El papa Juan Pablo II dejó abierto el camino para un amplio diálogo nacional que parta de la reconciliación entre todos los cubanos, sin llegar al extremo de una caída del gobierno de Fidel Castro.
Alejado de las propuestas destructoras que suelen llegar a La Habana desde Washington, el máximo jefe de la Iglesia Católica sugirió el tránsito pacífico hacia una Cuba nueva donde puedan conjugarse justicia social y libertad individual.
Karol Wojtyla dijo lo que tenía que decir sobre libertad religiosa, derechos humanos, moral, reconciliación y, como Castro esperaba, condenó duramente el bloqueo de Estados Unidos contra la isla: "ninguna nación puede vivir sola".
"El pueblo cubano no puede verse privado del vínculo con otros pueblos", dijo el Papa y llamó a dar pasos para eliminar un aislamiento que repercute "de manera indiscriminada en la población", afectando la alimentación, la salud y la educación.
El pontífice cerró con broche de oro su visita cuando al despedirse mencionó entre las causas de la angustia que viven los cubanos "las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país, injustas y éticamente inaceptables".
A Castro le pidió libertad para presos políticos. Exhortó a los cubanos a construir una sociedad nueva, demandó libertad religiosa, exigió a la Iglesia Católica luchar por sus espacios y pidió a los cubanos que residen en el exterior, especialmente en Miami, Estados Unidos, "evitar confrontaciones inútiles".
Que "el mundo se abra a Cuba", pero, también "que Cuba se abra al mundo", dijo Juan Pablo II el día 21 al inicio de su gira pastoral de cinco días que incluyó cuatro misas, una reunión privada con Castro y encuentros con intelectuales, enfermos y religiosos.
Castro, por su parte, hizo gala de la hospitalidad que caracteriza a los cubanos, convocó a toda la población a asistir a las misas del Papa y él mismo participó en la última, en la Plaza de la Revolución "José Martí", en La Habana.
Contrario a todos los pronósticos, el mandatario brindó su apoyo a la visita, escuchó con calma las críticas de Juan Pablo II y las muestras de apoyo popular a los que podrían considerarse en Cuba como los planteamientos más polémicos.
"Por todas sus palabras, aún aquellas con las cuales pueda estar en desacuerdo, en nombre de todo el pueblo de Cuba, santidad, le doy las gracias", dijo Castro en el acto de despedida.
El reencuentro entre Karol Wojtyla y Fidel Castro, esperado como un gran duelo entre dos de los más hábiles políticos de finales de este siglo, se caraterizó por el tono moderado del pontífice y la tolerancia del presidente cubano.
"Creo que hemos dado un ejemplo al mundo: usted viniendo a donde se ha dado por llamar el último bastión del comunismo. Nosotros recibiendo al jefe religioso a quien quisieron atribuir la responsabilidad de haber destruido el socialismo en Europa", dijo Castro.
Pasada una década de los acontecimientos que terminaron en la debacle europea del socialismo, todo parece indicar que el Papa estaría interesado en una apertura política en Cuba que parta de una transición lenta y pacífica.
En primer lugar, Cuba no es Polonia: la población no es mayoritariamente católica, la Iglesia carece de fuerza suficiente como para liderar un cambio y el socialismo no fue impuesto desde fuera sino como resultado de un movimiento interno.
Además, de acuerdo con Marco Politi, coautor con Carl Bernstein de la biografía "Su Santidad", "el (Papa) lleva consigo la experiencia de lo que ocurrió en Europa oriental, algo que no le gusta en lo absoluto".
Para confirmar la hipótesis de Politi, Juan Pablo II vinculó sus críticas al ateísmo con la denuncia del neoliberalismo y dejó claro que si piensa que el socialismo no es la opción para Cuba, tampoco lo es el capitalismo salvaje presentado como alternativa.
Al mismo tiempo, apoyó las demandas de la Iglesia Católica para el acceso a los medios de comunicación y a la educación y reprodujo en sus homilías los principales reclamos emitidos por los obispos cubanos en esta década.
"La Iglesia de Cuba no está sola", afirmó el Papa para descalificar las versiones que intentan separar radicalmente la posición del Vaticano hacia el gobierno de Castro con la de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.
"Desde ahora sentimos que será imposible a los que estamos aquí no amarnos como hermanos, no perdonar nuestras ofensas recíprocas, no olvidar agravios", dijo el cardenal Jaime Ortega en una expresión de armonía con el camino trazado por el Vaticano.
La única nota discordante durante toda la visita pastoral la puso el arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice Estiu, que llegó a robarle el protagonismo al Papa durante la misa celebrada en esa ciudad, a 967 kilómetros de La Habana.
Meurice Estiu emplazó abiertamente al gobierno al criticar a "un grupo creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología".
Pero su discurso, que recibió el aplauso de una parte del público, fue mal visto en medios eclesiales, que lo consideraron fuera de lugar y no acorde con el ambiente de distensión entre la Iglesia Católica y el Estado que perseguía la visita del Papa.
Las acusaciones fueron como "un cubo de agua fría" arrojado en la cabeza de las autoridades y, según comentó el historiador de La Habana Eusebio Leal al escritor español Manuel Vázquez Montalbán, fue "una inútil provocación".
Así y todo, la alianza con el Vaticano acabó de sellarse la noche del domingo cuando, tras la partida del Papa, Castro tuvo un "encuentro cordial", en el Palacio de la Revolución, con miembros de los episcopados de América Latina, Estados Unidos y Europa.
Pase lo que pase en el futuro cercano, la mayoría de los cubanos consultados, desde creyentes, militantes del Partido, funcionarios, intelectuales hasta opositores, coinciden en que la visita puede ser beneficiosa para Cuba.
Los beneficios internos pasarían por que el gobierno y, sobre todo el presidente Castro, supieran escuchar las muestras de apoyo que recibieron determinados planteamientos del Papa y tenerlas en cuenta a la hora de la toma de decisiones.
Como sucede a nivel social, es de suponer que no todos en la cúpula gobernante deben estar de acuerdo en cuanto a la relación costo-beneficio que traerá al gobierno de la isla la visita papal.
Entre los escenarios probables a corto plazo se incluye una ofensiva oficial en materia ideológica para reafirmar el apoyo masivo a la Revolución y a Castro, que tendría su primer capítulo en el aniversario del nacimiento del héroe nacional, José Martí, el próximo día 28.
Alguna señal debe también esperarse de Washington, donde el escándalo "sexual" del presidente Bill Clinton desplazó de la primera plana la visita del Papa, al tiempo que miles de exiliados cubanos miraban imágenes de su país totalmente inimaginables hace sólo unos años.
El coordinador de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Michael Rannemberer, dijo el día 21 en La Habana que su gobierno eguiría con mucha atención el paso del Papa por Cuba, pero que cualquier levantamiento del bloqueo tendría que responder a cambios de fondo en el sistema político.
Sin embargo, expertos locales estiman que el clima de tolerancia vivido en estos días y el directo mensaje papal daría un impulso a los que en Estados Unidos persiguen un levantamiento parcial del bloqueo en los renglones de alimentos y medicinas. (FIN/IPS/da/dg/ip/98