A la sombra de una banca gigante que se proyecta cada vez más concentrada y lejana de los sectores pobres de Argentina, crece progresivamente el microcrédito, un sistema financiero alternativo para excluidos.
Veintiocho por ciento de la población económicamente activa de Argentina se constituye de microempresarios sin acceso al crédito formal. Tienen pequeños comercios de alimentos, talleres textiles o de artesanías, depósitos de materiales para la construcción.
Más de 6.000 de estos pequeños empresarios se beneficiaron con unos 40 millones de dólares en créditos gestionados por la Fundación Emprender, una organización sin fines de lucro que apunta a quienes quedaron fuera del sistema bancario.
Ochenta y cinco por ciento de los tomadores carece de vivienda propia y sus activos fijos, en el mejor de los casos, no superan los 3.000 dólares, condición que los deja definitivamente fuera de carrera para financiar un negocio aún pequeño.
Cuarenta y dos por ciento son mujeres que sostienen sus hogares con los ingresos que generan.
Gladys Chávez tiene un minimercado en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Hace cuatro años pidió el primer crédito para comprar mercadería, 900 dólares a pagar en 12 cuotas semanales. Lo renueva automáticamente cada vez que termina de pagarlo.
"Ahora pedimos uno de 4.000 para activos fijos, porque queríamos una camioneta que pueda manejar mi marido para traer mercadería. Cuando termine de pagarlo, vamos a pedir 5.000 dólares para el adelanto de un terreno contiguo, así agrando el negocio", dijo Chávez a IPS.
Juan Padilla, director ejecutivo de Emprender, explicó a IPS que la organización, fundada por empresas privadas de Argentina, está asociada a una red coordinada por la estadounidense Acción Internacional, con 18 afiliadas en América Latina.
En países como Bolivia, donde 85 por ciento de la población activa se compone de microemprendedores, el Banco Sol tiene unos 75.000 clientes y una tasa de incobrabilidad menor a uno por ciento. El banco ya reditúa ganancias a sus accionistas.
Hay otras organizaciones similares en el América Latina, como Actuar Tolima, en Colombia, la Corporación para Pequeños Empresarios en Chile, la Fundación Ecuatoriana para el Desarrollo, la Fundación Paraguaya de Cooperación y Desarrollo, y Acción Comunitaria en Perú, entre otras.
Periódicamente se reúnen, capitalizan experiencias e intercambian metodologías de capacitación. "La idea es que esta gente, con ingresos familiares de entre 600 y 900 dólares en Argentina, mejore su calidad de vida sin subsidios ni dependencia del Estado".
En Argentina, el fenómeno todavía no se constituye en un negocio aunque el crecimiento es importante desde que comenzó a operar en 1992, cuando se logró asesorar a menos de 200 microempresarios.
La alta tasa de desocupación, que creció de seis a 17,4 por ciento entre 1991 y 1997, motorizó este despegue. Muchos microemprendedores son antiguos empleados de empresas públicas privatizadas o empleados de empresas particulares que fueron despedidos.
Con una pequeña indemnización o el dinero de un retiro voluntario, comenzaron un negocio (un kiosco, una verdulería, un taller, una agencia de autos de alquiler) y al poco tiempo se quedaron sin combustible financiero para seguir invirtiendo y mejorando.
Hoy, Emprender se consolidó en la provincia de Buenos Aires y se extendió a las de Córdoba, Santa Fé y Tucumán. Para agosto sumarán otras dos, Jujuy y Chaco. Los préstamos son a plazos breves y con una tasa de interés mensual de tres por ciento.
"En Tucumán, el 'Cholo' (como se conocía al usurero de la zona de influencia de Emprender) prestaba a 30 por ciento mensual", subraya Padilla. El sistema formal presta a 2,7 al mes más costos fijos, pero las exigencias de patrimonio y garantías son inalcanzables.
Para pedir un crédito se requiere tener un pequeño taller o comercio y documento de identidad. Los tomadores pueden optar por participar o no de un curso de capacitación en balances, análisis de costos, ventas, incorporación de activos fijos y análisis de rentabilidad.
"Algunos clientes se asustan de los cursos porque 75 por ciento no tiene más que estudios primarios y cree que no está en condiciones de hacerlo, pero nosotros tenemos una metodología de enseñanza para adultos y trabajo grupal que los hace accesibles", explicó Padilla.
Al principio, la fundación trabajaba con el concepto de grupo solidario, con el que trabajan también otras organizaciones similares de América Latina. Cuatro o seis microempresarios se unen para pedir un crédito cada uno, y se responsabilizan por los cuatro.
Pero a partir de 1995, cuando sobrevino la crisis posterior a la devaluación mexicana, el sistema sufrió un golpe proporcional al que afectó a la gran banca. "Los grupos hicieron agua y tuvimos que replantear la metodología", recuerda Padilla.
Ahora, los que quieran pueden optar por el grupo, una modalidad que es aceptada 100 por ciento en la provincia de Tucumán. En otras localidades como Rosario, provincia de Santa Fe, lo que predomina es, en cambio, el tomador individual.
Chávez no tuvo una mala experiencia con el grupo. Ella pidió crédito junto con el propietario de un supermercado, un vendedor de garrafas (balones de gas) y el dueño de un depósito de materiales para la construcción. Uno abandonó el barco, el resto siguió adelante.
Los que trabajan en Emprender aseguran que las mujeres son mejores pagadoras que los hombres, y más responsables. Chávez prefiere no opinar al respecto. Ella ahora solo piensa en cómo crecerá su negocio cuando incorpore el terreno de al lado. (FIN/IPS/mv/mj/dv if/97