios indicadores y se abren paso nuevas alternativas, explicó el jueves Maurás en una entrevista con IPS.
"Estamos mejor porque se han recuperado los niveles del gasto social, que habían caído dramáticamente durante los años 80", dijo Maurás. Como resultado, por ejemplo, "disminuye la mortalidad infantil y crece el acceso a la enseñanza básica, aunque se mantiene alta la mortalidad materna".
La mortalidad infantil en la región (las mayores reducciones el último cuarto de siglo son las de Chile, Cuba y Barbados) se ubica en 56 menores de cinco años por cada 1.000 (18 por 1.000 en los países industrializados).
El avance en la región es sin embargo dispar. Cuba, Chile, Jamaica y Barbados se ubican entre siete y 11 por 1.000, pero países como Haití, Bolivia y Guatemala están entre 120 y 130 muertes cada 1.000 infantes.
"También el acceso a la educación básica ha mejorado, sin diferencias de oportunidad entre niñas y niños", dijo Maurás, pero la mortalidad materna "persiste de manera vergonzosa, pues América Latina tiene recursos para bajarla".
La mortalidad materna en la región es de 190 cada 100.000 nacimientos (31 en los países industrializados y menos de 15 en algunos de ellos), con gravedad en países como Haití, Bolivia o El Salvador (300).
América Latina "ha tenido una recuperación económica evidente (en 1997 el crecimiento fue de 5,5 por ciento, según el Banco Interamericano de Desarrollo), pero el modelo de desarrollo es excluyente y la disparidad del ingreso mantiene o agudiza la pobreza", argumentó Maurás.
Entre las consecuencias figura "la persistencia del trabajo infantil. En la región trabajan 17 millones de niños entre seis y 14 años. Estamos hablando de explotación económica, social, laboral y sexual", indicó Maurás.
Esta manifestación de la pobreza permite, según la especialista, mostrar las alternativas que pueden elaborarse para buscar superarla, como por ejemplo trabajar para extender la escolaridad de los niños.
Estudios de Unicef y la Comisión Económica para América Latina muestran que si se extiende dos o tres años la permanencia de un niño en la escuela, "el ingreso que ese muchacho lleva luego a su familia es seis u ocho veces más alto que lo invertido en él durante los dos años adicionales de escolaridad", dijo Maurás.
Esa apreciación ha sido comprobada por programas de gobiernos estaduales y municipales en Brasil, en los que se pacta la entrega a la familia de un subsidio a cambio de que retire al niño del trabajo y lo envíe a la escuela todos los días, dijo.
La violencia ciudadana e intrafamiliar también está asociada al cuadro general de la pobreza, "aunque no toda la violencia reportada proviene de familias pobres, sino que se presenta en todas las capas de ingreso".
Además de la pobreza, intervienen numerosos otros factores, como los problemas propios de la adolescencia en los medios urbanos, la drogadicción, y los problemas culturales.
Maurás ubicó allí cuatro líneas de trabajo de la Unicef, comenzando por la normativa, o sea procurar que todos los países de la región ratifiquen la interamericana Convención de Belem do Pará contra la violencia (lo han hecho 18 países) y que adecuen su legislación interna a ese acuerdo multinacional.
La segunda es presentar a debate los derechos de las mujeres, niños, niñas y adolescentes. Por ejemplo, la "segregación escondida" en las escuelas. Un ejemplo es la comprobación de que maestros y maestras prefieren dar la palabra a los alumnos antes que a las alumnas en las aulas.
Una tercera línea ha sido insistir en el contenido de la difusión cultural, comunitaria y educacional. "Los contenidos de la enseñanza siguen siendo reproductores de los roles o funciones tradicionalmente atribuidos a cada sexo, como por ejemplo el doméstico para las niñas y el económico para los niños".
La cuarta línea de trabajo ha sido la prestación de servicios, impulsando iniciativas de autoridades y organziaciones no gubernamentales como las "líneas rojas" de atención y auxilio en los casos de violencia doméstica.
Un ejemplo son las Comisarías Familiares que han surgido en Colombia, con locales donde se atiende a las víctimas de la violencia doméstica con ayuda legal, médica, sicológica, de trabajo social, y se busca involucrar a la comunidad en la prevención.
Maurás, socióloga de profesión, dejará en breve la dirección regional de Unicef en Bogotá para incorporarse al equipo de la canadiense Louise Frechette, nombrada por el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, adjunta para asuntos de desarrollo económico y social. (FIN/IPS/jz/mj/hd dv/98