PERU: Ex campos cocaleros ahora tienen rostro de mujer

La caída de los precios de la hoja de coca en el mercado internacional y la consecuente ruina de los productores de este cultivo han traído como secuela la feminización de las ex zonas cocalaeras, fenómeno aún no analizado debidamente.

"Ahora los campos tienen rostro de mujer", afirmó una campesina del Alto Mayo, localidad de la selva central peruana, durante un seminario internacional realizado en Tingo María, ciudad ubicada a 558 kilómetros al este de Lima, otrora el paraíso de la comercialización ilegal de la hoja de coca.

Durante el llamado "boom" cocalero, en el decenio pasado, las zonas de cultivo de la región andina de Perú se poblaron de inmigrantes.

A comienzos de esta década, 90 por ciento de la población del Alto Huallaga provenía de otras regiones del país, 69 por ciento de la sierra, 25 por ciento de otras provincias amazónicas y seis por ciento restante de la costa.

Todos llegaron atraídos por los altos salarios que pagaban los productores de coca, entre seis y nueve veces más que la agricultura legal, y ello hizo subir el índice de masculinidad en el campo hasta 114 hombres por cada 100 mujeres.

Pero esa tendencia se ha revertido en la actualidad. Miles de inmigrantes han retornado desilusionados a sus lugares de origen, otros, en especial los hombres, han migrado en busca de empleo.

Como resultado de esta movilidad poblacional, los campos, ahora dedicados sobre todo al cultivo para consumo personal, quedaron en manos de mujeres en una proporción de tres a uno.

Similar tendencia se observa en las zonas cocaleras de Bolivia y Colombia, los otros dos países productores, según se informó durante el I Seminario Taller Internacional "Género, Desarrollo Sustentable y Hoja de Coca", que se realizó en Tingo María.

En el encuentro, donde las campesinas debatieron sus problemas codo a codo con expertos internacionales, se indicó que el número de hogares con jefatura femenina se ha duplicado en la zona desde que empezó la caída de los precios de coca, y las mujeres han retomado formas ancestrales de organización productiva rural.

"Nuestros maridos se fueron a buscar mejor futuro y nos dejaron con los hijos y la tierra; éramos muchas en esa situación y nos dimos cuenta que unidas podíamos avanzar, ayudarnos y aprender", dijo una campesina del valle del río Apurimac, zona azotada hasta hace poco por la violencia insurreccional.

La colombiana Omaria Morales, secretaria de difusión del Consejo Andino de Productores de Coca (CAPC), organizador del taller, senaló que debido a esta inédita situación, las mujeres de las zonas cocaleras asisten a un extraordinario proceso de aprendizaje tecnológico.

Esto les permitirá insertarse en el mercado, debiendo hacer frente a mecanismos como los de comercialización totalmente desconocidos para ellas, afirmó Morales.

Destacó que las campesinas "están revalorizando su quehacer y han aprendido que lo que hacen es valioso", a diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando "no daban importancia a sus labores agrícolas pese a que, en cierta forma, eran las depositarias del saber tradicional".

Por el contrario, ahora "hablan de desarrollo alternativo, de mejorar su calidad de vida, de compartir las tareas con la pareja y los hijos varones", explicó la secretaria de CAPC.

Pero ello, según se analizó en el seminario, no debe hacer olvidar que el problema de fondo de estas poblaciones es el abandono económico y técnico que sufren.

Varios participantes del taller internacional señalaron, por ejemplo, que la falta de participación de organismos de los productores en la elaboración de los programas alternativos a los cultivos de coca ha conducido a su eventual fracaso

"Ningún proyecto de crecimiento alternativo ha logrado un desarrollo agrícola capaz de proporcionar un ingreso económico sustentable, ni siquiera integral, ya que la infraestructura – carreteras, energía eléctrica, educación y salud- es deficiente y de eso nadie se preocupa", afirmó Marcelina Pillaca.

No obstante, las mujeres están emprendiendo proyectos audaces para industrializar la coca y generar empleos. Se puso como ejemplo el caso de la empresa Etiqueta Verde, constituida por hombres y mujeres, que fabrica licor de coca y está logrando aceptación en el mercado regional.

Próximamente la misma empresa producirá jabón y bolsitas filtrantes de mate de coca, productos que serán vendidos en una tienda administrada por mujeres, que ya están siendo formadas en técnicas de mercadeo y comercialización.

"Hacemos lo que podemos. Estos campos quedaron devastados y ahora sólo producimos alimentos para nuestra subsistencia, pero creemos que la coca también puede ser aprovechada en sus cualidades nutritivas, medicinales e industriales", afirmó Felicita Moscoso, otra campesina participante del seminario.

Lamentablemente, la inquietud de estas mujeres muchas veces se estrella contra la indiferencia o percepción burocrática del problema por parte de los organismos estatales.

Durante el encuentro, si bien en teoría asistentes y funcionarios de gobierno coincidieron en que éste es el momento de proponer alternativas viables a los pauperizados productores, en los discursos de estos últimos no se evidenció ninguna propuesta efectiva.

La falta de presupuesto y de mercados e, incluso, el cruce de intereses de terceros países, fueron mencionados como las causas de que los proyectos de desarrollo alternativo estén estancados o hayan fracasado.

En el marco de este taller, el Consejo Andino resolvió solicitar a las autoridades de salud de los países involucrados en la producción un análisis completo de las propiedades de la hoja de coca.

En base a esos resultados, se gestionará ante organismos internacionales su reconocimiento como un cultivo tradicional de alto valor nutritivo, y no sólo como estupefaciente como sucede en la actualidad. (FIN/IPS/zp/dam/dv-ip/97

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