URUGUAY: La diáspora, enorme y desconocida

Conformado con aluviones migratorios que cesaron en los años 40, Uruguay se ha transformado en el país con mayor porcentaje relativo de emigrantes de América Latina. Sin embargo, conoce poco y nada acerca de su "diáspora".

Otrora considerado la "Suiza de América", por el alto grado de desarrollo alcanzado por el Estado de bienestar y su extendida clase media, Uruguay registró desde los años 60 un proceso de acelerada "latinoamericanización".

La migración de masa, causada en parte por las convulsiones sociales y las dictaduras de los años 70, en parte por los prolongados períodos de crisis económica y las modificaciones estructurales de las economías regionales, es un fenómeno que afectó a muchos países de América Latina.

Pero en Uruguay llegó a tal nivel que convirtió al país en un proveedor internacional de "recursos humanos" de todo tipo, desde científicos a futbolistas.

Sin embargo, las estadísticas oficiales más recientes sobre la emigración uruguaya datan de 1982, cuando por última vez se realizaron encuestas luego incorporadas a un censo poblacional.

El tema de la emigración estuvo en la agenda de las dirigencias políticas hasta 1985, cuando Uruguay salió de 12 años de dictadura militar.

En ese momento se generó un retorno más o menos masivo de exiliados políticos y ciertas esperanzas entre quienes habían emigrado por motivos económicos de que la democracia les devolvería la posibilidad de vivir en su propio país.

Pero luego el tema desapareció.

El fin de semana último, a 12 años de la reinstitucinalización democrática, se produjo la primera gran reflexión masiva, que reunió a investigadores de diversas disciplinas e incluso a políticos.

Los participantes en un coloquio titulado "Pensar la diáspora" coincidieron en que Uruguay ya no puede pensarse como país dándole la espalda a su población emigrada.

"Fuimos un país salido de los barcos, ahora somos un país que se sube a los barcos", dijo un participante para ilustrar la realidad de un Uruguay que dejó de ser ya hace muchos años una nación "de inmigrantes" para transformarse en una "fábrica de expulsar gente".

La demógrafa Adela Pellegrino reveló en el seminario cifras elocuentes producto de cálculos que ella misma calificó de aproximados porque no están basados en estadísticas -inexistentes- sino en extrapolaciones de datos.

Según dijo, Uruguay llegó a tener en años muy recientes a 12 por ciento de su población residiendo en el exterior. Países "de emigrantes", como México en América Latina y Turquía en Europa, no han llegado siquiera a la mitad de esa proporción (cinco por ciento el primero, 5,5 el segundo), comparó.

"Si se hubieran cerrado las puertas del país en 1960 y desde entonces se hubieran mantenido las tendencias poblacionales (natalidad, fecundidad, esperanza de vida), los uruguayos seríamos hoy entre 3.600.000 y 3.650.000", en vez de los 3.100.000 registrados en el censo de 1995, evaluó Pelegrino.

La mayor parte de los emigrados han ido hacia Argentina (133.000 censados en ese país en 1990), seguida de Brasil (21.500), Estados Unidos (18.200) y Australia (casi 10.00).

En los últimos años la emigración se ha mantenido hacia Argentina y Estados Unidos y disminuido hacia destinos como Brasil o Venezuela.

Los censos realizados en los países de Europa occidental no son una fuente confiable, porque en ellos los ciudadanos son registrados en base a su ciudadanía legal en el momento del conteo y muchos uruguayos disponen de doble nacionalidad (sobre todo italiana y española), explicó Pellegrino.

Los que están afuera son tantos que no llevar a cabo políticas para crear vínculos con ellos es un suicidio, comentaron en el seminario varios investigadores.

Y precisamente las políticas desde el Estado en esta materia no existen, más allá de ciertas iniciativas sectoriales que además deben bregar cada año para continuar subsistiendo.

Los economistas Ruben Tansini y Martín Puchet destacaron que Uruguay ni siquiera sabe cuánto dinero le ingresa por vía de sus ciudadanos que retornan cada año como turistas, ni la capacidad de generación de ahorro y de reinversión en el país de quienes viven en el exterior.

Tampoco se conoce el dinero ingresado por las remesas que envían los emigrados a sus familiares, aunque su monto no debe ser muy importante en función de que la emigración uruguaya (a diferencia de la mexicana o la centroamericana) es en general del núcleo familiar en su conjunto.

La emigración tiene además alto impacto económico en función de lo que el país perdió. Una alta proporción de los que se fueron tienen más de diez años de estudios curriculares (77,6 y 61,8 por ciento del total en Canadá y Estados Unidos respectivamente).

Uruguay perdió sobre todo obreros y artesanos, especializados en oficios donde el país siempre había tenido un alto nivel, heredado precisamente de los migrantes europeos llegados en el siglo pasado y primeras décadas del actual.

"Ahora no se trata de lamentarnos, de reprochar a los que se fueron porque se fueron y a los que no vuelven porque no vuelven, sino comprender que el fenómeno existe, que hay decenas de miles de uruguayos en el exterior y que se debe buscar la manera de revincularlos con el país desde el lugar que ellos elijan".

Esa idea, formulada por el biólogo residente en Francia Fernando Lema, fue compartida por otros investigadores presentes en el seminario, para los cuales la diáspora es una realidad llegada para quedarse que debe ser reconocida desde los poderes públicos.

Lema insistió en la necesidad de aprovechar oportunidades como las que brinda el hecho de que buena parte de los "cerebros" emigrados tiene la voluntad de reinvertir sus conocimientos en el país.

El biólogo, dirigente de la Asociación Franco-Uruguaya en Ciencia y Tecnología, fue encargado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de implementar una red interregional de científicos de América Latina y el Caribe.

Internet es uno de los medios idóneos para establecer vínculos, intercambiar informaciones, hacer que el país tenga una presencia en el exterior (por ejemplo promoviendo las oportunidades de negocios existentes), se destacó en el seminario.

La "obligatoriedad" de reconocer la existencia de la diáspora despuntó también en intervenciones que pusieron el acento en las escasas posibilidades de que la tendencia a la emigración se modifique en el corto plazo.

Una encuesta sobre jóvenes realizada en 1989 reveló que 25 por ciento de los adolescentes uruguayos piensa que su futuro está en el exterior, "algo impensable entre los jóvenes de los 70, que queríamos quedarnos por ejemplo para transformar el país", según dijo el escritor Carlos Liscano.

La psicóloga Araceli de Rocchietti recalcó por su lado que las expectativas migratorias están fomentadas "desde las dos puntas de la escala social".

"En los colegios más ricos se imparten formaciones con poco mercado en Uruguay pero demandadas afuera, mientras entre las poblaciones marginales se incita a los niños a que se dediquen al fútbol con la idea de que algún día puedan ganar fortunas jugando en Europa", dijo.

"Hay que desdramatizar la diáspora, ya que después de todo las migraciones poblacionales son una realidad de este siglo en todos lados", señaló por su lado Lema.

"Sí hay que reconocer la existencia de muchísima gente en el exterior. Algunos querrán revincularse al país. Ahora no saben ni siquiera cómo hacerlo ni para qué, y eso es lo que hay que ofrecerles", concluyó. (FIN/IPS/dg/jc/pr-if/97

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