El enfrentamiento entre los presidentes de Estados Unidos, Bill Clinton, e Iraq, Saddam Hussein, es una clara ilustración de las dificultades que enfrenta Washington desde la guerra fría para decidir sobre sus prioridades de política exterior.
El bloqueo entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética brindó durante 45 años un escenario claro para los políticos de la Casa Blanca.
Ante cada desafío exterior, las autoridades basaban su respuesta en la evaluación sobre la forma en que una determinada opción afectaría el equilibrio Este-Oeste y la estrategia de contención de Washington.
Este cálculo a menudo condujo a grandes errores, como cuando Washington decidió que la preservación del sur de Vietnam constituía un vital interés nacional.
Pero la política exterior se volvió mucho más difícil desde el colapso del comunismo. Sin un marco definido, el gobierno de Clinton persiguió una variedad de intereses sin un sentido claro de prioridad o de la forma en que estos pudieran afectarse entre sí.
Altos funcionarios y analistas identificaron varias de las prioridades estratégicas en los últimos años: promoción del libre comercio, contención de países "renegados", expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Así mismo, detener la expansión de las armas de destrucción masiva y promover soluciones pacíficas a conflictos que amenazan los intereses económicos y políticos de Estados Unidos.
Con Clinton, cada uno de estos intereses fue perseguido por separado, con el resultado de que no hubo consistencia.
Cuando los intereses se opusieron entre sí, el gobierno, ante la ausencia de un claro consenso sobre cuál debería prevalecer, quedó cautivo del grupo que pudiera ejercer mayor presión política en Estados Unidos en el momento.
El resultado es siempre la aparición de dobles discursos en la política de Estados Unidos. La promoción del libre comercio y la contención de renegados como Cuba, Irán y Libia ofrece un claro ejemplo.
Dada la fortaleza política de los grupos de presión prozionistas y anticastristas, Clinton abandonó sus políticas comerciales sin confrontaciones.
La expansión de la OTAN, en gran parte resultado de las promesas de la campaña electoral de Clinton a votantes de ascendencia europea, y la lucha contra la proliferación nuclear también podrían estar en conflicto.
El arsenal nuclear ruso, según un columnista del New York Times, es "la mayor amenaza de proliferación en el mundo actual". Pero el crecimiento hacia el este de la OTAN alimenta la inseguridad de Rusia, volviendo a Moscú menos dispuesto a cooperar con los esfuerzos contra la proliferación de Estados Unidos.
La actual confrontación con Iraq por su incapacidad para cooperar con los inspectores de armas de la ONU marca un ejemplo de intereses encontrados que convergen en una crisis. En este caso, la poderosa presión zionista impulsa al gobierno a castigar a Iraq.
Los simpatizantes del gobierno del Likud en Israel están al frente de los llamados para que Washington utilice la crisis para desplazar al presidente Saddam Hussein de una vez y para siempre.
El gobierno, por supuesto, describe su posición dura contra Bagdad como parte de su esfuerzo por contener a los estados renegados. Pero expertos en proliferación de armas fuera del gobierno sostienen en general que los esfuerzos contra la proliferación quedarían atrás con una nueva guerra.
La acción militar podría ser el fin del duro régimen de UNSCOM, el equipo inspección de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alegan.
"UNSCOM destruyó la mayor parte de las instalaciones para producción de misiles y armas químicas, biológicas y nucleares de Iraq. Mantenerlo con vida es mucho más importante que forzar un despliegue militar ante Hussein", dijo Anthony Cordesman, experto del Centro para Estudios Estratégicos y Militares.
Así mismo, los bombardeos en nombre de castigar a los renegados y reducir la proliferación amenazan los intereses de Estados Unidos por promover la paz entre árabes e israelíes, según el presidente de Egipto, Hosni Mubarak.
Mubarak declaró que la opinión pública árabe se puso en contra de Washington debido a su fracaso para presionar al gobierno del Likud en Israel a cumplir con los acuerdos de paz de Oslo.
Pero el gobierno de Estados Unidos, hasta ahora, negó cualquier vínculo entre la actual crisis del Golfo y el destino del proceso de paz de Oslo. "Son dos temas muy diferentes", dijo la semana pasada la secretaria de Estado, Madeleine Albright.
Incluso el interés del gobierno en contener regímenes renegados parece ambiguo ante la actual crisis. Como destacaron funcionarios, el régimen de sanciones de la ONU, impuesto hace siete años con el respaldo de una coalición internacional, ha mantenido a Iraq débil.
Un ataque estadounidense-británico contra Iraq, si se lleva a cabo bajo objeción de otros socios de la coalición, podría aniquilar al estado, pero también hacer mucho más difícil en el futuro construir coaliciones similares contra países fuera de la ley.
Además, mientras Washington practica la "contención dual" contra Iraq e Irán como supuestos renegados, no puede usar a ninguno de los dos contra el otro, como hizo a partir de los años '60 y hasta los '80.
La última crisis revivió exhortaciones a que Washington se mueva hacia la distención con Irán, lo cual podría ser un control más efectivo y menos riesgoso de Iraq en el Golfo que la amenaza de la acción militar directa. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/lp/ip/98