Atrás quedaron el año nuevo lunar de China y sus festividades, enriquecidas con miles de años de historia. En épocas navideñas, el aspecto de Beijing demuestra que Santa Claus se ha ganado un lugar en la antigua ciudad y en el corazón de sus ciudadanos ateos.
Aunque el chino medio no sepa exactamente lo que los cristianos celebran en Navidad, se le hace difícil resistirse a la excitación creada por el decorado, las compras festivas y las promesas de alegría de Santa Claus.
Poco después del festival de mediados de otoño, en octubre, cuando los chinos admiran la luna llena y comen "tortas de luna", las principales ciudades costeras del país comienzan a prepararse para la fiesta del año.
Las grandes tiendas de departamentos del centro de Beijing venden en estos días árboles de Navidad, bolas de colores, cadenas de luces, coronas de piñas, medias de lana de Santa Claus de diversos tamaños y muñecos cascanueces de madera.
Por las tardes, las principales calles de la capital se visten con cadenas de luces, mientras los grandes hoteles compiten entre sí por tener la ambientación más festiva en sus vestíbulos, irreconocibles con sus casitas de pan de jengibre y figuras de duendes y renos.
"Navidad es muy diferente al Festival de Primavera (el año nuevo lunar chino)", dijo Ma Jun mientras elegía un árbol de Navidad junto a su esposa en el World Trade Shopping Centre de China.
Su esposa, Zhao Xuemei, acaba de elegir una docena de tarjetas navideñas, decoradas en dorado y escarlata. "Me encanta comprar regalos para Navidad", manifestó.
Aunque muchos chinos no pueden comprar más que una postal como regalo, la costumbre de intercambiar tarjetas de buenos deseos para las fiestas y el año que entra está cada vez más difundida.
Lo que vuelve especial a la Navidad aquí son los elementos que muchas veces faltan en los festivales chinos, en los que se cocina, se come y se juega al "mah-jiang": regalos, decoración profusa, sorpresas y simple diversión.
"Yo no soy religioso, pero creo que la Navidad es divertida como ningún festival chino", expresó Zhou Qiren, quien compraba candelabros con forma de ángeles y velas rojas.
Tras décadas de ascetismo dictado por el régimen comunista, que desprecia los festivales extravagantes y frívolos, los chinos finalmente son libres de abrazar un espíritu bohemio y reunirse en divertidas fiestas navideñas en lugar de las solemnes reuniones ideológicas.
"Lo que me gusta de Navidad es que no estoy obligado a pasarla con mi familia", dijo un joven "yuppie" de Beijing, que acababa de comprar cintas rojas y luces para su oficina.
"No hay algo que 'se debe hacer' o 'no se debe hacer' en Navidad. Mi novia y yo la pasaremos en el hotel Hilton, donde habrá una gran fiesta", agregó.
Hace un par de años, sólo participaban de estas fiestas algunos extranjeros nostálgicos, pero en la actualidad, el número de chinos adinerados que concurren a fiestas de disfraces y loterías supera al de la comunidad de expatriados en Beijing.
Numerosas parejas de jóvenes chinos también concurren a conciertos de Navidad en el Beijing Concert Hall y es común que compren casetes con villancicos.
Sin embargo, existe una tendencia a dar a la Navidad un color más local. Los faroles rojos con que Beijing tradicionalmente recibe al Festival de Primavera cuelgan ahora en la fachada de la tienda de departamentos Yaohan, justo en frente de un enorme Santa Claus de goma que saluda a quienes ingresan en la Tienda de la Amistad.
Las populares cadenas de luces navideñas están en general empacadas en cajas escritas en caracteres chinos que significan "doble felicidad", un augurio con que se suele saludar a los recién casados.
" 'Feliz Navidad' no es sinónimo de 'feliz matrimonio' ", señaló un vendedor de luces navideñas, "pero precisamos que estas fiestas se sientan como algo más nuestro".
"Hay gente que compra los adornos navideños porque le parecen exóticos, pero hay clientes que sólo compran lo que les parece conocido", comentó una vendedora del mercado de flores Yansha.
La competencia se ha vuelto más dura, en medio de una excesiva oferta de juguetes y adornos. "Hace uno o dos años se podía hacer bastante dinero vendiendo bolas y luces de Navidad, pero ahora es más difícil. Hay demasiados", lamentó.
El comentario de la vendedora recuerda que en la provincia sureña de Guangdong abundan las fábricas donde jóvenes del empobrecido interior producen la mayor parte de los adornos navideños que se venden en el país a cambio de un salario miserable. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ml/cr/97