ASIA: Los "valores tradicionales" y el maullido de los tigres

La profunda crisis que sufren Asia oriental y sudoriental provocó el cierre de miles de empresas, dejó a millones de personas en la calle y puso de rodillas a los "tigres", las economías de rápido crecimiento de la región.

También impulsó a algunos a escribir ya obituarios en homenaje a los "valores asiáticos", entre ellos la ética confuciana de la disciplina, la frugalidad y el trabajo duro a la que se supone la fórmula del éxito regional.

Antes de que la caída de las monedas sacudiera los mercados financieros y de capital en julio, los líderes políticos habían vaticinado un "renacimiento" de Asia.

Incluso los analistas occidentales abandonaron su escepticismo y llegaron a la conclusión de que ciertas cualidades sociales y culturales eran la causa del milagro económico del sudeste y este de Asia.

Nadie habla hoy de "renacimiento". El primer ministro de Malasia, Mahatir Mohamad, principal promotor de los "valores asiáticos", admitió el jueves en Kuala Lumpur que quizá hubiera que dejar a los mercados a su aire. El "milagro asiático" era un espejismo.

La moneda y los mercados de Indonesia cayeron después de que el presidente Alí Suharto presentó el martes al parlamento un proyecto de presupuesto que no mostraba voluntad de ajuste. La rupia perdió 70 por ciento de su valor en los últimos cinco meses, pero la caída fue aun más dramática esta semana.

Las especulaciones que se generaron en torno a una moratoria de los pagos de la deuda obligaron a Suharto a emitir este viernes una declaración para reafirmar su compromiso con las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a su paquete de asistencia de 33 millones de dólares.

Ni siquiera Corea del Sur, Hong Kong y Japón, las economías más fuertes de la región, se salvaron de la crisis. Esta semana, incluso, se generaron temores de contagio a Taiwan, Singapur y China, que permanecían en relativa calma.

En los días de bonanza se atribuía el auge de la región a los valores asiáticos, como el trabajo duro, el ahorro, el respeto a los líderes y la ubicación del interés colectivo encima de los derechos indiviudales.

Estas ideas contribuyeron a atraer a los inversores, y las divisas extranjeras y el crecimiento económico aceitaron la maquinaria.

El espectacular incremento del producto interno bruto de Asia oriental y sudoriental de 6,5 por ciento anual entre 1965 y 1990 permitió la permanencia de los líderes políticos, que se ufanaban tanto del crecimiento económico como de la reducción de la pobreza.

Pero varias economías están pagando ahora un costo por el modo en que los supuestos "valores asiáticos" contribuyeron a la crisis, la huida de capitales y la pérdida de confianza, pues los gobiernos sesgaron los principios tradicionales para que fueran funcionales con los intereses de sus elites empresariales.

"Los líderes asiáticos son muy selectivos para elegir e interpretar ciertos valores tradicionales de modo de que encajen con sus intereses", dijo Mustafa Anuar, del movimiento de reformas sociales malayo Aliran.

El respeto por la autoridad, por ejemplo, fue adaptado por poderosos presidentes y primeros ministros que exigían lealtad ciega hacia ellos y dejaban poco espacio para el disenso. Los líderes debían ser escuchados y seguidos. Las críticas eran, con frecuencia, desalentadas.

Albert Chen, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Hong Kong, dijo que esas distorsiones de los valores asiáticos son contradictorias, en realidad, con la cultura política de la región a lo largo de la historia.

La tradición china, por ejemplo, reconoce "la importancia de la consulta del líder a sus seguidores, su apego a los deseos del pueblo y el deseo de conquistar los corazones en lugar de la procura de la sumisión", dijo Chen.

Pero la responsabilidad ante el pueblo no figura entre los valores asiáticos promocionados por la elite política de la región.

"Los líderes asiáticos ignoraron, con mucha conveniencia, valores religiosos que exhortan a los pueblos a criticar a los gobernantes injustos y corruptos", agregó Mustafa. Por el contrario, muchos jefes de gobierno aplastaron los disensos, encarcelaron a los críticos y clausuraron diarios opositores.

La transparencia fue escasa. Proliferaron los vínculos incestuosos entre gobierno y grandes empresas, desde Corea del Sur hasta Indonesia. Quizá eso haya funcionado en el pasado, pero fue a costas de una gran debilidad que quedó en evidencia con el susto que llevó a los inversores a huir de Asia.

Los bancos regulados de forma inadecuada fueron presionados para prestar grandes sumas de dinero destinados a la concreción de proyectos sobre los que caían sospechas desarrollados por empresas cercanas a la elite política. Ese fue un factor clave en la caída de docenas de instituciones financieras.

Mientras tanto, una fusión de intereses públicos y privados se reclamaba a los ciudadanos que se dedicaran a "trabajar duro" para crear prosperidad.

"¿Trabajar duro? ¿Para qué y para quién? Al final del día, ¿quién recibió el mayor beneficio? Fue la gente en la cúspide, los políticos y los empresarios con buenas conecciones", se lamentó Mustafa.

El activista recordó que la moderación y la prudencia figuran entre los valores tradicionales asiáticos que fueron dejados de lado, lo que fue en particular evidente en Malasia, donde los megaproyectos fueron un pilar de la política de rápido crecimiento impulsada por Mahathir.

Entre los aspirantes a "tigres", Malasia estaba a la cabeza. Después de todo, años de rápido crecimiento produjeron numerosos signos de riqueza, como los edificios más altos, grandes y largos y el proyecto de represa más monumental del sudeste de Asia.

Pero la moderación se ubicó en el asiento trasero y el consumismo y el materialismo florecieron. Muchos asiáticos se comportaban como si el mañana no existiera.

El gasto improductivo empujó hacia arriba los déficits de cuenta corriente de la balanza de pagos en la mayoría de los países del sudeste asiático, lo cual lo expuso a las fuerzas mundiales y debilitó sus monedas.

Había dinero para los megaproyectos, pero nunca era suficiente para servicios sociales esenciales, lo que dejaba a los pobres solos para defenderse.

Algunos líderes asiáticos intentaron esgrimir los valores asiáticos para justificar la represión política o encubrir prácticas de gobierno corruptas u oscuras.

De todos modos, no puede negarse que la región ha dado grandes zancadas. Lo que la crisis económica expuso es que el capitalismo desenfrenado al estilo occidental sin los controles y equilibrios propios de la democracia pueden conducir a un peligroso fracaso.

El este de Asia necesitará unos tres años para exorcisar sus demonios, pero ya quedó en evidencia que los líderes asiáticos han apelado a los valores tradicionales para servir a sus propios intereses. (FIN/IPS/tra-en/an/js/mj/if dv ip cr/98

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