AUSTRALIA: Ropa cara, salarios miserables

Unas 30.000 personas, la mayoría mujeres, trabajan jornadas de entre 12 y 18 horas en sus hogares para la industria de la vestimenta de Australia por salarios de dos dólares por hora, denunció la alianza de organizaciones no gubernamentales FairWear.

La cantidad de trabajadores en esa situación podría ser mayor. Con frecuencia reciben ayuda de hijos y cónyuges, que no reciben salario alguno por eso, según los activistas.

Estas extenuantes jornadas pagadas por prenda, sin descanso semanal ni beneficios sociales, permanecieron ocultas detrás del brillo de los comercios de moda y comenzó a saberse de ellas en los últimos cinco años.

Fue entonces que "los trabajadores comenzaron a quejarse por los bajos salarios y otros inconvenientes, pero nadie escuchó entonces sus reclamos", dijo Lorraine Phelan, de Mercy Foundation, una de las 40 organizaciones comunitarias que integran FairWear.

La campaña es coordinada por la filial en Sydney de la red Asian Women at Work.

La intención de FairWear es informar a los consumidores sobre las injusticias salariales que pueden ocultarse detrás de una marca de ropa cara y alienta a inquirir a los vendedores si los trabajadores contratados para la confección de la prenda que ofrecen recibieron un salario apropiado.

FairWear pretende que las empresas vendedoras firmen el código de prácticas laborales elaborado por el Sindicato Textil, de la Vestimenta y el Calzado de Australia (TCFUA), según el cual las tiendas deben corroborar si los trabajadores que elaboraron las prendas reciben una paga decente.

La coalición convocó una manifestación frente a la tienda Sports Girl de Melbourne y persuadieron a la compañía a adherir al código. NAZZI, una firma dedicada a la venta de ropa masculina, también firmó, y se espera que otras lo hagan en breve.

"La campaña tuvo impacto, aunque no fue muy visible", dijo Debbie Carstens, de Asian Women at Work.

La industria textil, de vestimenta y de calzado de Australia siempre supo sacar ventaja de la mano de obra barata de mujeres inmigrantes, dijo Kevin Boyd, de TCFUA.

En los años 40 y 50, las inmigrantes eran europeas. Luego, a las griegas e italianas se sumaron las árabes. Ahora, la corriente es de asiáticas, en especial chinas y vietnamitas.

La industria de la vestimenta de Australia pretende bajar sus costos y, casi siempre, lo hace a través de la reducción de los salarios, con el fin de competir con las exportaciones baratas de Asia.

"Es imposible para Australia competir con precio. Solo puede competir con calidad. Necesitamos una política industrial que proteja a las empresas y aliente a mejorar la mano de obra e incorporar tecnología", dijo Larissa Andelman, de la Asociación de Mujeres no Anglohablantes del país (ANESBWAA).

El TCFUA presiona al gobierno para que otorgue protección arancelaria a la industria, pero también pretende que las empresas se comprometan a mejorar las condiciones de trabajo de quienes confeccionan prendas en sus hogares.

La tarea es difícil, pues se debe rastrear eslabón por eslabón largas cadenas de contratistas e intermediarios. "Cada vez que alguien intenta inspeccionar, uno de los eslabones se pierden y así es difícil comprobar la existencia de explotación", explicó Phelan.

El TCFUA reveló en 1994 que los trabajadores que confeccionan ropa en sus hogares no reciben pago de horas extras, no aportan a fondos de retiro y no se les otorga días libres ni en vacaciones ni en caso de enfermedad.

Estos empleados están con frecuencia demasiado intimidados para declarar contra el intermediario que los vincula con un contratista. Además, no saben a quién denunciar sus casos o consultar sus derechos laborales.

Muchos carecen de conocimientos de inglés, por lo que FairWear comenzó a publicar su material en varios idiomas y en los medios de prensa de las comunidades de inmigrantes. Asian Women at Work brinda clases de inglés.

Si bien el lenguaje constituye un problema, el principal obstáculo para los activistas es que estos trabajadores "no tienen relación con sus compañeros", explicó Carstens.

Los trabajadores se concentran en Sydney, pero también hay muchos en Melbourne, Perth y Adelaide.

"Debemos luchar con valentía contra este tratamiento injusto. Les informo mi caso a ustedes porque mi inglés es muy pobre para expresarme. Espero que el sindicato advierta a mi empleador que no se burle de nosotras", dijo una trabajadora en una carta dirigida al TCFUA. (FIN/IPS/tra-en/sa/ral/mj/lb/97

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