La premiación el domingo de la película "Central de Brasil" en el Festival de Berlin certifica la calidad del renacido cine brasileño en su vertiente más comprometida con la realidad nacional, la de crítica social.
La película ganó el Oso de Oro a la mejor película y el premio a la mejor actriz, Fernanda Montenegro, además del premio paralelo del Jurado Ecuménico de las iglesias cristianas, tras recibir el día 14 durante diez minutos la entusiasta ovación del público berlinés.
"Es un pequeño milagro", dijo el director de la película, Walter Salles, en una entrevista televisiva desde Berlín, quien destacó también su sorpresa por "la comunión con el público alemán", que revela la universalidad del filme.
"Central de Brasil" cuenta la historia de Dora, maestra jubilada que ganaba algún dinero escribiendo cartas para analfabetos en la terminal de trenes cuyo nombre da título al filme y que recibe a diario centenas de miles de personas pobres de los suburbios de Rio de Janeiro.
La vieja señora, cínica, prometía enviar esas cartas por correo, pero no lo hacía. Su vida cambia cuando conoce a Josué, un niño cuya madre murió y que quiere encontrar al padre que nunca conoció.
Dora vende al niño a traficantes de drogas, que cada vez más apelan a la mano de obra infantil para engañar a la policía. Luego se arrepente y lo rescata, pero, perseguida, debe abandonar la ciudad.
Dora y Josué viajan juntos hacia el nordeste de Brasil, fuente inagotable de pobres migrantes, en busca del padre perdido. Se trata de un retrato de los millones de familias disgregadas por la pobreza en el país.
La película se refiere al "redescubrimiento del afecto" por parte de la mujer que encarna Montenegro y al país que busca sus orígenes y su identidad, definió Salles.
El pequeño actor Vinicius de Oliveira, de 10 años de edad, no es ajeno, en su vida real, al drama de los niños pobres de Brasil. Antes de ser escogido para encarnar a Josué, era limpiabotas en el aeropuerto central de Rio de Janeiro.
"Central de Brasil" retoma la estética y los temas centrales del cine brasileño, así como los caminos del "cinema novo", comentó Nelson Pereira dos Santos, uno de los líderes del movimiento cinematográfico brasileño que tuvo su auge y el reconocimiento internacional en los años 60.
Salles lo admite. Su pelcula, dijo, no se habría filmado si no se hubiera producido antes "Vidas Secas", de Pereira dos Santos, que retrata la miseria en el nordeste brasileño, y la más reciente "Pixote", de Héctor Babenco, sobre la niñez abandonada y llevada al crimen.
Se trata de un filme "hecho para Brasil" y por eso gana repercusión también afuera, según Salles. Su exhibición nacional, desde el 3 de abril, despierta ahora mayor expectativa, tras la premiación en Berlín.
Las perspectivas de la película eran, sin embargo, brillantes desde mucho antes. El guión de Joao Emanuel Carneiro y Marcos Bernstein ganó hace tres años entre otros 2.000 el concurso del Festival Sundance de cine independiente, creado y patrocinado en Estados Unidos por el actor Robert Redford.
Los 310.000 dólares de premio fueron el punto de partida para la obtención de los casi tres millones de dólares que costó la producción.
La calidad y las posibilidades comerciales del filme ya habían sido reconocidos por las grandes distribuidoras internacionales.
La Sony se apuró en adquirir los derechos para su exhibición en Estados Unidos y la Miramax para algunos países europeos, lo que aseguró una carrera en el exterior mejorada luego por el Oso de Oro.
El cine brasileño ganó otros premios internacionales importantes, pero en un pasado lejano. "El pagador de promesas", de Anselmo Duarte, obtuvo la Palma de Oro en Cannes en 1962, y "Ellos no usan corbata", el León de Oro en el Festival de Venecia, en 1981.
Otras tres películas obtuvieron el segundo lugar en Berlín en 1964, 1969 y 1978. Antes de Montenegro, dos actrices brasileñas fueron consideradas las mejores en el mismo festival.
"Central de Brasil" restablece así la tradición de buena acogida del cine brasileño en Europa y también la proximidad entre las cinematografías separadas por el océano Atlántico. El neorrealismo italiano y la "nouvelle vague" francesa fueron influencias capitales en el "cinema novo".
Esta película pertenece a una vertiente distinta a la de "Que es eso, compañero" (titulada "Cuatro dias en septiembre", en Estados Unidos), candidata al Oscar al mejor filme extranjero de este año.
Este "thriller" sobre el secuestro del embajador de Estados Unidos en Brasil en 1969 procura el reconocimiento de Hollywood, donde vive su director, Bruno Barreto.
Los premios de Berlín pueden ayudar el cine brasileño a reencontrar su vocación, vinculada a la escasez de recursos y a los problemas sociales que constituyen el mayor drama del país. Disputar el gran mercado de las películas espectaculares de Hollywood es un camino inviable. (FIN/IPS/mo/mj/cr/98