María Espinoza no ocultaba su satisfacción porque en un país como Perú, donde el color del cabello es signo de estatus, el de su quinta hija se ponía cada vez más fino y castaño. Cuando cumplió tres años era casi blanco.
Pero cuando la llevó al Puesto de Salud con diarrea aguda, se dio de cara con la cruel realidad que le presentó el médico: la niña padecía desnutrición crónica y el cambio de color de su cabello era un síntoma de la precariedad de su salud.
La niña forma parte de ese 45 por ciento de menores de cinco años que según las estadísticas oficiales peruanas presenta algún grado de desnutrición.
"Muchas mujeres se ponen contentas cuando a sus hijos les cambia el color del cabello porque ignoran que la despigmentación está expresando un estado avanzado de desnutrición", dice el pediatra César Bernales, del puesto sanitario de Cruz de Motupe, un barrio popular del este de Lima.
"La despigmentación es un dramático signo de hambre y de daños mayores en el organismo del niño, que se manifestarán posteriormente en retardo del crecimiento, poca capacidad intelectual y física y debilitamiento del sistema inmunológico", asegura.
Cruz de Motupe, con caminos polvorientos y chozas de paja y carton, sin servicios básicos, habitada por personas que llegaron de los Andes con sus hijos a cuestas huyendo de la violencia, es una muestra de la pobreza en que viven cuatro de cada diez de los seis millones de habitantes de la capital peruana.
En las faldas de los cerros juegan niños de vientre abultado, semidesnudos y con suaves cabellos descoloridos.
"Por lo general, sus madres también son desnutridas, con grados avanzados de anemia y embarazos demasiado frecuentes, lo que además de ser perjudicial para ellas lo es también para el niño, que es desplazado precozmente del pecho materno por la llegada de un nuevo hermano", comenta el médico.
"Podría decirse que son ninos que vienen al mundo con hambre congénita', añade.
Estudios realizados por el Instituto de Salud Nutricional revelan que la mitad de las mujeres peruanas en edad fértil padece algún grado de anemia nutricional.
"Para preparar el almuerzo primero veo de cuanta plata dispongo, después me fijo que está más barato y según eso compro y veo lo que preparo', relata Elvira Sifuentes, pobladora de Cruz de Motupe cuyo esposo es albañil eventual y madre de siete hijos entre 15 años y seis meses.
"La carne ni siquiera entra en mis cálculos", afirma. "Hago consomé de verduras, tallarines, locro de ollucos (plato andino preparado con el tubérculo ullucus tuberosus)".
Para ella, el fenómeno del Niño ha sido providencial porque ha abaratado algunas especies de pescado como el perico, de baja calidad proteica. En épocas normales, lo más cercano al pescado que consume su familia es el grate de atún, usado en los países industrializados como alimenta para gatos.
En muchas zonas de Lima hay niños que sólo comen una vez al día, y esto gracias a los programas de sobrevivencia (clubes de madres, comedores y cocinas populares), solventados por los propios pobladores.
Si esto ocurre en la capital, en los pueblos más apartados y en las zonas rurales de la sierra y selva donde siete de cada diez habitantes son pobres y cinco de ellos en grado extremo, la situación es aún peor.
En esas zonas, tres de cada cinco niños sufre desnutrición crónica y mueren 74 de cada mil nacidos vivos, en promedio, antes del primer año. En las zonas urbanas la tasa es de 36 por mil. Si se toma como referencia la tasa de mortalidad infantil, las zonas rurales de Perú están atrasadas 20 años respecto de las urbanas.
Las afecciones perinatales, las enfermedades respiratorias y las diarreas son las principales causas de muerte infantil, pese a que estos males pueden enfrentarse con acciones sencillas y de bajo costo.
El Ministerio de Salud y organizaciones no gubernamentales emprendieron una campaña de promoción de la salud para combatir la neumonía y la deshidratación causada por diarreas, tras comprobar que en las zonas rurales los niños pasan enfermos entre el 13 y el 20 por ciento del año, perdiendo valiosos nutrientes.
"En la sierra rural, tres cuartas partes de los niños llegan a la edad escolar con retardo en el crecimiento, lo que significa que han estado expuestos crónicamente al hambre e infecciones que afectan su estado nutricional", senala un documento del Instituto de Salud Nutricional.
Otras investigaciones señalan que la desnutrición infantil en la mayor parte de los niños peruanos comienza a los seis meses, cuando se abandona la lactancia materna exclusiva, introduciéndose dietas generalmente inapropiadas.
Por otra parte, sólo una de cada cinco embarazadas de las áreas rurales tiene atención prenatal y en el parto, una de las tasas más bajas de la región. En América Latina la cobertura prenatal es de 82 por ciento y en Chile alcanza a 98 por ciento.
La persistencia de otros problemas, como escasez de agua potable, contribuye a agravar el panorama nutricional de la población en Perú. El 45 por ciento de los hogares presenta déficit en el suministro de agua potable y el 84 por ciento de los pobladores andinos carecen por completo de este servicio.
Otro problema nutricional es la deficiente ingesta de yodo, que acarrea problemas de bocio y retardo mental, y afecta al 88 por ciento de localidades andinas situadas por encima de los 2.000 metros de altura, pese a los esfuerzos de las autoridades que han instalado decenas de plantas de yodización de la sal. (FIN/IPS/zp/ag/he hd/98