El presidente de Iraq, Saddam Hussein, consiguió todos los objetivos que se propuso al llevar a su país al borde de la guerra con Estados Unidos y Gran Bretaña y, además, mejoró mucho su imagen pública.
Hussein logró que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) escuchara sus quejas, que el mundo supiera del sufrimiento del pueblo iraquí causado por las sanciones económicas contra su país y que quedara en evidencia el "doble discurso" de Estados Unidos frente a Iraq e Israel.
"Estados Unidos considera a Iraq el centro del nuevo renacimiento de la cultura árabe-islámica", dijo a IPS Saeed Lakhouil, traductor en Rabat. "Es por ello que pretenden destruirlo, junto a la esperanza del mundo árabe por este florecimiento cultural".
Esta opinión demuestra la magnitud del fracaso de la política de Estados Unidos en el Golfo. Iraq y los países árabes no sólo se unieron en oposición a los fines de Washington, sino que ahora algunos consideran al sistema de horror que mantiene a Saddam Hussein en el poder como un modelo cultural para el mundo árabe.
El horror quedó en evidencia en marzo de 1988, cuando más de 5.000 personas murieron después de que el gobierno de Iraq bombardeara con armas químicas la aldea kurda de Halabja, en territorio iraquí.
La cifra real de muertos por el cóctel combinado de gas mostaza, gas nervioso y cianuro nunca llegó a verificarse en forma independiente, pero la televisión mostró calles repletas de cadáveres de hombres, mujeres y niños, sin heridas aparentes pero con los rostros distorsionados por la asfixia.
Iraq también ordenó ataques químicos, en forma esporádica, en ocasiones anteriores. El líder kurdo Mustafá Barzani ya se había quejado de su existencia ante la ONU en 1963.
El año anterior a la tragedia de Halabja se denunciaron 21 ataques químicos contra aldeas, civiles y unidades insurgentes kurdas en los valles aislados del norte de Iraq.
El periodista británico Gwynne Roberts y la especialista en genética Christine Gosden viajaron a Halabja en enero y hallaron que 495 de 700 sobrevivientes del ataque sufren de una o más enfermedades graves.
La cantidad de abortos espontáneos entre las embarazadas fue cuatro veces mayor que en el pueblo vecino de Sulaimaniya y la cifra de anormalidades entre los recién nacidos fue "enorme".
La incidencia de cáncer fue hasta cinco veces mayor, sobre todo entre los niños. Gosden cree que las armas químicas causaron daño genético similar al que resulta de la exposición a la radiación.
Halabja y la zona circundante sigue contaminada con los productos químicos. "La gente consume alimentos y agua contaminados. No hay esperanza para ellos, la única opción que tienen es no tener hijos", dijo Roberts a IPS.
Según Amnistía Internacional, cientos de opositores del gobierno iraquí, incluso posibles prisioneros de conciencia, fueron detenidos en Iraq sin cargo o proceso. "La tortura física y psicológica y el maltrato a los detenidos y prisioneros están generalizados", denunció la organización de derechos humanos.
La tortura denunciada incluye "golpizas, choques eléctricos en la lengua y los genitales, suspensión de un ventilador en rotación, uso de metales calientes o ácido sulfúrico para quemar la piel y violación. Se cree que algunos prisioneros fueron azotados antes de su liberación".
El Relator Especial de la ONU ante Iraq propuso establecer una operación de supervisión de los derechos humanos en el país.
El año pasado, la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos condenó "las masivas y gravísimas violaciones a los derechos humanos por las cuales es totalmente responsable el gobierno de Iraq".
Sin embargo, es evidente que no es el gobierno iraquí el que soporta el peso del intento de la ONU de castigar y contener a Saddam Hussein.
El sufrimiento de la población iraquí por las sanciones de la ONU está bien documentado. Desde que las sanciones se comenzaron a aplicar en 1991, la mortalidad infantil se multiplicó por siete, de 24 a 168 muertes cada mil nacimientos, y la mortalidad de los mayores de 50 años se triplicó.
La población de Halabja sigue con ira. "Están enojados porque no les trajimos asistencia médica. Odian al mundo y sobre todo a las compañías occidentales que proporcionaron los productos químicos a Saddam Hussein", explicó Roberts.
Roberts cree que estas compañías deberían ser procesadas y siente estupor porque las normas de seguridad que rigen la labor de los inspectores de armas de la ONU en Iraq protegen la identidad de las firmas. "Es una absoluta vergüenza, especialmente porque supimos que están trabajando de nuevo".
Incluso el Pentágono (ministerio de defensa estadounidense) dudó de la efectividad de la opción militar contra Iraq apoyada por Estados Unidos y Gran Bretaña, que seguramente provocará la muerte de civiles.
Así mismo, el compromiso de Francia y Rusia con el intento de buscar una salida diplomática al conflicto se vió ensombrecido por su deseo de ponerle fin a las sanciones y entablar lucrativos negocios de petróleo y gas con Bagdad.
En definitiva, la tarea recae en la ONU. Pero impedir la guerra no basta para llevar la verdadera paz al sufrido pueblo iraquí.
"Los asuntos humanitarios y de derechos humanos conciernen al ámbito internacional y la paz internacional y la prevención de la guerra es responsabilidad del Consejo de Seguridad de la ONU", aseguró el analista Tim Trevan, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres.
"El secretario de Defensa británico George Robertson dijo que (a su país) no le corresponde 'derrocar a Saddam Hussein' y que esta es una tarea para el pueblo iraquí. Si el hombre es un criminal de guerra, entonces esta opinión no es adecuada", manifestó Trevan. (FIN/IPS/tra-en/aa/aw/jmp/rj/aq-lp/ip/98