El pueblo de Escocia acudirá este jueves a las urnas para decidir si creará un parlamento propio, independiente del de Londres, y si le atribuirá facultades impositivas.
Los sondeos de opinión indican invariablemente que cerca del 50 por ciento del electorado votará a favor de la iniciativa.
Pero lo que no queda claro es si el cuerpo legislativo será un instrumento para mantener la unión de Gran Bretaña o si provocará el fin de tres siglos de fusión entre Escocia e Inglaterra, la nación más poblada del Reino Unido.
El nuevo parlamento escocés trataría asuntos propios, mientras el británico en Londres mantendría el control sobre temas fundamentales como defensa, política económica y relaciones exteriores.
Las encuestas señalan que sólo 25 por ciento de la ciudadanía respalda la independencia total de Inglaterra, pero una proporción aun menor desea el mantenimiento del status quo, en el que todas las cuestiones fundamentales son decididas por Londres.
La división de la opinión popular se mantuvo esencialmente sin cambios durante casi 18 años, desde que fracasó, por escaso margen, el intento del último gobierno Laborista británico por conseguir un gobierno autónomo para Escocia.
Donald Dewar, secretario de Estado de Escocia y por lo tanto portavoz oficial en el gabinete británico, considera que "la voluntad final del pueblo escocés" será el establecimiento de un parlamento autónomo, pero otros políticos discrepan.
Dewar cree que un grado amplio de autonomía en Escocia será esencial para que el Reino Unido permanezca como tal, pero el líder del Partido Nacional Escocés, Alex Salmond, no oculta su opinión de que la votación del jueves será solo un paso hacia la plena independencia.
La campaña por un parlamento autónomo refleja tanto la historia de Escocia como la política reciente. El país no votó su unión a Inglaterra en el Reino Unido, sino que la decisión fue tomada por un parlamento comprado por el oro inglés hace casi 300 años.
Aun así, Escocia mantuvo cierto sentido de la nacionalidad al mantener su propio sistema educativo y jurídico. Incluso la iglesia oficial de Escocia es la presbiteriana y no la anglicana.
Más recientemente, en las elecciones generales de los años 80, cuando parecía que la ex primera ministra Margaret Thatcher moldeaba a Gran Bretaña según su propia imagen conservadora, Escocia se opuso a la corriente al elegir más legisladores laboristas que conservadores.
En efecto, en la última elección general de mayo de este año, los conservadores no consiguieron representación en las 71 bancas del parlamento escocés, en gran medida por la oposición del partido al gobierno autónomo.
Toda una generación se siente alejada del gobierno central de Londres. Ahora que Gran Bretaña ya no cuenta con su imperio, no existe una campaña o misión para unir a sus pueblos, de manera que los escoceses ya no emplean el término "británico" para referirse a sí mismos.
En este sentido, ya podría haber comenzado la división del Reino Unido, por causas que tienen que ver con la historia imperial de Gran Bretaña y las fuerzas internas en Escocia o la rivalidad tradicional entre los escoceses y sus 49 millones de vecinos ingleses.
Dewar se encuentra en una posición delicada. Su proyecto de un parlamento con facultades impositivas tiene su origen en la obra de una convención que reunió a los partidos Laborista y Demócrata Liberal junto a los sindicatos escoceses y la Iglesia de Escocia.
La convención se reunió durante esta década para elaborar lo que se denominó una "Declaración de Derechos" para Escocia. Una conclusión crucial, con el acuerdo de los miembros Laboristas, fue que la soberanía de Escocia reside en el pueblo escocés.
La conclusión es contraria a la práctica constitucional inglesa en que la soberanía reside, con la autoridad de la monarquía, en el parlamento.
"El de Londres es el parlamento soberano del pueblo escocés", expresó Dewar, pero esta quizá no sea la opinión de quienes resulten electos el próximo jueves.
Lo que no queda claro es si los electores votarán a favor de una segunda iniciativa en el referendo del 11 de septiembre para otorgar al parlamento la facultad de variar la tasa básica del impuesto a la renta hasta 13 por ciento de su monto actual.
Las encuestas indican que entre 40 y 50 por ciento de los potenciales electores votarán a favor de la iniciativa.
Un argumento esencial de quienes están a favor de un parlamento autónomo es que Europa se está convirtiendo en un mosaico de regiones, incluso cuando son los líderes nacionales quienes están en el centro de la atención.
Los partidarios de la autonomía mencionan los ejemplos de Cataluña, en España, los estados alemanes y las naciones escandinavas, todos similares en tamaño a Escocia.
Por otra parte, los opositores de la autonomía rechazan las soluciones regionales o federales y señalan las décadas de disputa política en Canadá por el estatuto de la provincia francófona de Quebec.
Canadá fue el ejemplo favorito de los partidarios del parlamento autónomo la última vez que Escocia votó sobre el asunto, en 1979. (FIN/IPS/tra-en/jmr/rj/aq-ml/ip/97