Cada sábado por la noche, millones de niños japoneses se pegan a la pantalla del televisor para ver la serie de dibujos animados "Sailor Moon R".
La serie, que ha estado en la pantalla durante más de seis años, presenta a un grupo de estudiantes de secundaria que usan minifalda y se enamoran de apuestos jóvenes.
Hasta ahí no hay nada malo. Lo que sucede es que las adolescentes tienen el poder de convertir a sus enemigos en picadillo cuando lo desean, y para ello tienen a su disposición una tecnología sofisticada que incluye pistolas láser y anillos magnéticos especiales.
La idea le rindió suculentas ganancias a la productora Bandai, y es una prueba viviente del éxito comercial de los dibujos animados violentos producidos en Japón.
Según estimaciones de la industria, el mercado mundial de los dibujos animados genera cerca de 3.100 millones de dólares por año, y 60 por ciento de esa cantidad corresponde a Japón.
Este género televisivo japonés tiene una gran acogida en Asia, donde Sailor Moon y muchos otros programas se exhiben regularmente en países como Tailandia, Taiwan y Singapur.
Pero en medio del enorme éxito de los dibujos animados, que mantiene embelezados a televidentes locales y extranjeros, existe un creciente clamor público por una reevaluación de esta forma de entretenimiento.
Educadores y padres temen por los efectos de estos programas, que no sólo son irreales sino que tienen una actitud condescendiente hacia la violencia, sobre niños y adolescentes.
"Los niños japoneses están expuestos a demasiado sexo y violencia en la televisión, pero no hay leyes que los protejan de esa basura", manifestó Minako Taguchi, madre de tres niños.
Los comentarios de Taguchi reflejan la preocupación de gran parte de la población de Japón, donde el creciente índice de delincuencia juvenil ha colocado el foco sobre el exceso de programas televisivos violentos, que podrían influenciar negativamente a los niños.
El Ministerio de Justicia informó que, en 1996, 4.208 menores fueron enviados a centros de corrección, y de ellos, 24 fueron acusados de homicidio.
En julio, fue detenido en la ciudad de Kobe un niño de 14 años que estranguló y decapitó a un escolar, y posteriormente declaró que sacó sus ideas de la televisión. El hecho generó una nueva ola de ataques contra el contenido de los dibujos animados japoneses.
El adolescente, quien dejó la cabeza de su víctima junto a una pared de su escuela con una nota metida en la boca diciendo que atacaría de nuevo, declaró a la policía que había planeado el crimen en base a vídeos con espantosos asesinatos y libros de contenido similar.
La decapitación, dijo, formó parte de una ceremonia de ocultismo. Muchos críticos señalaron que los dibujos animados japoneses a menudo contienen historias que incluyen esos rituales.
Los productores del género reconocen que hay una gran dosis de sexo y violencia en la mayoría de sus programas, pero sostienen que vincularlos directamente a la delincuencia juvenil es una conclusión apresurada.
Un portavoz de la Unión Comercial de Trabajadores de Broadcast señaló que, aunque las leyes exigen una reducción del nivel de sexo y violencia de los programas infantiles, no existen normas claras ni penas para las infracciones.
"Cada productor debe ponerse su propio límite, porque nosotros respetamos la libertad de los medios", expresó el portavoz, Kohei Toyama.
Añadió, sin embargo, que por primera vez la Unión está estudiando medidas para atender las críticas al exceso de sexo y violencia en los programas y películas infantiles.
Por su parte el gobierno, preocupado por la creciente delincuencia juvenil, solicitó una seria reevaluación de los dibujos animados. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/ml/cr/97