La agricultura en China se está convirtiendo rápidamente en un campo de batalla, donde la rígida política de planificación estatal y la creciente presión del libre mercado son espadas cruzadas.
China alcanzará este verano (boreal) otra excelente cosecha, con una producción de granos sin precedentes.
Pero las políticas agrícolas estatales, que desde hace dos años buscan el autoabastecimiento, están conduciendo a la saturación de granos y pérdidas de cosechas debido a falta de infraestructura para almacenamiento.
El gobierno de China se embarcó en una política para asegurar que el país más poblado del mundo pueda alimentarse a sí mismo el próximo siglo, y evite las desastrosas hambrunas que plagaron al país a lo largo de su historia.
En las dos décadas desde que la reforma agraria liberó los colectivos y desató el aumento de la producción, el gobierno buscó persistentemente una mayor producción de granos.
China registró tres cosechas sin precedentes consecutivas, y casi duplicó el precio de los granos en los últimos dos años. Pero ahora estas enoremes cosechas están bajando los precios.
Irónicamente, las mismas fuerzas de mercado que hicieron posible un salto en la producción de granos están causando problemas en el sector agrícola. Según temen las autoridades, el resultado podría ser la inestabilidad social.
A la vez, las autoridades temen abrir el mercado agrícola, lo cual podría conducir a la libre caída de precios de granos y reducir el ingreso de los agricultores. Esto alimenta preocupaciones ante posible inestabilidad, incluso disturbios en el campo, donde viven unos 800 millones de personas.
Los problemas del sector agícola también hablan de luchas internas en la dirigencia china sobre el alcance del experimento de libre mercado en un país con un sistema político represivo.
Aunque prometió continuar el curso de las reformas económicas iniciadas por el fallecido líder chino Deng Xiaoping, su sucesor Jiang Zemin se mantiene alerta ante el ritmo de las reformas que tienen lugar en el campo chino.
Desde 1994, el gobierno central sigue políticas de comprar granos a precios protegidos para mantener estable el mercado, mientras utiliza distintos medios para urgir a los agricultores a aumentar la producción.
El año pasado, China cosechó 490 millones de toneladas de granos y este año la cifra alcanzará los 500 millones de toneladas, una cifra que equipara la meta fijada para el 2000.
Resulta claro que tres años consecutivos de buenas cosechas crearon una tendencia decreciente en los precios de los granos. Los del maíz, el trigo y el arroz cayeron más de 30 por ciento el año pasado, haciendo que los agricultores dudaran en venderlo.
Otros acumulan granos mientras esperan mejores precios o que el gobierno les compre a precios subsidiados.
Analistas temen que los agricultores no quieran plantar granos en el futuro, lo cual destaría problemas para un país que debe alimentar a 1.200 millones de personas con sólo un séptimo de la tierra arable del mundo.
A la vez, las autoridades están cada vez más ansiosas sobre la forma de mantener satisfechos a los agricultores mientras sus ingresos disminuyen. Su ingreso anual aumentó 9 por ciento el año pasado, pero sólo la mitad de la cifra se proyecta para 1997, según el ministerio de Agricultura.
A fines de junio, el zar económico de China Zhu Rongji prometió que el Estado haría todo lo necesario para comprar el grano pedido con anticipación y no bajaría los precios fijados previamente.
La tierra se cultiva en China a pequeña escala en millones de hogares rurales a través de un sistema de responsabilidad familiar introducido en la década de 1980, bajo el cual se entregan concesiones a familias que tienen el derecho de trabajar la tierra y vender parte de su producción al mercado.
En el próximo 15 Congreso del Partido Comunista, que fijará el curso del desarrollo de China en el próximo milenio, se espera que la dirigencia defienda sus políticas intervencionistas.
Una cifra de 500 millones de toneladas de grano, según insinuaron expertos para este año, significaría que China alcanzó un nivel de abastecimiento de granos para satisfacer la demanda en el 2000.
Esto, para los líderes chinos, daría testimonio de la capacidad del país para alimentarse en el próximo siglo, un tema sensible y a menudo objeto del debate internacional.
Tras haber hecho grandes esfuerzos por capitalizar el retorno de Hong Kong a la soberanía china, la dirigencia comunista quiere ahora lograr puntos igualmente significativos en la esfera económica.
Un sector agrícola estable con agricultores satisfechos equilibraría al inquieto sector industrial, donde más de 40 por ciento de las empresas estatales están endeudadas y el número de desempleados alcanzará 20 millones a fin de siglo, según estimaciones. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lp/dv/97