Organizaciones que luchan contra la pena de muerte recibieron con decepción las modificaciones hechas por la Iglesia Católica a su catecismo, que limitan los casos de aplicación de la pena de muerte, aunque sin excluirla totalmente.
El Vaticano dio a conocer este martes en una conferencia de prensa la versión definitiva en latín del Catecismo Universal de la Iglesia Católica.
La pena de muerte no fue excluida definitivamente de la doctrina católica, aunque el nuevo catecismo reduce al mínimo los motivos por los que puede ser aplicada.
La Iglesia consideraba en la última versión del catecismo, publicada en diciembre de 1992, que la pena capital se podía aplicar en casos extremos. Pero ahora considera que esas situaciones "son prácticamente inexistentes" en los tiempos modernos.
El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Fe, aclaró que el nuevo catecismo invoca "principios que no excluyen en absoluto la pena capital, pero establece criterios muy severos para su uso".
"A me parece que sería muy difícil que se dieran las condiciones para su uso hoy en día", dijo Ratzinger.
El pronunciamiento sobre la pena de muerte es la más importante de las más de 70 modificaciones efectuadas al texto latino publicado hace cinco años, que contenía 2.865 artículos.
Más allá de ese capítulo, la edición en latín, a la cual harán referencia de ahora en adelante todos los catecismos nacionales, sólo presenta pequeñas reformas en la construcción de frases y en el uso de algunos adjetivos, y no ofrece elementos de apertura en materia de moral sexual o ética.
La Iglesia Católica está "aún muy lejos" de una posición categóricamente contraria a la pena de muerte, señaló Daniele Scaglione, secretario de la sección italiana de la organización humanitaria Amnistía Internacional.
"Muchos esperaban, sobre todo después de la cemsura del Papa a las condenas a muerte en Estados Unidos, que la Iglesia aprovechara esta ocasión para tomar una posición totalmente abolicionista, lo cual no ha ocurrido", manifestó Scaglione.
Además, decir que los estados más civilizados tienen los instrumentos, como la cárcel, para contener el crimen, significa dar vía libre al recurso a la pena de muerte en países que viven en guerra y conflictos, como Ruanda, y que no pueden asegurar un sistema penitenciario, afirmó.
Pero en esas naciones sería necesario declarar ahora, más que nunca, la ilegitimidad de la pena de muerte, concluyó.
Para Sergio d'Elia, secretario de Nadie toque a Caín, una asociación que lucha por la abolición de la pena de muerte, la modificación introducida en el catecismo es "un paso adelante", que encierra sin embargo una "gran contradicción".
A principios de este año, el Papa Juan Pablo II pidió en vano a las autoridades del estado de Virginia, en Estados Unidos, norteamericanas que no ejecutaran a Joseph O'Dell, condenado a muerte por asesinato.
Nadie toque a Caín tuvo activa participación en la campaña por la vida de O'Dell, que finalmente fue ejecutado en julio con una inyección letal.
El único elemento novedoso en el catecismo, según D'Elia, es el juicio histórico de que la pena de muerte está superada.
En ese sentido, representa una neta condena de la Iglesia a Estados Unidos y China, que podrían prescindir de las ejecuciones, al contar con prisiones y sistemas de represión del crimen, señaló.
Pero "esperábamos más, al menos una condena de principio de parte de parte de una institución que en otros casos aplica rígidamente el mandamiento 'no matarás', como en el caso del aborto", dijo D'Elia.
Los cambios dados a conocer por Ratzinger se hicieron en base a observaciones enviadas en los últimos cuatros años al Vaticano por las conferencias episcopales de todo el mundo. (FIN/IPS/jp/ff/cr hd/97