SINGAPUR: Crece la delincuencia juvenil

La violencia juvenil crece en Singapur para preocupación de las autoridades de esta opulenta y disciplinada ciudad-Estado del sur de Asia, conocidas por su severidad frente a infracciones leves como fumar en ascensores o escupir en la calle.

La prensa informó de incidentes en que bandas de jóvenes atacaron y acuchillaron a clientes de cafeterías y de grupos rivales que se pasean con armas en sus mochilas.

"Es increíble. Esto no puede estar ocurriendo en Singapur", manifestó un residente extranjero acerca de las denuncias de la prensa.

Hasta la "fiesta del té", una tradición observada por las ex colonias británicas, adquirió una reputación siniestra al convertirse en una carnada para que los adolescentes se unan a bandas promotoras de la "violencia juvenil", afirmó la policía.

En lugar de té, estos establecimientos de baile ofrecen cerveza y otras bebidas alcohólicas a los jóvenes, algunos de los cuales recién salen de clase. Según la policía, los miembros de las pandillas buscan nuevos reclutas en estas "fiestas".

Como resultado, a partir del 1 de octubre el gobierno de Singapur prohibirá el ingreso de menores de 16 años a restaurantes que celebren fiestas del té.

La policía informó que desde julio desbarató 40 bandas callejeras y detuvo a 117 jóvenes de ambos sexos involucrados en disturbios o guerras entre pandillas. En 1996, las autoridades detuvieron a 282 integrantes de esos grupos.

Las autoridades afirmaron que el problema está "controlado" pero expresaron su preocupación porque los reclutas, de 13 a 15 años de edad, son cada vez más jóvenes.

"Las pandillas están bajo control, pero estamos preocupados porque muchos de los participantes son demasiado jóvenes", dijo el subjefe de policía Goh Lam Kiong.

Las bandas de Singapur también son conocidas como "sociedades secretas" cuyo origen proviene de viejas tríadas chinas con actividades clandestinas en juegos de azar, prostitución y préstamo de dinero.

Hoy, sin embargo, las bandas son menos organizadas. Sus transgresiones habituales son las peleas callejeras, el matonismo y el uso de drogas. Sus miembros son de ambos géneros, adinerados o de la clase obrera, que concurren a la secundaria o ya la abandonaron.

Los informes afirman que hay bandas exclusivamente chinas o malayas.

Hijos de extranjeros también se habrían agrupado, no con fines violentos sino para protegerse de las pandillas locales que los intimidan en las escuelas y los centros comerciales.

Hasta la reciente represión del gobierno, la técnica de reclutamiento de las bandas era agresiva y primitiva. Los más vulnerables son los jóvenes rebeldes que están aburridos, inquietos o tienen problemas de autoestima.

Los miembros se trasladan en grupo y utilizan el mismo color, con frecuencia el negro, preparados para pelear con cuchillos, cañas de bambú o caños recortados escondidos en sus mochilas. Una mirada malintencionada a la novia de un integrante es suficiente para empezar una trifulca.

El líder promedio de las bandas tiene de 20 a 25 años. Algunos llevan una doble vida ya que son empleados de oficina comunes, con empleo estable y familia.

En enero, el diario Straits Times informó que una banda de 15 hombres ingresó a una cafetería y comenzó a "tajear a los clientes al azar, hiriendo a varias personas". Vestidos de negro, los pandilleros escaparon en varios automóviles con sus placas de matrícula cubiertas.

El diario informó en abril que un "hombre casi perdió su mano izquierda y otro recibió una puñalada en el pecho y cerca de la espina dorsal cuando fueron atacados por 15 jóvenes en el establecimiento Pasir Ris". Once de los 15 se declararon culpables de los incidentes violentos.

Sin embargo, Singapur sigue siendo segura en general. De las estadísticas policiales se deriva que la baja incidencia criminal se "redujo aún más" con respecto a 1996, ya que hubo menos casos de asesinato, violación y robo. Pero las autoridades afirman que la delincuencia juvenil está en aumento.

El ministro del Interior, Wong Kan Seng, atribuyó en parte el incremento de la violencia juvenil a la tendencia de los padres a ser complacientes con sus hijos.

"Existe el temor de que la disciplina reprimirá su libertad y creatividad. Este punto de vista es imprudente e infundado", declaró en una conferencia ante estudiantes de enseñanza secundaria.

Los trabajadores sociales sostienen que el fenómeno de las pandillas expresa la inquietud de una juventud que creció acostumbrada a las comodidades materiales de una sociedad opulenta.

Aburrimiento, inquietud y deseo de pertenecer a una red social como una familia o banda son algunas de las razones por las que los jóvenes tienen problemas con la ley.

"Los problemas de los jóvenes pueden tener su origen en las relaciones con su familia, escuela o amigos. Podría existir abuso, negligencia u otros factores por parte de los padres", dijo Sudha Nair, directora del centro de servicio familiar Ang Mo Kio.

Con el fin de controlar la delincuencia juvenil y la violencia, el gobierno considera imponer el toque de queda para mantener a los jóvenes en casa. Pero así como con la prohibición de las fiestas del té, muchos dudan que se llegue a la raíz del problema.

Algunos profesores se ofrecieron para recibir entrenamiento policial para controlar y enfrentarse a las actividades pandilleras. Los jóvenes y sus padres pueden recibir consejo profesional.

No obstante, los jóvenes delincuentes de las bandas se enfrentan a una pena de hasta 36 meses en prisión y varios azotes.

Mientras, los ofensores sin antecedentes penales y los delincuentes más jóvenes deben realizar 240 horas de servicio para la comunidad en hogares para ancianos o centros de caridad.

El ministro Wong aseguró que los miembros de las bandas que quieran abandonarlas pero tienen temor recibirán protección policial.

Campamentos de estilo militar esperan a los pandilleros más "duros", con un régimen diario de vida espartana, ejercicio y consejo.

El legislador David Lim afirma que es hora de tomar en cuenta los valores morales y considerar el tema como un problema social.

"Una buena solución sería la que ayude a los jóvenes a alejarse de las calles pero que no los castigue por querer pertenecer a un grupo, y que reserve el uso de la ley para cuando sea en realidad necesaria", opinó. (FIN/IPS/tra-en/cp/js/aq-ml/ip/97

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