El presidente de Estados Unidos Bill Clinton desembarcaeá este 12 de octubre en costas sudamericanas, pero adiferencia de Cristóbal Colon en fecha similar su llegada no es un equívoco: llega atraído por este "mercado de gracia".
América Latina será en el año 2010 el mercado más importante para Estados Unidos, por encima de la Unión Europea (UE), recordó el encargado de preparar las negociaciones para crear un Area de Libre Comercio de América (ALCA), el venezolano Miguel Rodríguez.
El funcionario interamericano explicó este jueves durante una visita a Caracas que ya en la actualidad las exportaciones estadounidenses a la región crecen a un ritmo de 12 por ciento, cuando la tasa de aumento general es de siete por ciento.
Venezuela será la primera escala de la gira de Clinton y a la que Colón llamó "tierra de gracia" cuando tocó por primera vez áreas continentales en 1498, durante el cuarto y último viaje de los que inició en busca de una nueva ruta de las especias a Asia.
Clinton seguirá a Brasil y Argentina, en lo que constituye su segundo viaje a la región del año tras el realizado a México, Costa Rica y Barbados en mayo y después de haberla tenido ausente de sus rutas durante su primer período gubernamental.
A diferencia del pasado, pocos son los que avistan en las carabelas de objetivos de Clinton ambiciones geopolíticas destinadas a reforzar la posición de conductor unipolar del mundo globalizado en "el patio trasero" latinoamericano.
El interés de la Casa Blanca, reiteró el subsecretario para Asuntos Hemisféricos Jeffrey Davidow en vísperas del viaje, es bastante más pragmático: no perder pie en el dinámico ámbito del comercio y las inversiones latinoamericanas.
Es un objetivo que encuentra poco apoyo en su propia casa, porque en Washington abundan las críticas de que este periplo no dejará mucho más que un conjunto de fotografías y Clinton viene precedido de un importante revés en el camino hacia el ALCA.
El lanzamiento de las negociaciones para el ALCA está previsto para abril de 1998, en la segunda cumbre hemisférica, a realizarse en Chile.
Pero ese ambicionado objetivo de la administración de Clinton se ve obstaculizado por la propia incapacidad para lograr de su Congreso poder real para negociar con la región.
Clinton inició en septiembre la batalla interna para obtener del Congreso estadounidense la llamada "vía rápida" para negociar el ALCA y otros acuerdos comerciales, sin la que después el legislativo podría modificar cualquier compromiso alcanzado.
Ninguno de sus tres anfitriones esperaba que el presidente llegara con la "vía rápida" bajo el brazo, pero sí que lo hiciera con algo más que señales negativas sobre sus posibilidades de contar con ese instrumento en abril.
Un estratégico comité legislativo rechazó el miércoles en Washington el proyecto de ley de "vía rápida", en un fracaso doblemente desalentador para Clinton por el "momento" en que se produce y por provenir de su propio partido: el Demócrata.
Davidow "abrió el paraguas" al asegurar que para comenzar la negociación del ALCA no hace falta "la vía rápida", pero sin esa arma en sus manos su liderazgo perderá la munición necesaria para imponer que se aborde rápido la reducción de aranceles.
A esa aceleración negociadora se resisten en realidad todos los países del subcontinente, pero el que lo expresa con toda la contundencia de su peso real es nada menos que Brasil, la potenci global de esta parte del mundo.
El secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), el argentino Carlos Moneta, consideró que más allá de los obstáculos reales, Clinton llega "con su agenda muy clara" de consolidar su posición en comercio e inversiones, por la vía bilateral y multilateral.
En 1996, recordó Moneta, 58 por ciento de los 63.000 millones de dólares de inversiones que llegaron a América Latina y el Caribe, procedían de Estados Unidos.
Un episodio con la etapa inicial venezolana -considerada incluso en Caracas como una especie de "sustantiva escala técnica" antes de las determinantes escalas posteriores- muestra cómo el tema de comercio concentra la atención en Washington.
La Casa Blanca y el Departamento de Estado no escondieron su frustración porque las negociaciones para rubricar un acuerdo de promoción y protección recíproca de inversiones con Venezuela no estuviera listo para ser firmado el lunes, al término de la visita de algo menos de 24 horas.
La presión forzó una carrera inusual para rubricar al menos un memorando de entendimiento ante el rechazo venezolano a precipitaciones, en una señal de Washington interna y externa de que el comercio y las inversiones son "las especias" que orientan sus velas.
El petróleo convierte además a Venezuela en el único país latinoamericano que tiene superávit comercial con Estados Unidos, una situación que Washington pretende que se mantenga inalterada en medio de los continuos vapuleos que la globalización apunta y donde nada está escrito a mediano plazo. (FIN/IPS/eg/dg/ip-if/97