La orgía de violencia que sufre desde la semana pasada Mombasa, la segunda ciudad de Kenia, se derivó a otros puntos de la costa del océano Indico, lo que motivó a gobiernos occidentales a alertar a sus ciudadanos de vacaciones en esa zona turística.
Los combates llegaron esta semana a Malindi, popular destino turístico unos 120 kilómetros al norte de Mombasa. Dos personas murieron en un ataque de rebeldes que reclaman la instauración de un sistema federal y mayor autonomía a la zona de la costa.
Por lo menos 40 personas murieron desde el estallido de la violencia el 13 de agosto, después de que un grupo atacó dos estaciones de policía en Mombasa, donde robaron 30 armas automáticas y 5.000 cargas de munición.
El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos exhortó a sus ciudadanos a evitar la costa de Kenia. "Viajar a Mombasa y áreas circundantes no es recomendable hasta que la situación se estabilice", según el informe.
Washington pidió a residentes y visitantes estadounidenses en Mombasa que tomenr todas las medidas de seguridad posibles. Los gobiernos de Italia y Alemania también remitieron a sus ciudadanos precauciones similares, como no viajar de noche y evitar la zona costera.
Al parecer, la revuelta perjudicará al sector turístico keniata, que se estaba recuperando de años de vacas flacas. Se trata de la segunda fuente de ingresos de divisas extranjeras del país después de la agricultura.
El turismo representa más de 10 por ciento del producto interno bruto y emplea a más de 350.000 personas.
El gobierno del presidente Daniel Arap Moi y la oposición se atribuyen uno a otro la responsabilidad por la insurgencia en Mombasa.
Quince líderes opositores firmaron el martes una declaración que condena "los choques étnicos instigados por el estado" en la costa de Kenia. "Estos disturbios son el comienzo de otros a gran escala como los que golpearon el valle Rift y el este del país antes de las elecciones de 1992", según los dirigentes.
"El gobierno minimizó estos choques por considerarlos simples diferencias tribales entre las etnias luo y kalejin", recordó la declaración.
"Como entonces, Moi permanece en silencio a medida que el caos se agravaba. En 1992, no habló sobre el conflicto hasta que advirtió que las víctimas contraatacaban", sostuvieron los opositores.
Moi había atribuido el mismo martes los desórdenes en Mombasa y Malindi al tribalismo, exacerbado por una oposición que actúa con "objetivos egoístas".
Más de 2.000 personas resultaron desplazadas por los episodios de violencia en las dos ciudades. Los ataques se dirigen contra residentes no nativos del lugar, según fuentes extraoficiales.
Partidos opositores llamaron a la población a donar alimentos y enviarlos a los centros humanitarios cristianos en Mombasa que brindaron cobijo a los desplazados.
Mientras los políticos se acusan unos a otros, grupos civiles reclaman paz y calma.
Joyce Umbina, presidenta de la Alianza Keniata para el Progreso de la Infancia (KAACR), exhortó el miércoles al gobierno y los líderes religiosos a frenar la sangría. "Sabemos que el gobierno tiene la maquinaria adecuada para hacerlo", dijo.
"Exponer a niños al asesinato de sus padres y familiares no solo los deja huérfanos. También les ocasiona un daño psicológico irreparable", agregó.
Los disturbios en Mombasa y Malindi fueron posteriores a dos manifestaciones convocadas por la oposición, el 7 de julio y el 8 de agosto, en demanda de reformas constitucionales antes de las elecciones generales que se celebrarán a fines de año. (FIN/IPS/tra-en/mn/kb/mj/ip/97