El violento sismo que sacudió en la noche del martes 14 al centro-norte de Chile causando ocho muertes cerró una jornada de estragos que incluyeron, en plena primavera, temporales costeros atribuídos al fenómeno del Niño.
Este país de 14 millones de habitantes, que soportó desde julio intensas lluvias, incluso en las desérticas regiones del norte, volvió a sufrir el periódico embate de movimientos telúricos.
El presidente Eduardo Frei viajó este miércoles por vía aérea a la zona de Illapel, 290 kilómetros al norte de Santiago, epicentro de un terremoto de 6,8 grados en la escala Richter que tuvo una duración de dos minutos.
Se trata del sismo más violento registrado en el país desde el 3 de marzo de 1985, cuando un terremoto devastó el área costera de la región Metropolitana y se sintió en nueve regiones de Chile, además de Mendoza y otras ciudades del este de Argentina.
El sismo tuvo lugar a las 22:03 hora local (01:03 GMT), cuando la mayoría de los chilenos se encontraban en su hogar, lo cual aumentó los riesgos para los habitantes de modestas viviendas rurales de Illapel y otras localidades del norte.
En el poblado minero de Punitaqui resultaron destruidas 100 viviendas, incluyendo el derrumbe de la casa de la familia Muñoz- Alvarez, cuyos cinco miembros, entre 42 y dos años de edad, perdieron la vida.
Otra víctima fatal se produjo en Punitaqui, localidad cercana a Illapel, capital de la provincia del Choapa, la más meridional de la cuarta región de Coquimbo, que tiene alrededor de 70.000 habitantes.
Frei y el ministro del Interior, Carlos Figueroa, utilizaron un helicóptero para llegar a Illapel y las demás localidades devastadas, debido a la destrucción de las carreteras.
Pequeños poblados como el caserío de La Colorada fueron destruidos completamente por el sismo, que dejó además un centenar de heridos, de acuerdo con los informes entregados por las autoridades regionales al Ministerio del Interior.
La cuarta región sufrió también el martes, horas antes del sismo, los estragos de un temporal de lluvias y vientos de hasta 100 kilómetros por hora que dañaron viviendas y provocaron cortes en la Panamericana norte, principal carretera del país.
La región, paradojalmente, fue la más afectada por una sequía que persistía desde 1994 y que terminó abruptamente este año, con los cambios climáticos causados por el fenómeno del Niño, que está asociado a la corriente marítima del mismo nombre.
En Santiago y en el puerto de Valparaíso, 120 kilómetros al oeste de la capital, el sismo generó pánico en la población, con una intensidad entre cinco y seis grados en la escala Richter, que va de cero a nueve grados. Cada grado es diez veces superior al precedente.
El área de Santiago y Valparaíso, que concentra a seis de los 14 millones de habitantes de Chile, fue también el martes escenario de fuertes lluvias y vientos, con temporales en las áreas costeras.
Las bahías de Valparaíso y del puerto de San Antonio fueron cerradas a las operaciones marítimas, mientras en Santiago se registraban 36,5 milímetros de lluvias en 24 horas, un volumen inusual en primavera.
En Santiago se registran este año gracias al fenómeno del Niño 734,4 milímetros de lluvias, con un superávit de 151,9 por ciento en relación al promedio de precipitaciones de los últimos 30 años.
Los metereólogos coinciden en que los bruscos cambios climáticos persistirán por lo menos hasta el verano, entre diciembre y febrero, con abundantes lluvias, lo cual afectará la producción agrícola de temporada.
El terremoto de la noche del martes se sumó así a una cadena de desastres naturales iniciada a mediados de este año y recordó a los chilenos que, más allá del influjo ocasional del Niño, viven en un territorio proclive a los sismos. (FIN/IPS/ggr/ff/en/97