El cierre de Yamaichi Securities Co., la cuarta firma de intermediación de inversiones de Japón, sumió al sistema financiero del país en una crisis de confianza y sembró temores sobre el posible fin del milagro económico de posguerra.
La pregunta generalizada mientras los incendios financieros avanzan amenazantes por Asia es cuál será la próxima baja en la principal potencia industrial del continente.
El caso de Japón, segunda economía del planeta, es diferente al de los tambaleantes "tigres" del sudeste asiático y Corea del Sur, economías de rápido crecimiento que sufrieron duras crisis económicas de origen financiero en los últimos meses.
Japón, al contrario que sus vecinos, goza de superávit de cuenta corriente y es un país acreedor, no deudor. Sus reservas internacionales son las segundas del mundo, con más de 223.000 millones de dólares estadounidenses.
El ministro de Finanzas, Hiroshi Mitsuzuka, utilizó esos argumentos para asegurar que los problemas japoneses son "por completo diferentes" y "separados" de los del resto de Asia. Pero sus explicaciones fueron insuficientes, pues mercados e inversores no siempre se manejan de forma lógica.
Mientras caía Yamaichi, el portavoz del gobierno de Japón Hiroshi Hashimoto sostuvo en la reunión del Foro de Cooperación de Asia y el Pacífico en Vancouver, Canadá, que el país "está atravesando un período de ajuste porque los mercados reclaman un cambio".
Un operador financiero que reclamó reserva sobre su identidad dijo que el nerviosismo domina al empresariado japonés desde la debacle de Yamaichi. "La conmoción es tremenda. Cada vez más gente cree que otros grandes nombres también caerán", dijo.
En los años de recesión a comienzos de la década hubo cientos de bancarrotas y grandes pérdidas. Pero el colapso de Yamaichi quizás sea el mayor golpe psicológico que hayan sufrido los japoneses debido a la imagen que tenía la compañía tanto dentro del país como en todo el mundo.
"El nombre de Yamaichi es sinónimo del milagro económico. La compañía, con cien años de actividad, parecía invencible. Con su caída cae también nuestra confianza", dijo el periodista experto en asuntos económicos Naoshi Yasuya.
Yamaichi Securities tuvo 3.200 millones de dólares de ganancias el año pasado, pero ahora sus 7.500 empleados directos están en la calle en un país que no sufre desocupación. La firma tiene 50 empresas afiliadas que cuentan con 3.500 empleados. Todos ellos están ansiosos.
La empresa anunció el lunes el cese de operaciones luego de un siglo de trabajo, acosada por deudas incobrables originadas en préstamos concedidos por medio de prácticas corruptas. Los bancos se negaron a prestarle dinero a Yamaichi, lo que provocó su cierre.
Además, hubo escándalos generados por el soborno al que un estafador sometió a la empresa y por pérdidas ocultas de 2.600 millones de dólares originadas por la práctica de disfrazar pérdidas de un cliente como inversiones de otro.
"Los problemas de Yamaichi reflejan la necesidad de cambios a la forma en que las corporaciones funcionan en Japón. Pero eso implicaría una reparación completa de los pilares sobre los que se construyó el éxito económico japonés", dijo Tyoo Gyoten, alto funcionario del Banco de Tokio.
Durante décadas, la burocracia alentó la resistencia a los cambios del empresariado y el conformismo de la sociedad, explicó Gyoten.
"Un aumento del poder en manos de auditores y accionistas significa adentrarse en áreas prohibidas, como cambiar el sistema del empleo vitalicio y de escalas salariales que aceitó el poder de las empresas a través de la lealtad sin fisuras de los trabajadores", explicó.
El control de las empresas japonesas está en manos de sus gerentes, mientras los accionistas y el gobierno tienen posibilidades de maniobra mínimas. Así, las compañías ganaron eficiencia, pero en ciertos casos como el de Yamaichi el favoritismo y la corrupción aumentan los costos.
La Asociación de Auditores de Japón reveló en abril que un quinto de 1.850 compañías investigadas estuvo involucrada en al menos un escándalo o caso de prácticas impropias de negocios, como sobornos.
La investigación reveló la relación de favoritismos cruzados entre altos burócratas, empresarios y políticos, el "triángulo de hierro" sobre el que se construye la cultura corporativa de Japón.
Yamaichi comenzó a ocultar sus pérdidas en 1991, cuando encargó a empresas afiliadas la compra secreta de gran cantidad de acciones de sus clientes. El presidente de la firma, Shohei Nozawa, dijo que se entablaría demanda judicial para los empleados que desarrollaban esas actividades ilegales.
El gobierno destinará ahora fondos públicos para proteger los depósitos de los clientes de Yamaichi, pero no para salvar a la empresa.
Pero ese anuncio representó poco alivio. Los clientes se agolpan desde este martes, algunos a partir de las 4.30 de la madrugada, ante las puertas de la firma para retirar su dinero.
"No confío en el gobierno, ni en nadie que tenga autoridad. Tengo los nervios de punta y no sé qué haré", dijo un hombre de 73 años que esperaba en la fila.
"Japón pensaba que este sistema era el mejor. Nuestro error fue haber perdido la prudencia y la reflexión constante sobre lo que hacíamos", dijo Gyoten.
Para el experto, otros países asiáticos también se han visto dominados por la complacencia luego de décadas de crecimiento económico.
"Allí, males similares a los japoneses (industria frágil en lo financiero, colaboración entre empresarios, burócratas y militares) son obvios", dijo Gyoten. (FIN/IPS/tra- en/sk/js/mj/if/97