La posibilidad de dejar vacante el escaño de Afganistán en la ONU es mencionada cada vez con mayor fuerza en Pakistán como medio para que el régimen islámico de Talibán, que controla dos tercios del territorio, muestre más flexibilidad en una negociación.
La ONU (Organización de Naciones Unidas) debería aplicar la fórmula del escaño vacante, ya propuesta por la Organización de Países Islámicos, para "reflejar la realidad", según un diplomático paquistaní.
"Además, alentaría a las facciones en pugna a procurar por medios políticos la legitimación y el reconocimiento internacional", dijo.
Pakistán estableció en el Consejo de Seguridad de la ONU que para el foro mundial "no solo es importante ser equidistante, sino también ser percibido como tal por las facciones afganas".
Talibán, milicia nacida en las escuelas islámicas paquistaníes nutrida de jóvenes exiliados durante la dominación soviética de Afganistán, capturó Kabul en septiembre de 1996 y obligó al entonces presidente Burhanuddin Rabbani a huir al norte.
Solo tres países, Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, reconocieron a Talibán como gobierno afgano. Diplomáticos que responden a Rabbani siguen representando aun hoy a Afganistán en la ONU.
Islamabad no niega su simpatía por Talibán, pero aprovecha todo cuestionamiento para recordar que siempre reconoció como gobierno legítimo de Afganistán a quienes dominaran Kabul, sea Noor Mohamad Taraki, impuesto por un golpe militar, el prosoviético Bourjedi Mujadidi o Rabbani.
Afganistán ha estado los últimos cinco años a la merced de los intereses conflictivos de grupos étnicos rivales y, desde afuera, de los ambiciosos objetivos de los países vecinos en su territorio.
Un funcionario afgano en Pakistán observó que ahora se requiere una "mediación sincera", en la que la ONU podría jugar un papel importante aunque "sus credenciales aún son cuestionadas".
Si la ONU dejara vacante el escaño afgano, ningún grupo podría cantar victoria en la arena internacional y quedaría en evidencia que el foro alienta las conversaciones de paz.
El argelino Lakhdar Brahimi, enviado especial del secretario general de la ONU, Kofi Annan, regresó el mes pasado a Nueva York luego de recorrer miles de kilómetros para entrevistarse con los líderes de todas las facciones rivales y funcionarios de la región involucrados en el conflicto afgano.
Brahimi llegó a la conclusión de que ni los partidos afganos ni las potencias regionales con intereses en juego en el país tomaron ningún paso práctico hacia la solución pacífica del conflicto.
La responsabilidad principal recayó, según el diplomático, en Talibán, que se negó a dialogar con su rival, la Alianza del Norte, que reúne a tres agrupaciones.
Pero la principal conclusión de la misión de Brahimi es que el panorama es más grave de lo que se pensaba. Y, lo que es peor, ninguna de las facciones confiarían en una iniciativa de paz de la ONU, que tendió hasta ahora a no respaldar a ninguno de los bandos.
Irán y Pakistán patrocinan a los dos principales partidos en lucha. Al parecer, una de las recomendaciones de Brahimi será la imposición de un embargo de armas y petróleo a Afganistán.
Los países occidentales se han resistido a reconocer a Talibán por las restricciones a la actividad de las mujeres y otras reglas surgidas de una lectura radical de las normas islámicas. Talibán cree que esta opinión surge de una visión sesgada que influyó en el abordaje de la ONU al conflicto.
Al permitir que Rabbani mantenga el escaño en la ONU, el foro mundial ha perdido credibilidad como mediador. Talibán ha controlado Kabul y 24 de las 32 provincias afganas durante un año. Rabbani logró reconocimiento ante el Comité de Acreditaciones de la ONU cuando controlaba Kabul y otras seis provincias. (FIN/IPS/tra-en/nz/an/mj/ip/97