Grecia y Turquía firmaron este verano boreal, bajo presión de Estados Unidos, un acuerdo políticamente vinculante renunciando al uso o la amenaza de la fuerza uno contra otro.
Si el pacto es implementado cabalmente, sus provisiones reducirían significativamente las tensiones entre Grecia y Turquía y brindarían una plataforma de negociaciones bilaterales directas. Pero, a la vez, ambos países continúan incrementando sus arsenales.
Bajo la iniciativa estadounidense de julio, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE) propusieron medidas para mejorar las relaciones.
Grecia y Turquía aceptaron una propuesta para establecer dos comités separados de expertos griegos y turcos para examinar el expectro de diferencias entre ambos países y hacer recomendaciones.
Atenas y Ankara continúan observando una moratoria limitada sobre los ejercicios militares en el mar Egeo, propuesta por la OTAN en 1996, y expresaron su voluntad de explorar un paquete de nuevas medidas para fomentar la confianza y la seguridad planteado por el secretario general de la Alianza, Javier Solana.
Las condiciones propicias para mejorar las relaciones bilaterales provienen de ambas capitales.
Turquía se siente cada vez más aislada. La futura expansión de la OTAN a Europa central cambió el foco de antención de los aliados al este.
El flanco sur de la OTAN, que temporalmente ganó inmenso valor geoestratégico tras el colapso de la Unión Soviética y la guerra del Golfo, es nuevamente periférico para la OTAN.
Además, mientras Chipre inicia las negociaciones de acceso a la UE en la primavera boreal de 1998, la propuesta integración de Turquía permanece estática.
El nuevo gobierno secular de Turquía de Mesut Yilmaz reafirmó la orientación occidental de su gobierno, reconociendo tácitamente que la mejora en las relaciones con Grecia es un prerrequisito para las aspiraciones de Ankara.
En Grecia, el gobierno de Costas Simitis abandonó la anterior política de inflexibilidad hacia Turquía. Atenas reconoce que sus intereses están mejor antendidos y Turquía tiene fuertes lazos con Europa.
Hay un creciente entendimiento de que Grecia, el único miembro de la UE y la OTAN en el sudeste de Europa, necesita mejorar las relaciones bilaterales con Turquía para jugar un papel constructivo en la región.
Los próximos meses determinarán si se mantendrá la coyuntura favorable para la reconciliación. Una serie de disputas bilaterales, incluyendo la delineación de la plataforma continental, el control del tráfico aéreo y el futuro de Chipre, podrían descarrilar el proceso de paz.
No obstante, este es un gran avance en relación a febrero de 1996, cuando sólo una intervención a último momento del gobierno de Clinton evitó que ambos países fueran a la guerra por la isla en disputa conocida como Imia en Grecia y Kardak en Turquía, en el sudeste del Egeo.
Irónicamente, Washington premió los primeros pasos tentativos hacia la distensión en el Egeo reanudando la transferencia de armas. La frustración en el Capitolio por el comportamiento de Grecia y Turquía había detenido el abastecimiento de armas de Washington a ambas partes.
Los dos aliados nominales de la OTAN están involucrados en una progresiva carrera armamentista desde hace más de 20 años, convirtiendo la región en una de las más militarizadas de Europa.
Pero no sólo se trata de la hostilidad entre ambos países. Las políticas contratictorias occidentales contribuyeron al progresivo deterioro de las relaciones bilaterales.
A pesar de casi constantes amenazas de guerra, los países occidentales continuaron estimulando a Grecia y Turquía para que incrementaran sus arsenales.
Ahora, si ambos van a la guerra, lucharán con armas entregadas por sus aliados de la OTAN. Estados Unidos y Alemania, en particular, los armaron hasta los dientes, transfiriendo miles de tanques, helicópteros y aviones de combate de segunda mano y otros equipos a Atenas y Ankara en los últimos años.
Mientras los presupuestos de defensa en Europa occidental decrecen en respuesta al fin de la guerra fría, Grecia y Turquía iniciaron programas de militarización injustificadamente grandes.
Ambos continúan gastando más en sus fuerzas militares, poniendo el énfasis en los contratos de armas ofensivas.
Hasta el momento ambos podían pelear sólo en el Egeo, pero ahora el foco está en los "multiplicadores de fuerza" como misiles inteligentes, radares y capacidades de recarga de combustible en el aire.
Chipre está demasiado lejos de la continental Grecia para ser incorporado a los planes militares de Atenas, por lo cual intenta mejorar sus capacidades de proyección de fuerza y añadir credibilidad a su doctrina.
El plan de modernización de cinco años para las fuerzas armadas griegas anunciado en noviembre de 1996 costará la cantidad sin precedentes de 12.000 millones de dólares. Gran parte del dinero irá a la fuerza aérea para mejorar la flota y comprar nuevos misiles.
Turquía planifica gastar 31.000 millones de dólares en defensa para el 2006, adquiriendo cientos de nuevos tanques y helicópteros. Cuando estos se sumen a la flota existente, tendrá el segundo mayor conjunto de helicópteros de ataque de la OTAN, después de Estados Unidos.
Bajo un acuerdo de coproducción con Estados Unidos, Turquía fabricó 160 aviones de combate F-16 y piensa agregar otros 80. Además, se propone equipar sus cazabombarderos F-4E con la última tecnología en misiles y comprar misiles de largo alcance.
Grecia y Turquía tienen muchas más armas que las requeridas para sus legítimas necesidades de defensa. La reconciliación seguirá siendo una promesa vacía si la carrera armamentista entre ambos sigue adelante.
Estados Unidos y otros países de la OTAN deben reconsiderar sus políticas de transferencia de armas. En lugar de armamento adicional, las negociaciones para mejores relaciones y el control de armas entre ambos debe ser una prioridad de urgencia.
Occidente no puede premiar a sus dos aliados por sus primeros pasos a la distención mientras continúa armándolos.
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(*) Tasos Kokkinides es analista del British American Security Information Council en Londres. Este artículos llega a IPS a través del Institute of War and Peace Reporting en Londres, editor de la revista WarReport. (FIN/IPS/tra-en/wr/lp/ip/97