El ataque de hoy en Egipto contra un autobús de turistas, que provocó la muerte a 10 personas y heridas a 19, diluye al parecer la expectativa de cese de la violencia.
El atentado cerca de uno de los museos más visitados de El Cairo, que el gobierno atribuyó a los fundamentalistas musulmanes, se produjo cuando ganaba fuerza entre insurgentes la posición favorable al fin de la campaña armada.
La imagen de Egipto como sitio turístico se diluyó en la primera mitad de esta década, cuando enfrentamientos casi diarios entre fuerzas del gobierno y extremistas religiosos proyectaron al exterior la imagen de un país ensagrentado.
Más de dos millones de extranjeros renunciaron a visitar Egipto entre 1993 y 1994, los años de mayor violencia.
Pero el flujo de visitantes se recuperó en 1996, tras una violenta represión de la insurgencia. El gobierno atribuyó a los fundamentalistas el atentado de este jueves, aunque aún no se conoce con exactitud el impacto de la noticia en los paquetes turísticos ya contratados.
Más de 3,5 millones de turistas extranjeros visitaron el año último las pirámides y los templos de Asuán y Luxor, la mayor cantidad desde que en 1992 comenzara la violenta ofensiva fundamentalista por el derrocamiento del gobierno.
Para este año se esperaba al menos el mismo número de turistas que en 1996, mientras surgían entre los extremistas pronunciamientos favorables al cese del fuego. En julio, varios fundamentalistas encarcelados solicitaron a sus seguidores que depusieran las armas.
Lo mismo pidió, a principios de mes, el jeque Omar Abdel Rahman, un religioso egipcio que cumple cadena perpetua en Estados Unidos, acusado de participar en el atentado contra el World Trade Center, de Nueva York.
Esa fue la última señal de que miembros del asediado Gama'a al Islamiya, el principal grupo extremista, cuyo guía espiritual es Abdel Rahman, intentarían un cambio de estrategia. El Gama'a asumió la responsabilidad por la muerte de cinco policías este mes.
"El pedido de cese del fuego es una reacción ante lo que le sucedió (a Gama'a) en los últimos años", explicó Hala Mustafa, periodista y miembro del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al-Ahram.
"Ya no tienen la cantidad suficiente de dirigentes o integrantes para actuar. La mayoría están en la cárcel", añadió la periodista.
La aparente disminución de riesgos indujo a los turistas a volver a Egipto, con el consiguiente flujo de dólares a las vacías arcas del Estado.
Las estadísticas revelan que los turistas gastaron casi 3.000 millones de dólares en 1996, más de 50 por ciento que en 1993, cuando arreciaban los ataques del extremismo islámico.
Los turistas que visitan El Cairo hallan un país con profundas contradicciones, que reflejan el delicado equilibrio existente entre las fuerzas religiosas y laicas que el gobierno secular de Hosni Mubarak lucha por mantener.
El gobierno pretende atraer divisas mediante la instalación de casinos en hoteles de cinco estrellas para turistas occidentales y árabes adinerados del Golfo. Los ciudadanos egipcios no pueden entrar en esos sitios, pues el Islam prohibe el juego.
Así mismo, el gobierno respalda decisiones judiciales conservadoras alineadas con la prédica musulmana, aumque películas polémicos como "Destino", de Yousef Chahine, que critica el fundamentalismo islámico, tienen gran éxito de taquilla en El Cairo.
El fundamentalista independiente Yousef el-Badry ganó batallas judiciales que obligaron a retirar de salas de cine carteles publicitarios eróticos y repusieron la circuncisión femenina como práctica legal en hospitales estatales.
La mayoría de los turistas que pasean por las caóticas calles de El Cairo quizá no se percaten de esas batallas internas. La guerra religiosa se libra con mayor sutileza en la capital, no así en Alto Egipto, donde abundan los militantes islámicos.
Casi la única señal cotidiana del conflicto en curso es la cantidad de mujeres que cubren su cabello y rostro con el velo islámico. (FIN/IPS/tra-en/dh/mk/aq-ff/cr/97