La empresa estatal Denel, de Sudáfrica, negocia la venta a Arabia Saudita de artillería y misiles por 1.600 millones de dólares, un contrato que reanimaría la decaída industria nacional de armas.
De concretarse, sería la mayor exportación de armamento en la historia de Sudáfrica, aunque es discutible si mejorará la seguridad de Arabia Saudita. La industria militar sudafricana está en recesión, a causa del recorte del presupuesto nacional de defensa.
Sudáfrica desarrolla desde 1994 una agresiva campaña de ventas en Medio Oriente. Ha realizado importantes negocios con Jordania y Emiratos Arabes Unidos y sus agentes comerciales sólo excluyen a Israel de sus gestiones.
Pero un acuerdo alcanzado en principio con Turquía fue anulado por el Comité Nacional de Control de Armas Convencionales, debido a los malos antecedentes del gobierno turco en materia de derechos humanos,
Así mismo, la presión internacional encabezada por Estados Unidos obligó el año último a Sudáfrica a renunciar a un contrato por 680 millones de dólares para actualizar el sistema de control de fuego de la flota siria de tanques de guerra T-72.
El capítulo principal del pedido de Arabia Saudita a Denel se refiere al sistema de artillería G-6 de largo alcance. Las conversaciones fueron mantenidas en secreto, y un tribunal ordenó a la prensa sudafricana mantener en reserva la identidad del cliente.
Mientras, Denel presentó denuncia penal contra tres periódicos que publicaron detalles de la operación. Esa demanda, y la prohibición dictada por la justicia, fueron comparadas por varios abogados con la censura practicada en la era del apartheid, finalizada en 1994.
Denel advirtió que el fracaso de la negociación con Arabia Saudita pondría en riesgo 30.000 puestos de trabajo en la industria militar.
"Estamos en un momento difícil. Nuestro cliente pide confidencialidad, pues no quiere que sus vecinos sepan lo que tiene", dijo George Masoek, portavoz de Denel.
Pero la masiva compra de armas no sería garantía suficiente para la seguridad de los estados del Golfo, que aún hoy dependen de Occidente para su defensa.
La seguridad de la península Arábiga estuvo garantizada hasta 1971 por la presencia británica. Luego prevaleció la llamada "doctrina Nixon", por el presidente estadounidense Richard Nixon (1969-1974), que consideraba pilares de la estabilidad regional a Arabia Saudita e Irán, gobernado entonces por el sha Reza Pahlevi.
A la caída del sha en 1979, Iraq reemplazó en ese esquema estratégico regional a Irán, donde se estableció la República islámica.
Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar, las seis monarquías petroleras de la región, se unieron en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) como respuesta a victorias logradas en 1981 y 1982 por el fundamentalista Irán en su guerra contra Iraq.
Los seis países también comenzaron una masiva inversión en infraestructura militar. Esas inversiones permitieron en 1990 el rápido reclutamiento de hombres y material para enfrentar a Iraq, transformado de aliado de hecho en enemigo al invadir Kuwait.
Pero la realidad es que el dispositivo de defensa de los estados del CCG no aspirá más que a resistir un eventual ataque exterior hasta la llegada de ayuda de Occidente.
En efecto, la estructura militar del GCC existe casi únicamente para legitimar la intervención externa. O sea, estadounidense.
Las monarquías de la región temen perder legitimidad si se vuelve evidente la magnitud de su dependencia de fuerzas extranjeras y no islámicas. Alunos miembros de las familias reinantes son muy sensibles a las críticas internas a la decisión de pedir el respaldo occidental.
Algunos analistas señalan que los gobernantes del Golfo temen el surgimiento de una oposición organizada, antioccidental y de confesión islámica fundamentalista tanto como a un eventual ataque del exterior.
Pero los extranjeros no pueden ser llamados a enfrentar disturbios internos, ni menos aún a reprimir una movilización islámica.
Para los estados del CCG, la seguridad nacional exige disponer de fuerzas de defensa suficientes para contener todo ataque externo hasta la llegada de ayuda extranjera, pero no tan poderosas como para poner en riesgo el régimen monárquico.
Así mismo, los países menores del grupo intentan mantenerse independientes de la influencia de Araba Saudita, una preocupación que los ha llevado a la firma de tratados bilaterales con potencias occidentales.
Arabia Saudita es el principal comprador de armas de la región y, pese a las restricciones presupuestales dispuestas en los úitmos años en el área del CCG, tiene en marcha un programa de ampliación y modernización de sus Fuerzas Armadas.
Entre 1991 y 1996, el gobierno saudita gastó más de 30.000 millones de dólares en armas.
Algunas voces han cuestionado ese gasto, argumentando que el país no puede financiarlo después de una decada de debilitamiento del mercado del petróleo y de pagar parte del costo de 55.000 millones de dólares de la guerra del Golfo.
También se cuestiona la capacidad del ejército saudita para absorber grandes cantidades de armas de alta tecnología. En 1996 fueron retirados de servicio 200 tanques M1A2 de fabricación estadounidense, por falta de tripulantes para conducirlos.
Los problemas de recursos humanos afectan al gobierno saudita, que se resiste a imponer el servicio militar obligatorio.
El ministro de Defensa, príncipe Sultán, anunció en mayo de 1996 un plan militar a cinco años que incluye la modernización de la artillería. Pero el ministro destacó que la prioridad será "la capacitación" de los militares y "atraer a los graduados en enseñanza secundaria y universitaria a las Fuerzas Armadas".
El CCG enfrenta un importante problema demográfico. La población de los seis estados árabes del Golfo suma sólo 15 millones de personas, mientras Iraq tiene 18 millones de habitantes e Irán 60 millones, y en crecimiento más rápido.
Arabia Saudita no puede organizar un ejército suficientemente fuerte para enfrentar a sus potenciales enemigos regionales, y apuesta entonces a la instrucción de sus soldados y a darles las mejores armas que pueda comprar.
De todos modos, depende del apoyo extranjero. También Occidente está interesado en proteger a los seis miembros del CCG, para garantizar fuentes en que se abastece de petróleo y reciclar los petrodólares a través de su industria militar. (FIN/IPS/tra- en/db/rj/ff/ip/97