El duelo oficial de siete días concluyó hoy en Cuba, cuando el presidente Fidel Castro recibió los restos del comandante guerrillero Ernesto Che Guevara y de seis de sus compañeros caídos en Bolivia en 1967.
"No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros, venimos a recibirlos", dijo Castro en un discurso que enfatizó la visión del Che vivo, compañero de luchas y alejado de cualquier adoración de tipo religioso.
"Un combatiente puede morir pero no sus ideas", aseguró el presidente cubano, quien se preguntó "qué hacía un hombre del gobierno de Estados Unidos allí (en La Higuera, Bolivia) donde estaba herido y prisionero el Che".
La osamenta del Che fue localizada en junio pasado por un grupo de científicos cubanos y argentinos en la antigua pista de aterrizaje de la localidad boliviana de Vallegrande, a 770 kilómetros de La Paz.
Las búsquedas se iniciaron a fines de 1995, cuando el general retirado del ejército de Bolivia, Mario Vargas Salinas, reveló el secreto militar mejor guardado de ese país: los restos del Che no habían sido incinerados sido enterrados en una fosa común en Vallegrande.
Tras el descubrimiento de la fosa, la localización de siete restos y su debida identificación, las osamentas del Che y de los cubanos Olo Pantoja, René Martínez Tamayo y Alberto Fernández Montes de Oca fueron trasladadas a Cuba el 12 de julio.
A ellas se sumaron los restos de otro guerrillero cubano, Carlos Coello, localizados a mediados de 1996, y del boliviano Simón Cuba y del peruano Juan Pablo Chang que se encontraron enterrados junto al Che.
"Le pedimos, comandante (Castro), que nos haga el honor de recibir sus restos", afirmó el 12 de julio pasado la hija del Che, Aleida, en nombre de sus tres hermanos y de los familiares de los cuatro cubanos encontrados junto al Che en Bolivia.
La inhumación de los restos del Che y de sus seis compañeros finalizó una semana de homenaje en La Habana, en Santa Clara, y en los 300 kilómetros que separan la capital de la ciudad donde Guevara protagonizó su más importante batalla militar en diciembre de 1958.
Se estima que alrededor de un cuarto de personas desfiló frente a los féretros durante esa semana y que más de 100.000 se reunieron en la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara de la ciudad de Santa Clara para presenciar la ceremonia de inhumación de los restos.
El trovador Silvio Rodríguez cantó "La era está pariendo un corazón" y la voz grabada del poeta Nicolás Guillén dijo "no porque te hayan matado tu voz es menos alta".
"Sólo en el mundo con el cual soñó para el cual vivió y por el cual luchó hay espacio suficiente para él", dijo Castro, el único orador del acto, y aseguró que el Che, cuya influencia se multiplica, no puede caber en una lápida, en una plaza o en esta pequeña isla (Cuba).
Castro advirtió que más grande será la figura del Che "cuanta más injusticia, más explotación, más desigualdad, más desempleo, más pobreza, hambre y miseria impere en la sociedad humana".
"Se elevarán los valores que defendió cuanto más crezca el poder del imperialismo, el hegemonismo, la dominación y el intervencionismo en detrimento de los derehos más sagrados de los pueblos", dijo.
Para el mandatario, el Che aumentará su vigencia en contraposición a la discriminación de los indígenas, las minorías étnicas, las mujeres y los inmigrantes, y en la medida en que aumente el comercio sexual de los niños y las niñas.
"Más descollará su ejemplo de hombre puro, revolucionario y consecuente, mientras más políticos corrompidos, demagogos e hipócritas existan en cualquier parte", afirmó.
Castro catalogó al Che como "un verdadero comunista" que "nunca dejó de hacer lo que predicara, ni de exigirse a sí mismo más de lo que exigía a los demás".
"Sus grandes sueños los supeditó siempre a la disposión de entregar generosamente la vida. Nada para él era imposible y lo imposible era capaz de hacerlo posible", afirmó el presidente cubano, quien menciónó como ejemplo la toma de Santa Clara un día antes del trinfo de la Revolución de 1959.
Las ideas del Che "acerca de la revolución en su tierra de origen y en el resto de Suramerica, pese a enormes dificultades eran, posibles", dijo Castro minutos antes de proceder a la inhumación de los restos. "De haberlas alcanzado tal vez el mundo de hoy habría sido diferente".
Terminada la solemne ceremonia de una hora, cerrada la revista militar con 21 salvas de artillería y pronunciada la frase "hasta la vistoria siempre, comandante", dispararon los cañones en las dos principales ciudades de Cuba y en todo el país, durante un minuto, sonaron las sirenas de fábricas y barcos. (FIN/IPS/da/ag/ip/97